También se refirió a los inicios de su relación con el presidente, los rumores de casamiento, su compromiso con la iglesia evangélica y los recuerdos de sus comienzos en la televisión.
Hay muchas Yuyito González. Está la Amalia que trabajaba en el comercio de sus abuelos a los siete años. Está la Amalia que entró al restaurante Fechoría de la calle Córdoba y deslumbró a Gerardo Sofovich. La Amalia que miraba el sketch de “La peluquería de Don Mateo” en el programa Operación jaja y la Yuyito consagrada que se ganó su apodo vestida de jardinera. Está la adolescente rebelde y frustrada, y también la madre cristiana evangélica. La bomba sexy y la líder espiritual, la vedete y la conductora de un programa de actualidad, la periodista y la coach ontológica, la esposa de Guillermo Coppola y la mujer divorciada. Y está la última versión de una Yuyito multifacética: la novia de Javier Milei, la que -confiesa- acepta por primera vez ceder el protagonismo y quedar relegada ante la presencia de su pareja, eclipsada por la investidura del “hombre que está guiando el destino de mi nieta, el destino de mis hijos”.
Está, ahora, en Miami. Una anunciante de su programa Empezar el día por Ciudad Magazine le insistió. Le decía: “tenés que venir, vení que hacemos algo, vení que hacemos videos”. Cuando aceptó el viaje para grabar comerciales para esa empresa, empezó a sumarse actividades. Pasó por el clásico argentino Baires Grill, en Sunny Isles, donde degustó varios platos con amigos, antes de participar en el programa de mayor audiencia de la televisión hispana de la tarde, “Siéntese quién pueda”, de Univisión. Invitada por la congresista republicana María Elvira Salazar, participó en un almuerzo en Coral Gables junto con líderes evangélicos, empresarios y representantes hispanos. Pero sobre todo tuvo una agenda muy intensa de actividades religiosas, acompañada por la pastora y su mentora Priscila Abdala: un encuentro con evangelistas de Estados Unidos, Perú y España en Alpha & Omega Church Miami; una visita a Casa Church, de los pastores Ezequiel y Marcella Fattore, y una jornada -nuevamente junto a Salazar- a una de las organizaciones evangélicas estadounidenses más influyentes, El Rey Jesús Miami, del pastor Guillermo Maldonado.
-Viniste a trabajar.
-Vine a pasarla bien y a hacer cosas con propósito. En un momento dado, María Elvira habló con Javier y él le dijo “mi novia es cristiana evangélica también, se tienen que conocer”. Y bueno, y ahí entonces se desató todo.
-¿Era de las que venía en los noventa a Miami?
-Sí, también venía. De hecho, en una oportunidad vine con mi hija Bárbara, mi hija mayor, que era chiquita, hija única todavía, con la intención de tal vez de quedarme, y me quedé un tiempo.
-Sos de la Legión Argentina, los que alguna vez intentamos quedarnos. ¿Hiciste el intento?
-Sí, en un momento sí, porque yo ya había vivido un año en México, con Bárbara, más chiquita todavía. Después trabajé cuatro años, pero ya yendo y viniendo de Buenos Aires a Caracas. Entonces es como que en un momento dado dije “a ver qué pasa”. Pero en realidad, si bien Miami es una ciudad que me encanta, me di cuenta de que mi lugar era Buenos Aires. Más allá de las oportunidades, ya había viajado bastante por la era Maradona, con Coppola.
«No me voy a convertir
«No me voy a convertir en la señora de las damas de beneficencia. Con todo respeto a las señoras que lo quieran hacer, porque no me voy ahora a disfrazar de lo que no soy», sostuvo en relación al rol como primera dama
-Viviste en un montón de lugares.
-En varios lugares y experimenté también el tema de Europa, pero siempre tuve esa necesidad, tal vez por el afecto familiar, de volver, porque me gusta mucho vivir en Argentina sinceramente. Siempre me gustó.
