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“La CGT y los piqueteros lo único que saben hacer es paro, como no trabajan intentan hacer paro generales”

El destacado actor hizo un repaso por su exitoso 2023. Entre sus recientes trabajos estuvo Nada, la serie en la que participó Robert De Niro. También se refirió a la actualidad política, al nuevo gobierno y a las discusiones sobre los años 70. Consideró que “es una mentira eso de los 30 mil desaparecidos” y opinó que “el radicalismo tiene un rol de oposición importante que cumplir”

Por: Tatiana Schapiro

Cuatro décadas atrás, la idea de Made in Lanús surgió en la televisión como un capítulo de Situación límite, un ciclo dirigido por Alejandro Doria y escrito por Nelly Fernández Tiscornia. Luego fue adaptada al teatro y más tarde al cine, registrando una situación inédita en la cartelera porteña: a la vez que se presentaba sobre las tablas se daba en la pantalla grande, aunque como Made in Argentina.

Estrenada el 1 de enero de 1986, la historia de Fernández Tiscornia es transversal al espectáculo argentino y también a nuestra propia esencia, del mismo modo que lo es su protagonista. Luis Brandoni la actuó primero y la dirigirá ahora, a partir del 4 de enero, en el Multitabaris, con Alberto Ajaka, Cecilia Dopazo, Esteban Meloni y Malena Solda.

“Made in Lanús sigue teniendo una vigencia extraordinaria”, destaca Beto, en una definición que, sin darse cuenta, lo abarca. A los 83 años, cierra un 2023 maravilloso en lo laboral. “Los actores y las actrices no tenemos límites en la edad para trabajar: siempre hace falta un hombre mayor o una mujer mayor. Entonces, ese privilegio lo quiero disfrutar. Por supuesto que tengo mi cansancio. Ya no soy el mismo de hace 25 o 30 años, pero me siento en condiciones de poder ejercer la profesión”, explicó en diálogo con Infobae.

Luis se desdobla. Además de su rol como director, en Star+, puede verse su primera serie en streaming, Nada, donde lo acompaña nada menos que Robert De Niro. Y en el Teatro Politeama sube al escenario junto a Eduardo Blanco para hacer otra pieza notable, Parque Lezama, aquí bajo las órdenes de Juan José Campanella.

“Si bien tuvimos interrupciones por la pandemia, llevamos diez años y 1200 funciones -se enorgullece-. Hicimos gira por el Interior, fuimos a Madrid. Vamos a hacer dos funciones semanales por algunos meses, hasta que en otoño empecemos a filmar la película”.

—¿Cómo te llevás con el Beto director de Made in Lanús?

—Con algunas dificultades, algunas dudas, como de costumbre. Hacer una remake de este espectáculo para mí es muy impresionante, me trae muchos recuerdos. Es una obra extraordinaria, un clásico del teatro nacional. La acción transcurre en Lanús, en abril o mayo de 1986, y a pesar de que pasaron casi 40 años, lamentablemente tiene una actualidad que es sobrecogedora.

—Tuviste un año de mucho trabajo.

—Sí. La serie Nada la hicimos el año pasado: fueron diez semanas de mucho trabajo. Y con El encargado, hicimos un acuerdo en una cena con Guillermo Francella y los directores (Mariano Cohn y Gastón Duprat). En la serie que haría él, yo iba a estar en un capítulo y posteriormente Guillermo iba a hacer un capítulo en Nada.

—Cohn y Duprat son brillantes oficiando en estas cuestiones.

—Sí, sí, lo hacen muy bien. Son amigos y son muy capaces, muy trabajadores, les va muy bien. Es la primera vez que hago una serie de esa naturaleza y no sé en cuántos países del mundo se está dando y a cuántos idiomas la tradujeron, porque en Nada se habla en inglés, en castellano, en italiano y también en guaraní. Entonces, hubo que hacer traducciones a no sé cuántos idiomas. Pero bueno, de eso no me entero, y prefiero ni siquiera pensarlo porque me vuelvo loco. Tuvimos la oportunidad de ver la serie en el Festival de San Sebastián, en un teatro con público. Fue la única posibilidad de ver qué pasaba con el público porque después no te dejan entrar a las casas a verla… Estoy muy contento con la serie porque la ha visto mucha gente, se han encariñado. Está muy bien filmada.

