En la eterna serie El Chavo del 8 una de las situaciones más recordadas es cuando el entrañable personaje queda en evidencia adelante de todos.
Ante el Profesor Jirafales, sus compañeros hacían silencio y él quedaba solo con un comentario inapropiado. La situación está tan lograda y a su vez nos identifica tanto que muchas personas llaman “Momento Chavo del 8” a esas circunstancias donde uno mete la pata “sin querer queriendo”. Las grandes estrellas no están exentas de esos momentos. Claro que en su caso, no quedan como una anécdota de cumpleaños sino que trascienden las fronteras.
Cuando la moda, paraliza
Al ver las alfombras rojas de las grandes galas de premios, se puede pensar que todo es perfecto. Los actores sonríen y las actrices con sus increíbles vestidos parecen que, más que caminar, se deslizan por el suelo. No da la impresión de que sus elegantes, altísimos y evidentemente incómodos zapatos les hagan doler los pies, y sus diseños vaporosos son tan refinados que nos queda lugar para la pregunta: ¿cómo harán si quieren ir al baño? Eso pensamos cuando vimos a Kaley Cuoco, la actriz que brilla en The Bing Bang Theory, en una entrega de los premios Emmy.
La rubia avanzaba con un vestido de gran caída por la alfombra roja y se iba deteniendo para hablar con los periodistas. De pronto, quiere avanzar y nota que no puede. Cree que su vestido se atascó con algo; mira con atención y ve a una mujer muy alta parada sobre él. “Dije: ´Todo bien, le voy a pedir que salga de ahí´, pero era ¡Sigourney Weaver!”, le contó a David Letterman. “Consideré que no se le podía decir a ella que se moviera. Yo esperaba que fuera alguien distinto, que si hubiera sido así, le hubiera pedido que se corriera. ¡Pero no le podía pedir eso a Sigourney Weaver! Entonces, no hice nada”.
La parálisis de Cuoco tiene una explicación. “Ella es muy alta y lo único que pensé fue: ´No quiero empezar los Emmy irritando a Sigourney Weaver, entonces me quedaré acá´. Y ahí estuve por 15 minutos”. La anécdota no termina ahí. La actriz observó que quién hablaba Weaver, parada sobre su vestido, era el diseñador del atuendo de Kaley…
¡Ocupado!
Como dijimos, las entregas de premios suelen ser eventos muy glamorosos. Los artistas visten sus mejores galas y las imágenes nos muestran un mundo ideal donde todos sonríen. El espectador llega a olvidar que esos artistas son humanos y que como, gente humana, tienen necesidades humanas.
Eso ocurrió en los Globos de Oro del 2001. Renée Zellweger estaba nominada como mejor actriz de comedia por su participación en Persiguiendo a Betty. Hugh Grant aparece en el escenario para anunciar a la ganadora y cuando la nombra, las cámaras enfocan su lugar pero la muchacha no estaba. La tensión y el nerviosismo se notan. ¿Dónde está Renée? Conocedor de que en televisión el tiempo es tirano, Grant improvisa un chiste, pregunta dónde está, dice que él aceptará el premio en nombre de su colega, hasta que un colaborador se acerca y le comunica que ella está…en el baño.
Segundos después, muerta de risa e impecable en su vestido negro, Renée aparece por el pasillo y camina al escenario. Recibe el premio y, con una simpatía única, aclara que todavía tenía “rouge en los dientes”. Previsora, por si resultaba premiada, había ido al baño a retocarse el maquillaje y no se dio cuenta del tiempo transcurrido. ¡Ups!
Al desnudo
En 1974, el actor británico David Niven fue el protagonista de uno de los momentos más graciosos e inesperados de la historia de los Oscar. El actor estaba presentando a Elizabeth Taylor cuando de repente apareció un hombre desnudo, corriendo por el escenario, haciendo el símbolo de paz con una mano.
Según trascendió, el hombre era un fotógrafo llamado Robert Opel. La organización aseguró que había logrado escabullirse dentro de la ceremonia luego de acreditarse como periodista. También se especuló con que el episodio habría estado planeado en conjunto con varias personas de la producción de la gala. David Niven no pudo contener la risa y aseguró, en tono irónico: “Es fascinante pensar que probablemente la única carcajada que ese hombre ha arrancado en su vida ha sido mostrando sus pequeñeces…”.
La hermosa Megan Fox no suele dar muchas notas y desde los Globos de Oro 2009 dejó de beber en todas las premiaciones y eventos públicos. Su decisión no se debe a una promesa religiosa o algún pedido familiar, sino a un papelonazo histórico.
Como muchos de sus colegas, luego de la entrega se detuvo a hablar con periodistas. Fue entonces que sin tapujos aseguró ante las cámaras: “Realmente quiero tener las tetas de Salma Hayek. Son increíbles y perfectas”. Un cronista destacó su look y ella respondió con un “¿Pero qué dices? ¡Si soy un travesti, hombre!”. Le preguntaron por qué había asistido sola, sin Brian Green, su pareja de ese momento, y respondió con sinceridad: “Él no quiso ser mi cita. Es un hombre, tiene un ego. Creo que probablemente esté trabajando en algo de música; no creo que le importe lo que diga ahora”. Rodeada de actrices como Kate Winslet, Jennifer Lopez, Cameron Díaz o Angelina Jolie, aseguró que se sentía “tristemente insegura” para terminar con un: “Estoy a punto de vomitar en este momento. Estoy tan horrorizada de estar aquí, y avergonzada. Me da miedo”.
Años después la actriz reveló que sus extrañas declaraciones fueron producto del alcohol. Aunque parezca increíble todo comenzó porque no se sentía demasiado cómoda con su look. Lucía un vestido dorado de Ralph Lauren y llevaba el pelo recogido hacia atrás. Estaba incómoda con su peinado. “No puedo creer que permitiese que esto sucediera. Tengo una frente enorme y redonda, odio llevar el pelo peinado así”.
Contrariada e incómoda, se sentó en la misma mesa que Blake Lively y los Jonas Brothers, donde había unas enormes botellas de champagne. Megan comenzó a tomar una copa y luego otra hasta que el alcohol hizo de las suyas. El papelón le dejó una lección y una decisión. “Ahora ya no bebo y esta es la razón: tuvo una actitud beligerante y dije un montón de mierd… que no debería haber dicho en la alfombra roja”.
Sin disimulo
En Coda, una de las películas más vistas de Amazon, la familia de la protagonista es sorda. En un momento, el padre lanza una flatulencia y cuando la hija se lo recrimina, él explica gracioso que “Dios hizo los gases olorosos para que también los sordos los disfruten”.
Pese a las bromas, largar una flatulencia en público suele ser un momento bastante incómodo, excepto para la actriz y cantante Jessica Simpson. La celebridad admitió en su Twitter que suele emitir 15 veces más gases que el promedio de las personas.
Algo de eso notaron los ejecutivos que trabajaban con ella en una nueva línea de jeans, cuando en medio de una reunión, la rubia dejó escapar una flatulencia. Lo increíble es que la muchacha no se hizo cargo, pero la madre que también estaba en la reunión gritó un: “Pero Jessica…”.
Susana Ceballos