-Si alguien se podría haber ido de Argentina sin ningún problema era Amalia González.
-Me podría haber ido a tantos otros lugares. Pero insisto, me encanta ir. No soy muy viajera, en realidad no soy muy viajera. Reconozco que hay lugares que me gustan mucho. Uno de ellos es este. Pero para vivir, mi lugar es Buenos Aires.
-Quiero ir para atrás y para adelante porque no hay dos, hay veinte Yuyito González. El otro día releía tu historia que todos conocemos, pero como dice Mirtha “el público se renueva”, y entonces hay cosas que a veces vale la pena tocarlas de vuelta. Un día te tocó la varita mágica en aquel Buenos Aires de la noche, de los restaurantes de los famosos, estando juntos en tertulias. ¿Fue así, verdad?
-Sí, verdaderamente.
-¿En dónde, por qué y con quién?
-Entré a la televisión en el año 1983. Empezaba la democracia en Argentina, empezaba a cambiar la Argentina. Y yo previo a ese tiempo era muy fan de la televisión. Fui siempre muy fan de la televisión desde chica y veía un programa en la televisión que era Operación jaja, donde estaba “La peluquería de Don Mateo”, el programa de Sofovich con Jorge Porcel, con Rolo Puente, con todas las chicas divinas que yo las veía en mi casa y decía “qué suerte tienen, qué lindo, qué hermoso”.
-Querías eso.
-Yo quería eso. Exactamente eso que veía, quería. Estaba bastante frustrada. Empecé a trabajar muy chica a los trece años en diferentes cuestiones de comercios. En realidad antes, porque mis abuelos tenían negocio y a mí ya a los siete años me encantaba atender a la gente, el público.
-Te gusta trabajar.
-Me gusta trabajar y me gusta el contacto con la gente, atender, ser servicial.
Yuyito González recordó cómo fue su llegada al mundo del espectáculo
-Mirás para atrás y decís “mirá si hubiera tenido todas las herramientas que tienen hoy las chicas y los chicos para hacerse influencers, famosos…”. Por ahí no te costó llegar porque tuviste ese toque de esa varita mágica.
-Lo de la varita mágica fue así. Un buen día entro al restaurante Fechoría que estaba en la calle Córdoba, muy famoso de la época, al cual yo no iba porque no era mi mundo. Y cuando entro a ese lugar, invitada por un grupo de gente que me había llevado a ver al teatro a Porcel, me ve Gerardo Sofovich y en un momento dado me manda a decir si no quería ir: me dice “el martes empiezo el nuevo año de ‘La peluquería de Don Mateo’. Si vos querés venir, tengo un papel para vos”. Fue un milagro. ¿Sabés por qué fue un milagro? Porque yo, exactamente el verano anterior a ese mayo, estaba muy frustrada porque venía de una vida que… viste cuando el jovencito dice “no pegó una”. Cuando hacés un montón de cosas pero sentís que no estás, que algo pasa, que no estás contento con tu vida. Yo estaba en esa situación. Y te digo que fue realmente un milagro. Yo estaba en Mar del Plata. Había ido sola, sufría mucho en la puerta del Hermitage porque veía que todo me pasaba por adelante de la cara: Moria, Susana, y yo sufría. Y decía “yo me muero si no estoy ahí”. Voy caminando hasta la iglesia que está en la peatonal, me acuerdo de que estaba sola, no había nadie en la iglesia y dije “Dios, si yo el año que viene no estoy acá en Mar del Plata, como todas las que entraron ahí, me muero”. Era la sensación. Al año siguiente yo estaba haciendo “El champán las pone mimosas”. Un éxito que fue arrollador. Ese verano que era impresionante. Sí, realmente un milagro, literalmente.
-¿Y qué otra cosa visualizabas si no era eso?
-No, nada.
-¿Nada?
-Nada. Yo ya trabajaba. Había hecho la escuela a los tumbos, todo a ese nivel. No lo había terminado en ese momento. Después estudié de más grande. Pero no era otra cosa, era eso.