—¿Chateás con Robert De Niro? ¿Lo tenés en WhatsApp?

—No, no lo tengo en WhatsApp porque yo no soy muy amigo de la tecnología y porque además De Niro habla en inglés y dice malas palabras en argentino. Pero nos entendemos, no sé cómo… Cuando termina de filmar cerca de Buenos Aires siempre viene a esta ciudad porque le gusta mucho. Las malas palabras las conoce desde su primera visita.

—¿Es verdad que fue De Niro el que pidió incluir en Nada el tema de las malas palabras?

—Es posible porque él las sabe todas de memoria. Es una cosa curiosa: no habla nada castellano y cuando estamos solos hablamos en varios idiomas, un poquito en inglés, un poquito en italiano y mucho con las manos. Las manos es un idioma que entiende todo el mundo. Él es una gran persona, un gran amigo. Nos conocimos gracias a Lito Cruz. Juntos pasamos algunas noches por Buenos Aires y un día me tocó a mí ir a filmar a Nueva York.

—Made in Argentina, claro.

—Hacía una participación un actor norteamericano muy muy conocido (Frank Vincent). Estuvimos ensayando la noche anterior en el hotel donde parábamos y él, que no era de Nueva York, se fue a comer al restaurante de De Niro. “¿Qué hacés por acá?”, le dijo De Niro. “Vine a hacer una participación en una película argentina”; “¿Y con quién?”; “Al único que vi fue a un tal Brandoni”; “¡¿Brandoni?! Decile que me llame”, le pidió. Al día siguiente este muchacho llegó con los ojos así: “Dice De Niro que lo llames”. Estábamos en vísperas de la Nochebuena y De Niro supuso que, en una de esas, yo la podía pasar solo. Entonces, quería invitarme a su casa a pasar la Nochebuena. Y así que fuimos con la que era mi mujer, Marta Bianchi, y con mi hija Micaela a pasar la Nochebuena a la casa de una familia italiana.

—Ahí nace este vínculo, que quedó. Y sos vos el que lo termina de convencer para hacer Nada.

—No sé si lo convencí, pero a él le gustó la idea de volver a Buenos Aires. Trabajó como un buey. El pobre estuvo una semana a razón de no menos de 12 horas por día, de muy buen humor. Fuimos a una visita guiada al Museo de Bellas Artes, que él pidió, porque su padre era pintor.

—Recién contaste que no te gusta la tecnología.

—No, no, no. No mucho. No soy enemigo de la tecnología, pero tampoco tengo una relación de afecto. No ando desesperado, con el celular en la mano.

—Hace un ratito, vi que tenías una agenda de papel. ¿La usás?

—Un gran amigo que ya no está con nosotros, Walter Santana, un actor que trabajaba en Olivetti, me regaló en 1965 una agenda con un diseño extraordinario. Desde ese año y hasta ahora conservo todas mis agendas.

—¿Tenés guardadas todas tus agendas? ¡Hay que hacer algo con eso, Beto!

—No sé qué se puede hacer, puede ser muy aburrido, pero ahí están mis trabajos, cuando iba a grabar, mis recuerdos. Son un pequeño tesoro que tengo. Y a veces me ayuda a recordar, por ejemplo, qué día empezamos a grabar tal película o en qué momento se estrenó tal otra obra.

—¿Hay más nervios cuando uno estrena arriba del escenario, como actor, o cuando uno lo mira desde atrás, siendo el director?

