Esteban Fernando Tulli volaba alto, en más de un sentido. El empresario de 51 años, socio de una firma dedicada en los papeles a la fabricación de calzado, fue arrestado a fines de septiembre de este año en una redada masiva de la Delegación Ezeiza de la Superintendencia de Drogas Ilícitas de la Policía Bonaerense. Lo encontraron en un country de Pablo Podestá, donde se movía con una Mercedes Benz Sprinter. Allí, los vecinos, sin mucha imaginación, lo apodaban “El Narco Zapatero”.
Tulli, según la investigación en su contra a cargo del Juzgado Federal N°2 de Morón, encabezaba el financiamiento y la ingeniería de lavado de una banda que buscaba penetrar el negocio transa villero con jugadores en asentamientos de La Matanza como Villa Palito, el Barrio 4 de Junio de Avellaneda, Villa El Tropezón, Villa Tranquila, la 9 de Julio y la 18. Había un poco de ambición federal. Ariel Alberto Sosa, miembro de un temido clan familiar chaqueño, es parte del organigrama, una supuesta figura clave en la línea de provisión.
Había otros pesados reales en la mezcla. Rubén Díaz Baigorria, un hampón de San Martín ligado a un doble homicidio -y que también vivía en un barrio privado- fue identificado como el supuesto nexo entre la cúpula de la banda y el comercio en los asentamientos. Un muy reconocido cantante fue visto en el entorno de Baigorria en repetidas ocasiones, con visitas al country y fotos en redes sociales. Un testigo en la causa aseguró que Díaz Baigorria aseguraba ser “su manager”.
Dice un rumor del submundo que la banda habría hecho un favor a ese cantante. Uno de sus últimos hits mencionaba de manera poco agradable a un lumpen de su barrio del Conurbano, un picante. El picante se enojó, le profirió amenazas. La banda lo visitó de manera diplomática y le dijo que lo pensara dos veces. En un momento, los hombres de Tulli tuvieron la idea de hacer zapatillas con la marca del famoso músico.
También había una ambición aérea. En la redada, los detectives encontraron una avioneta bimotor Piper, a cargo de Julio Michel Katzman, subalterno de Tulli, vendedor de autos de lujo, que también terminó arrestado. Esa avioneta, creen investigadores, no fue comprada para ver el mundo desde arriba, sino para transportar polvo. Hubo 13 detenidos en esa ola de allanamientos; la lista de implicados en la banda tiene más de 30 nombres. Les encontraron autos de marcas como Porsche o Audi, casi 6 millones de pesos, 78 mil dólares, 2 kilos de cocaína, más de tres mil pastillas de éxtasis, 12 armas de fuego. La zapatería de Tulli fue allanada en La Tablada. Allí se encontraron varias armas.
A Tulli también le encontraron una copia de un sumario policial de una causa en su contra iniciada en 2016 y que tramitó en el Juzgado Federal de Orán en Salta, un expediente en donde se investigó al clan Exeni de presuntos traficantes. La PROCUNAR -el ala de la Procuración que persigue delitos de narcotráfico- siguió a Tulli durante dos años. Se realizó una “penetración informática” y una “vigilancia electrónica” sobre el empresario, de acuerdo a documentos judiciales. Sin embargo, el Juzgado de Orán archivó la causa en octubre de este año a pesar del planteo de la fiscalía, con Tulli ya preso.
Hoy, el zapatero se encuentra procesado con prisión preventiva por presunto narco, tal como el resto de su banda, con un embargo de 20 millones. Díaz Baigorria fue embargado con 15 millones. Pero ellos dos son solo la punta de la historia.
Entre los hallazgos de las redadas de septiembre se encontró también una señal del futuro: 750 envoltorios de cocaína rosa, generalmente conocida como “tusi”. Dentro de un teléfono encontrado a la banda se encontró una conversación que delata una idea por lo menos audaz: producir cocaína rosa a gran escala, para lograr un margen de ganancia fabuloso, una versión que llegó a oídos de la Justicia federal. La versión -que no figura en el procesamiento del caso- viene de una charla entre imputados detectada por la Policía, reforzada por el relato de un buchón. El grupo, maravillado ante el alto consumo de cocaína rosa, un éxito entre los consumidores de estupefacientes sub-25, se habría decidido a fabricarla a nivel local. También se maravillaban por el precio, más de diez mil pesos el gramo a mediados de la pandemia.
Se suele suponer que la “tusi” es una substancia de diseño. En la calle, suele ser cualquier cosa, una mezcla colorida para meterse por la nariz. La banda de Tulli -según fuentes policiales- habría tenido la idea de importar MDMA a gran escala para mezclarla con coca boliviana común y venderla a precios siderales, una línea que los investigadores del caso consideran digna de ser investigada.