“Eso” es lo que veía en la televisión, en la noche, en el teatro, en Mar del Plata. Había estado de novia durante casi cuatro años, desde los catorce hasta los dieciocho. Cuando se separó, empezó a conocer los boliches porteños. “Era muy salidora, muy bolichera, muy de divertirme, muy del Buenos Aires de ese tiempo, donde no había inseguridad, donde no te robaban, donde todo se lucía, donde la gente si quería andar con un descapotable, andaba. Era una Argentina que funcionaba, evidentemente económicamente se ve que funcionaba para la gente”, describe. Y dice “la gente” pero no se asume parte de eso porque no era su estilo de vida, sino uno prestado: “Me relacionaba con chicos y con chicas que salían y de rebote vivía un poco todo ese mundo que no era el mío. Esa era mi vida. Evidentemente era algo que internamente no me conformaba, porque en ese estado de frustración es en el que pido ‘Señor, es esto, si no me muero’. Esa era, literal, mi sensación”.
-¿Cuándo te diste cuenta de que te había pasado eso?
-Yo venía con ese estado de frustración. Estaba haciendo un montón de cosas en mi vida: trabajaba, estudiaba, tenía chicos que te gustaban, tenía conquistas, tenía un montón de cosas pero no me sentía bien…
-¿Siempre noviando?
-No he sido muy noviera.
-¿Has sido mejor novia que esposa?
-Ni novia, ni esposa buena. Me perfeccioné mucho en los últimos tiempos.
-¿Cuándo le pusiste el punto de visualización a Javier Milei?
-No me pasó eso. No fue poner el ojo y decir “voy por acá”. No fue un proyecto, sinceramente.
-Pero te flasheó.
-Sí. Es algo que a veces lo hablo con él. Él es un hombre de fe. También cree en Dios, al igual que yo. Yo tal vez tengo una diferencia para mí, con toda humildad, a mi favor: yo soy cristiana, es decir, tengo el espíritu de Jesús en mí porque lo recibí. Eso marca una diferencia enorme en la espiritualidad, pero cada cual con lo suyo y todo se respeta. Lo importante es que tenemos conciencia de Dios, conciencia de una conciencia superior y somos temerosos de Dios en el sentido del respeto, del amor, no del miedo. Realmente, el hecho de que estemos juntos tiene un propósito de Dios. Creo que si no estuviese Dios en el medio de nosotros, no hubiese habido chance de que nosotros estuviésemos juntos.
-¿No es complicado? Te conozco hace muchísimos años y si alguien no necesita meterse en este berenjenal, eras vos.
-Exacto. Exacto. Por eso digo que si no hay acá un propósito de Dios, un algo que tal vez yo todavía no lo sé, tal vez es solo acompañarlo también desde la madurez que yo tengo hoy. Soy una mujer más grande que él: le llevo 11 años. Y no se trata solo de un tema de qué día naciste, sino que se trata de que vengo con una cantidad de experiencia muy grande en mi vida. Pasé por muchas etapas, me ocupé mucho de mí también, lo cual no quiere decir que sea perfecta ni muchísimo menos. Y tengo mi costado femenino, que si me rallo, me rallo. Pero tengo un estado de madurez que reconozco que no lo tuve en ninguna relación antes.
-Tuviste parejas súper influyentes, maridos súper influyentes, viviste en los momentos más complicados o en los momentos más álgidos, de más éxito de tu pareja junto con el tipo más famoso del mundo. ¿No te da miedo? ¿El presidente es como una montaña rusa o es mi sensación?
-No, él es una persona muy estable.
-Pero es el presidente de Argentina. La montaña rusa puede ser la persona o el entorno. Te lo pregunto a vos, a Amalia González, novia de este presidente. ¿No te da miedo estar en pareja?