—Los nervios no son los mismos que cuando subís al escenario, no. Lo raro es que la ciencia y la tecnología no hicieron nada por nosotros. Por ejemplo, un invento, una pastilla, algo para tomar, leer un libro y aprenderlo de memoria… Nadie se ocupó de eso. Hacemos teatro como hace 5000 años. Hay que aprenderse la letra de memoria, hay que estrenar, hay que pasar esos nervios. Invariablemente, hay que preguntarse un rato antes de la función: “¿Por qué me dediqué a esto?”. Esto es lo que suele pasar.

—Y son noches y noches y noches de funciones…

—Muchas. Más de 60 años de no tener sábado y domingo.

—¿Y qué se te dio ahora por volver a la política, por ser diputado del Parlasur?

—No se me dio. Me eligieron para eso. En fin, me sentí reconocido. Pero no es ni la cuarta, ni la quinta parte de lo que significa ser diputado de la Nación. Eso te come la vida. Prácticamente tuve que dejar la profesión en los cuatro años que fui diputado, entre 1997 y 2001. Eso no lo aceptaría para nada. Pero este trabajo es más ligero, es una reunión por mes en Montevideo, que es la sede del Mercosur, y la tarea es bastante más liviana. Además, es prácticamente ad honorem, lo cual me tranquiliza mucho también.

—¿Cómo estás con esta Argentina que estamos viviendo?

—Muy preocupado, muy preocupado… Nunca me imaginé una situación como esta. Nunca. Estamos en un momento muy complicado de la Argentina, pero tengo esperanzas en que la gente pueda reaccionar y colaborar con lo que hace falta colaborar con este Gobierno, dadas las características particulares que tiene este Gobierno. Yo creo que la gente ha reaccionado muy bien. La política en general ha reaccionado. La mayor parte de la gente tiene noción de las dificultades en las que estamos y me parece que van a apoyar, no al Gobierno, sino a las medidas que creen que puede solucionar algunos problemas de lo que tenemos y que siguen maltratándonos. Y quienes están para hacer daño y para poner palos en la rueda, se van a ver desconocidos porque no van a tener el apoyo de la gente. Para dar un ejemplo, lo que hizo la sociedad argentina con Raúl Alfonsín no se va a repetir. Con Alfonsín no tuvieron ni una gota de piedad y se permitieron todos los lujos: todos los paros, todas las huelgas, todos los todos. Y entonces, después le pidieron disculpas por eso. La despedida del doctor Alfonsín fue tan monumental, tan conmovedora, porque mucha gente fue a decirle: “Discúlpeme, me pareció que no lo había entendido…”.

—¿Crees que a Milei no le van a hacer un paro general?

—La CGT y los piqueteros sí, porque es lo único que saben hacer. Como no trabajan, intentan hacer paro generales. Lo anunciaron desde antes de que asuma el nuevo gobierno. Y no hicieron un solo paro con la catástrofe que fue el gobierno anterior. No hicieron un solo paro… Pero eso es el peronismo. Y el peronismo no va a encontrar eco en la gente. Por eso, a Mauricio Macri le hicieron menos paros que a Raúl Alfonsín: la gente no respondía. Y ahora la gente se va a resistir a hacerle paros desde esa oligarquía sindical que estamos padeciendo los argentinos desde hace tanto tiempo.

—40 años de democracia. Vos fuiste perseguido por la Triple A, te tuviste que ir. ¿Qué te pasa con que se esté cuestionando qué ocurrió en los 70 y durante la dictadura?

—¿Qué están cuestionando?

—Y… se cuestiona si hubo 30.000 desaparecidos, la teoría de los dos demonios, qué fue lo que pasó.

—Es una mentira eso de 30.000 desaparecidos. Todos los tipos que inventaron eso lo confiesan. Dijeron 30.000 para lograr el apoyo internacional. Pero 30.000, no. Lo que pasa es que hubo una organización que creó el doctor Alfonsín, la Conadep, que el peronismo no quiso constituir porque estaba de acuerdo con la Ley de Autoamnistía que se habían dictado los militares. Entonces, tenían la cola sucia y no quisieron conformarla. Ahora hicieron una película (por Argentina, 1985) donde la Conadep no aparece.

—¿Qué te pasa cuando en el debate de los vicepresidentes, por ejemplo, se vuelve con la teoría de los dos demonios?

—Es que hay cosas que ocurrieron y que no se van a volver a dar. Ese muchacho que se murió ahogado: 53 médicos forenses en representación de no sé cuánta gente interesada unánimemente firmaron que el chico se murió ahogado en el río.

—Santiago Maldonado.

—Maldonado. Y el peronismo sigue diciendo que lo mataron. Pero no es así. ¿Qué vas a hacer? Y siguen diciendo 30.000 desaparecidos y no hubo 30.000 desaparecidos. Gracias a la Conadep sabemos que hubo 8700. Pero no se cree en la verdad. Se cree en lo que creen ellos que debería ser la verdad.

—¿Y la idea de privatizar los medios públicos?

—No estoy seguro de que eso sea bueno. Hay que insistir en que los medios, tanto públicos como privados, deben respetar la democracia y la libertad de expresión. No estoy seguro de que haya un gobierno tan excelente, tan excelso, tan impoluto, que pueda no teñir de partidismo o de parcialidad a la realidad del país. No creo y sería una tontería. Eso pasa con el justicialismo, desde luego. Por eso están las cosas como están. Pero yo no estoy de acuerdo: creo que tiene que haber un canal estatal.

—¿Estás enojado con Macri?

—No, no.

—¿Cómo estás viendo el rearmado de lo que fue el PRO, con el radicalismo y Juntos por el Cambio?

—Estamos en un momento muy complicado. Yo soy radical y me preocupa la Unión Cívica Radical. De todos modos, hemos tenido buenas y malas noticias. Una buena noticia es que Juntos por el Cambio ganó diez provincias, nada menos. No tenemos presidente, pero diez provincias no es poca cosa. Y el radicalismo ha ganado por lo menos cinco provincias. Esto indica que son partidos que están vivos, que tienen una enorme responsabilidad aún en la oposición. Y a mí, eso es lo que me preocupa y me importa. Y voy a tratar de dar una mano en la medida en que pueda, en que sea capaz de hacerlo.

—Dijiste que no ibas a ir a votar en el balotaje. ¿No fuiste?

—No, porque yo quería votar a alguien a quien quería votar y a quien quería votar no estaba en la elección.

—¿Le ponés hoy un voto de confianza al Presidente?

—Sí, claro. Sobre todo por la reacción que tuvieron grandes sectores de la política o de otros partidos, como del propio radicalismo, de tratar de colaborar con un partido nuevo, pequeño, con muy poco alcance territorial. Es necesario ayudarlo porque no es ayudarlo al Presidente, es ayudarnos nosotros, a todos.

—En la campaña Milei no había hablado bien del radicalismo y de Alfonsín, y vos te enojaste.

—Por supuesto. Lo que pasa es que este muchacho (después) entendió que no se debía hablar mal de todo el mundo y mucho menos de algunos señores, como Raúl Alfonsín, que hoy tienen casi la estatura de un prócer.

—Se está armando el mapa político. Milei era un outsider de la política y hoy es presidente. La oposición va a ser el peronismo. ¿El PRO y el radicalismo, también serán oposición?

—Y sí, lógico. Es nuestra obligación no hacer oposición cerril, desalmada, pero es donde nos puso la sociedad. Hay que responder a eso.

—Te lo pregunto porque hay un sector muy importante del PRO que rápidamente se acercó al gobierno electo para acordar. Entonces, queda la duda sobre si es oposición o es parte.

—Yo no sé del PRO, no te puedo decir nada.

—Juntos por el Cambio hoy no es un bloque.

—No. Hoy no es un bloque, pero vamos a ver cómo se desarrollan las cosas. El radicalismo tiene un rol importante que cumplir. De oposición, claro.

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