El comienzo es directo: una docena de extraños despiertan en medio de un bosque y el espectador ya sabe que han sido elegidos por un grupo de élite para ser cazados.
Por: Santiago García
Cómo los capturaron para convertirlos en presa y por qué a cada uno de ellos, aún no se sabe. Si se trata simplemente de un deporte siniestro o si hay algo más, tampoco se sabe. La película va a tal velocidad y la cantidad de información que suministra es tan enorme, que cada palabra es un spoiler. Las vueltas de tuerca que acumula desde el inicio la vuelven divertida y rocambolesca.
La cacería, obviamente, está inspirada en la novela de Richard Connell “El juego más peligroso” (The Most Dangerous Game, 1924) que tuvo ya una muy famosa adaptación cinematográfica en 1932 y de ahí en más se llevó a la pantalla con diferentes variaciones, siendo una de las más famosas Operación cacería (Hard Target, 1993) con Jean-Claude Van Damme. Hace pocos meses se estrenó Apex (2021) otro título con la misma inspiración tenía de protagonista a Bruce Willis. Prácticamente no ha habido una sola década sin que aparezca una nueva adaptación, casi siempre libre, del texto de Connell.
Sin embargo, aquí la élite privilegiada que caza está conformada por progresistas con pensamientos políticamente correctos, millonarios de izquierda, y las víctimas son personas opuestas a dichas ideas, representantes de un conservadurismo extremo, asociado a la paranoia de ultraderecha. