Luego de probarse como modelo, saltó a la fama en 1994 con El cartero. Desde entonces filmó más de 60 películas. Y hoy cumple 55 años. Perfil de una actriz que acepta su sensualidad, pero no hacer desnudos
En La Dolce Vita un embelesado Marcelo Matroianni le susurra a Anita Ekberg: “Ma… ¿chi sei? Tu sei la luna, sei la terra, mia moglie, mia madre…”. No se necesita ser un experto en el idioma del Dante para entender el significado de la frase y tampoco se necesita ser un galán italiano para repetirla embelesado ante la belleza de otra italiana: María Grazia Cucinotta, que hoy cumple 55 años.
A fines de los años 40 y 50 un grupo de tanas de belleza descomunal y exuberancia no siliconada acaparaban pantallas y suspiros. Con sus orgullosas redondeces y sus cinturitas de avispa, sin necesidad de mohínes ni sexualidad explícita, Silvana Mangano, Sophia Loren, Claudia Cardinale, Silvana Pampanini, Gina Lollobrigida dominaban el mundo de las fantasías. Pasaron casi cuatro décadas hasta que otra compatriota volviera a encender pasiones. Cuando en 1995 se estrenó El cartero, era imposible no enamorarse de esa mesera encarnada por la Cucinotta. Muchos se preguntaban quién era esa muchacha y para esa pregunta había y hay respuesta.
La actriz nació el 27 de julio de 1968 en Mesina, Italia. Sus comienzos tuvieron más de casualidad que de mérito. En la década del 90 la mayoría de las grandes empresas invertían y mucho en campañas publicitarias. Sin redes sociales, la atención del futuro consumidor se atraía con costosos comerciales y no con influencers.
Una compañía de alimentos italiana decidió invertir en un corto publicitario y no ahorró en gastos. Para dirigirlo llamó a Ridley Scott -que venía de filmar Blade Runner y Thelma y Louise- y para protagonizarlo, a Gerard Depardieu, que en ese momento no era un actor con problemas de sobrepeso, alcohol y fiscales, sino una gran estrella internacional. El francés, un reconocido sibarita del buen comer y el buen beber, opinó que ya que se trataba de un anuncio sobre pastas, qué mejor que una mujer italiana que incitara a comer unos buenos fideos. Sin cuestionar el estereotipo y aceptada la idea, se buscó a una joven que fuera más bella que buena actriz. La varita tocó a María Grazia, que desde los 16 años trabajaba como modelo de lencería y trajes de baño.
A la publicidad le siguieron algunos trabajos intrascendentes, pero el destino andaba preparando cambio de destino. Entre las amigas de Cucinotta estaba Natalie, pareja de Massimo Troisi, actor que estaba embarcado en la adaptación para el cine de El cartero. Para arrancar a filmar faltaba Beatrice, la mujer que enamora al sencillo cartero en el pueblito italiano que visita Neruda. Natalie le sugirió a su novio y al director inglés Michael Radford el nombre de su amiga, lo que empezó como sugerencia terminó como propuesta laboral.
En pantalla la modelo convertida en actriz logró dejó a todos boquiabierto. No repitió grandes diálogos ni protagonizó escenas de riesgo, tampoco enfrentó desafíos actorales. Pero cada vez que su escote que mostraba sus rotundas formas, su boca carnosa y su sensual naturalidad aparecían en pantalla, todo lo demás se esfumaba.
La película la lanzó a la fama mundial y le permitió entrar al mundo de las celebridades. Esa muchacha siciliana que había crecido en una familia que amasaba las pastas comenzó a ser perseguida por diarios y revistas que le suplicaban fotos y notas. Los que hasta ese momento eran sus pósters, ahora eran gente con la que se cruzaba en galas y eventos. “En el Festival de Berlín tuve mi primera decepción. Busqué a John Travolta, que había sido un ídolo de mi adolescencia, pero se había vuelta a Estados Unidos antes de mi llegada”, comentó en una entrevista.
El cartero obtuvo cinco nominaciones al Oscar y la italiana recibió invitación vip para la ceremonia. Allí vivió su primer momento Cenicienta. Estaba en el hotel cuando le anunciaron que en la recepción la esperaban para trasladarla al Dolby Theatre. En la puerta la aguardaba una imponente limusina de cristales ahumados y frigobar. Un chofer tan correcto como uniformado le abrió la puerta y sin escalas la condujo hasta… una academia de inglés. Es que la italiana no hablaba una sola palabra de la lengua de Shakespeare, así que debió tomar un curso acelerado.
Pronto le llegó un contrato para actuar en Hollywood en una película sobre -y sí, lector, ya se lo imagina- la mafia. En el medio Maria Grazia protagonizó una de las pocas polémicas de su vida. Presentada como “la nueva Sophia Loren”, cuando los periodistas le preguntaron a la Loren por ella, respondió que no sabía quién era. Ante semejante respuesta, Cucinotta dijo que si no la conocía era porque seguramente la diva no leía los diarios.
Luego de la entrega de los Oscar, el curso de inglés intensivo y las entrevistas, Cucinotta recibía más de diez guiones por semana que llegaban de todas partes del mundo. Dudando entre trabajar en Italia, que era su patria, o Hollywood, que era la única manera de que la viera el mundo, se decidió por su país, donde filmó El alcalde, con Anthony Quinn. Al terminar durante un tiempo se instaló en Los Ángeles.
Fue parte de la comedia Ballad of the nightingale y en televisión, de esa joya única que fue Los Soprano. “No muero por estar en Hollywood a cualquier precio porque no creo que ese cine sea mejor que el nuestro. Hacen de todo y no siempre las películas son buenas. Ellos tienen más posibilidades económicas que nosotros, nada más”. Entre las más de 60 películas en las que participó trabajó con el director Alex de la Iglesia en El día de la bestia y fue chica Bond en El mundo no es suficiente, con Pierce Brosnan como el Agente 007. También fue parte de un capítulo de Los Simpson.
En sus comienzos, la mayoría de los papeles que le llegaban era para hacer de mujer sexy, no se negaba a mostrarse pero sí a quitarse la ropa. “Cada vez que aparece una actriz con un físico como el mío, se espera que se desnude para hacerse famosa. Pero yo quiero llegar a la gente por quien soy, por mi cara, por mi carisma, y no por mi cuerpo. No necesito desnudarme para ser sexy”, argumentaba. Para sus coprotagonistas ,solo tenía un pedido: que la superaran en altura, algo no tan fácil ya que con su 1,78, muchos actores no cumplían el requisito.
Además de no aceptar desnudos, la italiana jamás evaluó actuar en películas de vampiros ahuyentados con ajo. Alérgica a este vegetal, si lo come y no se aplica una inyección inmediata sufre una reacción extrema. Por eso en los hoteles se cocina su propia comida y siempre olfatea todos los alimentos antes de consumirlos. “No es algo que me mate inmediatamente. Me da tiempo a inyectarme y recuperarme”, desdramatizaba la situación.
En el 2007 vivió uno de los momentos más complejos de su vida cuando se descubrió que la mafia intentaba secuestrarla. La policía venía realizando escuchas cuando una de las personas a las que le habían intervenido el teléfono propuso “organizar el secuestro de alguien importante. Algún político, como los senadores Ragno o Ricevuto. O a lo mejor podríamos secuestrar a Maria Grazia Cucinotta… Ganaremos un montón de dinero”. La policía no le advirtió de la situación y ella se enteró viendo el noticiero.
De las siete veces que visitó la Argentina (una vez cobró 20 mil dólares para estar en el Festival de Cine de Mar del Plata y en otra ocasión, filmó junto a Geraldine Chaplin la comedia romántica Hostias), la más recordadas es cuando participó de la primera emisión de La Noche del Diez, el programa que conducía el inolvidable Maradona. Mientras Diego bajaba de la tribuna, apareció de pronto un auto descapotable con Cucinotta. La actriz todavía se debe estar preguntando para qué la invitaron. No sólo que fue muy complicado entender el idioma, además, el reportaje fue muy corto.
De su vida privada no se conoce tanto. Alguna vez contó sin alardear su faceta solidaria. Creó en Bielorrusia un orfanato para chicos desamparados. “El asunto es que cuando llegan a los 16 años y nadie quiere adoptarlos, y los encierran en un hospital mental. Así que compramos una casa donde les enseñamos a ser más independientes y realizar distintas tareas”, explicó. Además colabora activamente con un hospital en Botswana para niños con HIV. “Creo que es la mejor forma para ocupar mi tiempo. Si uno ha sido tan afortunado como yo debe intentar hacer algo por otras personas”.
En el amor, hace casi 30 años que está al empresario Julio Volatti. Se conocieron en la Nochevieja de 1994, en la fiesta de un amigo en común a la que Cucinotta casi no va porque estaba muy cansada. Todavía no había filmado El cartero. Comenzaron a hablar, pero él “no me causó buena impresión, parecía el clásico consentido de padre millonario que coquetea con todo el mundo”, recordaría sobre ese primer no flechazo. Volatti insistió y meses después se casaron. “Es todo gracias a Maria Grazia. Es un regalo de Dios. Es paciente, buena, más bella por dentro que por fuera”, asegura él sobre el secreto de esa pareja. En 2001 nació la única hija, Giulia.
En estos días la actriz Naomi Watts, que volvió a apostar al amor después de los 50, aseguró que “la edad está de moda”. Viendo a mujeres como la Cucinotta, que este 27 celebra sus espléndidos 53 años, no hay modo de no estar de acuerdo.
Susana Ceballos