-¿Miedo a estar en pareja? No, no me da miedo. La palabra no es miedo. No soy una persona que siento que tuviera miedo por algo. Soy una persona de fe. Entonces, cuando tenés mucha fe, es raro que uno sienta miedo porque enseguida te agarrás de Dios. Entonces cuando pasa mucho tiempo, muchos años, como en mi caso, eso está incorporado y ya es automático. Cuando decidí empezar a tener esta relación con Javier, no fue de un día para el otro, “ay, cómo me gustaste, vamos a salir a tomar un cafecito”. No fue así. Primero yo lo conocí haciendo una entrevista en mi programa. Él estaba en campaña. Recién a los seis meses contactamos cuando fui a la presentación de su libro en el Luna Park y ahí sí tuvimos una conexión fuerte, que es donde empezamos nuestra relación.
Cómo comenzó su relación con Javier Milei
-¿A quién se lo contaste primero? ¿A quién llamaste? ¿A quién le dijiste?
-Tardé un montón en contarlo. Ni a mis amigas, ni a mi familia, ni a mis hijos. Porque después de ese primer contacto real, de los dos a solas en el Luna Park, ya nos vimos distintos. Yo durante mucho tiempo no hablé con nadie de esto, solamente con él. Lo pensé un montón, conversé mucho con él, pensé mucho en mis hijos, en cuánto podía influir el hecho de que su madre estuviera en una relación con el presidente de la Nación. ¿Qué iba a pasar con ellos? Lo hablé con ellos, lo hablé mucho con mi psicóloga. No solía recurrir a la psicóloga, que es una amiga. Porque aparte, ¿con quién hablas? Gente de ultra absoluta confianza. Solamente puedo hablar con mi pastora, mi mentora, que es Priscila, que está conmigo. Además, no soy una persona de hacer terapia. Yo no voy al psicólogo, pero tuve la necesidad de plantearle un montón de situaciones que me generaban conflicto.
-Antes hablábamos de las famosas guerras de las vedettes de los 90. Era una jungla, había que defenderse, había que atacar. Pero ahora resulta que estás a la vuelta de la vida, ¿sentís que te tenés que defender de la posición que vos decidiste tener? ¿Te ataca el medio, te ataca la gente?
-Me atacan muchísimo. Pero te cuento algo previo a la decisión de darle luz verde a la relación que, insisto, yo lo venía hablando con Javier. Él sabía y estaba al tanto de todo mi proceso. Yo dependo mucho de lo que siento que Dios me habla verdaderamente. Cada reunión que voy de la Iglesia para mí es, más allá del pastor o la pastora que hable, que Dios me va a hablar de algo a través de esta persona. Y me acuerdo una reunión en que todo el mensaje a mí me decía “arranca, toma la decisión, decidite”. Me guardé también ese mensaje, esa prédica. Y lo hablé con Javier. Le dije “mirá amor, fui a la Iglesia y pasó esto, esto y esto, escuché este mensaje”. Y para mí este mensaje es que tomo la decisión, y ahí arrancamos distinto, ya con la visión de que lo vamos a hacer público en algún momento. Ahí sí hablé distinto con mis hijos. Mis hijos lo aceptaron todo porque también venía algo que los iba a afectar a ellos. Y bueno, ahí arrancamos. Ya nos queríamos porque nació el amor, el afecto, después de ese Luna Park. Como que nos enamoramos. Entonces no es que íbamos a ver qué pasa, arrancamos.
Pero, ¿me preguntabas de los ataques? A partir de que él vino al programa, me mataron con la entrevista porque decían “preguntás A, ¿por qué no B?, ¿por qué le tocó el escudito? ¿por qué le dijo que era guapo? Y bla bla bla bla”. Pero la entrevista fue espectacular. A mí el programa me lo levantó así. Mirá que estábamos en Ciudad Magazine, con todo respeto, no es un canal abierto, es cable. Divino, pero seamos realistas en qué medio estamos. Fue un bombazo la entrevista que hice con él a los seis meses.
Arrancamos a partir del Luna Park, o sea, en mayo. A partir de mayo, empieza a salir ya en todos lados porque nosotros después oficializamos, me invitó al Teatro Colón, donde salieron las primeras fotos. Después me invitó al Palacio Libertad a otro evento que había ahí. Ahí fue primer besito público, porque ya nos habíamos besado en el Luna Park, dicho sea de paso. A partir de eso me empezaron a matar literalmente. Porque además el programa, con el amor, con el entusiasmo y con todo lo que generaba y que además a él le gustaba también esa posición, le encantaba, le daba alegría, se transformó como en un reality. La apertura mía era como una editorial de un reality, de una novela.
Entonces hubo más o menos cinco o seis personas del medio que no voy a nombrar porque no hace falta, pero que las tengo completamente identificadas, que me mataron, literalmente trataron de boicotearme por todos los lugares habidos y por haber, lo cual a mí me fortaleció muchísimo. Me hizo sentir más exitosa, más enamorada, porque era tal, era tanto el ataque que a mí me generaba fuerza. Me divertía muchísimo. A él le encantaba.
Reconoce haber votado a su actual novio y admite que es la primera vez que confiesa su voto. Dice, a su vez, que la honestidad es la esencia, la base, el inicio de todo. “Javier no está solo en el gobierno. Él se ha rodeado y se rodea de lo mejor que va tomando para con él. Realmente lo ha logrado porque tiene un equipo realmente que funciona. Si bien la decisión final es la de él y es la soledad de la decisión, porque en definitiva todo va a recaer sobre él, él tiene un equipo con el cual trabaja.
Ser honesto solo no es suficiente. Hay que tener estrategia, hay que tener conocimiento, hay que saber hacia dónde se va, hay que tener objetivos claros, hay que ver cuándo se cumplen, hay que tener un carácter firme, hay que tomar decisiones a veces que son dolorosas, inclusive, como puede ser ‘esta persona no está más’. Pero tiene esa firmeza. Entonces, no solamente la honestidad, es una cantidad de condiciones”.
-¿Qué cosa no le perdonarías a tu novio?
-Qué palabra fuerte perdonarle. ¿La puedo reemplazar? Lo que tiene que ver con la política no me meto porque yo no soy su asesora, soy su novia y confío en él. Yo no sé hacer lo que él hace. Soy una ciudadana, confío en todo lo que él hace y en ese sentido me dejo llevar. No soy quien dice “che, está bien o está mal, esto lo banco, aquello no te lo banco”. No existe para mí eso. Me voy a tomar la pequeña licencia. Algo que yo considere que no es respetable para nuestra relación es algo que puramente tuviese que ver con lo más íntimo de nuestra relación, que esta unión que tenemos. Pero no es que yo se lo perdonaría o no se lo perdonaría. Creo que no podríamos funcionar. Pero como no quiero pensar en cosas negativas…
-¿Se van a casar?
-No creo que nos casemos porque Javier es un hombre que no está de acuerdo con el casamiento. Si no lo tiene en su idea, en su ideario. No sé. Todo puede cambiar. Viste cómo es la vida: uno cree un montón de cosas que no y un buen día sí; o cree que sí y después es no. Yo no tengo la carencia de la experiencia del casamiento porque ya me casé, ya me divorcié. No es como que “ay, ¿cómo será esto?”. Para nada. No creo que en nuestra dinámica suceda un casamiento. Pero eventualmente lo pensaremos. Por ahora no.
-¿Sabés si protocolarmente es lo mismo ser novia que esposa? ¿Cuándo te recibís de primera dama?
-Es que no estoy tampoco tras la búsqueda de esa certificación.
-Vivimos en un país donde una mujer con la importancia que hoy tenés vos en Argentina hubiera llegado con cuatro patrulleros y quince personas de seguridad, hubiera habido un protocolo de seguridad gigante. ¿Sos consciente de eso? Te recibimos abajo y tenemos unas empanaditas para comer.