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A Tulli le intervinieron el teléfono, lo vigilaron de forma encubierta, lo vieron cargando bolsos. Su zapatería fue identificada como lugar de encuentro, el lugar era visitado por diversas personas en horarios inusuales para un comercio así, lo que hacía sospechar a los vecinos. Algunas escuchas lo señalaban como un posible vendedor clandestino de armas. En otra charla en su teléfono intervenido, una mujer le reprocha por todo lo que ocurre en la zapatería. Tulli se hace el desentendido.
Hay otro jugador célebre en la historia, tal vez el nombre más inquietante. Es Eduardo Nacusse, “El Patán”, a quien el cantante vinculado a la banda le manda un saludo en un breve video: la Justicia lo acusa de ser una parte instrumental en el sector de la banda dedicado a lavar plata y mover droga. Se cree que Nacusse habría entrado en la banda a través de Katzman, el hombre de la avioneta. Nacusse, procesado con prisión preventiva y embargado en el caso, tuvo su momento judicial antes del arresto, no como imputado,
Nacusse declaró como testigo en el juicio contra Nicolás Pachelo por una serie de robos en countries y que ocurre en paralelo al proceso por el crimen de María Marta García Belsunce. Según Nacusse, Pachelo le robó en su casa del barrio Portezuelo de Nordelta el 9 noviembre de 2017 y el 9 de enero de 2018. El delincuente aprovechó que había salido a comprar para ingresar y llevarse más de 20 relojes, camperas, zapatillas y una bolsa y una billetera con dinero. Hoy, la Bonaerense mira esa declaración con desconfianza.
A “Patán” lo allanaron en su casa de Portezuelo, le secuestraron el iPhone y luego los forenses lo abrieron. Le encontraron doce líneas distintas con las que lo llamaba Díaz Baigorria, al que se refería como “Turrín”. “Mirá que ya te mandé un kilito nada más”, le dice en una charla. En su teléfono le encontraron anotaciones sobre viajes a Maldivas y Dubai, pagos que superaban los 7 millones de pesos.
También, le encontraron una foto del DNI del financista Diego Xavier Guastini, arrepentido de la PROCUNAR y el mayor financista de la historia narco argentina, asesinado por un sicario desconocido. Guastini lavaba dinero para capos como Erwin Loza, Carlos Atachahua. Luego, los traicionó, delatándolos. Erwin Loza terminó condenado a diez años de cárcel. No fueron los únicos a los que el contador entregó. En su declaración, Nacusse aseguró que Guastini era “un amigo” al que “mataron”.
En otra causa, años antes, un arrepentido colaborador había traicionado a Nacusse, según el procesamiento. Aseguró que junto a varios socios tenía una embarcación con doble fondo para trasladar droga, que tenía “mucha relación” con “Mameluco” Villalba, el mayor narco de la provincia. Nacusse era ciertamente un huidizo. La PROCELAC había investigado a Nacusse años antes por supuestamente comprar autos de alta gama y propiedades con dinero turbio. Algunos en el submundo creían que Nacusse era buchón de la PROCUNAR, pero -irónicamente- fue Guastini quien le mencionó a su amigo a los fiscales antidroga para que lo sigan. Por esa delatada. le pincharon el teléfono, sin resultados. Otra versión -netamente del submundo- va más lejos. Asegura que el financista y Nacusse habrían usado la condición de arrepentido de Guastini para apretar a otros narcos con prolijos carpetazos. Un viejo lobo del fuero federal dice al respecto: “No me consta. Pero con Guastini, todo puede ser”.
En la vieja causa contra Nacusse, que estaba a cargo de un juzgado federal del Conurbano, constan conversaciones que sugieren vínculos con policías dedicados en teoría a investigar delitos narco. Ese expediente nunca prosperó. De todas formas, sus contenidos ahora son parte de la causa contra Tulli.
De vuelta al empresario zapatero, fuentes que conocen el submundo de la droga aseguran que el estilo poco ortodoxo de mando que supuestamente ejercía podía jugarle en contra. Tulli no ejercía un esquema de control como lo solía ejercer “Mameluco”, un capo en la cima de la pirámide, con subordinación total. El zapatero tenía demasiados tenientes, algunos con aspiraciones.
Una fuente clave comenta:
“Si tenés 10 tipos vendiendo falopa de a kilos, no concentrás la ganancia y el capital. Se hablaba dentro de la banda de secuestrar al mismo Tulli. Era un ejército, a todos no podías tener bien. Y si no los tenés bien, se desbandan. Como la Policía, ja, ja, ja”.
Federico Fahsbender
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