-Pero yo te hago una pregunta. ¿Hubiera hecho falta que tuviera una custodia acá? Para nada. Al contrario, la estamos pasando divino. La gente hermosa en el aeropuerto. Donde vamos todo es foto, foto. Nos sacamos muchas fotos. Muchas por Javier, porque me tocan a mí y deben sentir que lo están tocando a él. En Argentina tengo unos chicos que me acompañan porque en uno de los eventos donde fui a trabajar al aire libre, tuvimos una situación peligrosa. A partir de ese momento, tanto Javier como su jefe de la custodia decidieron y me informaron que iba a estar acompañada. “¿Hace falta?”, dije. Y me di cuenta de que hacía falta. Me fui adaptando también porque tiene su incomodidad. Soy una señora independiente, que agarro mi auto, manejo, voy y vengo, y eso tuve que dejar de hacerlo, por lo que también voy viviendo adaptaciones a las que me tengo que someter con gusto. Nadie me obliga. Pero no pasa de ahí la cosa. Yo creo que el tema de primera dama no es algo así por carácter transitivo, que como que soy tu novia, entonces ahora soy primera dama. No me voy a convertir en la señora de las damas de beneficencia. Con todo respeto a las señoras que lo quieran hacer, porque no me voy ahora a disfrazar de lo que no soy. Yo hago muchísimas cosas en la Iglesia que ahora no lo hago porque yo estoy en una relación con Javier, y al no estar casada con él, la Iglesia o Dios o la Biblia tienen ciertas normas y reglamentos que uno las sigue porque las quiere seguir. Hay actividades que ya no hago dentro de la Iglesia porque no estoy en el orden realmente de Dios: tenés que estar casado para dormir con esa persona. Pero fuera de eso, entiendo que una primera dama, por lo menos dentro de mi cabeza, es si en algún momento dado hay algo útil que yo pueda ser para Argentina o dentro de lo que pueda ser el acompañamiento a mi pareja que implique que cumpliese un rol… Un rol para lo cual primero alguien, entiendo que sería Javier, me lo tiene que decir: “Hola Amalia, quiero que a partir de este momento hagas tal o cual cosa”.
-Se viene una campaña electoral este año, ¿vas a hacer campaña?
-Yo no soy política, yo no me voy a postular a nada. Si él quiere invitarme a algún lado como alguna vez lo he acompañado a alguna charla o a alguna cena, y miles de veces no lo he acompañado porque no me ha invitado, porque él hace su laburo, como yo hago el mío.
-¿Creés, como ciudadana, que le va a ir bien a Argentina?
-Sí, completamente. Creo que le va a ir bien. Sé que le está yendo bien. Sé que hay mucha oposición por muchos motivos. Pero también sé que hay mucha fuerza y mucha convicción de parte de nuestro presidente. Entonces confío mucho, pero no es que confío porque me lo contaron, es porque lo veo. Y eso a veces ver esa convicción, ver esa fuerza y ver ese enfoque a veces hace que yo hasta acepto estar un poco relegada también. En mi vida estuve relegada de nada, porque siempre primer lugar en todo. Es como toda una adaptación de vida. Nunca estuve yo atrás de un hombre, medio a la sombra o acompañando y diciendo “acá no, acá me fijo, acá no, acá no digo”, porque estoy acompañando a un hombre que está guiando el destino de mi nieta, el destino de mis hijos, de todo un país. No es poca cosa, para mí es un montón. Yo tengo un hijo que ha vuelto a la Argentina porque ganó Milei. Yo ya le digo “amor, ya con esto estás hecho, gracias”. O le digo “cómo no te voy a alcanzar esto, mi amor, si estás cuidando el futuro de Josefina, de mi nieta”. Medio que bromeo así, pero en realidad es una broma que tiene el fondo absoluto de verdad. Y confío mucho en Dios y sé que si Dios permite todo esto… Él es un hombre de Dios también, no es que es un tipo que está en la vereda de enfrente. Entonces tengo mucha fe, mucha fe.
Por: Adrián Santucho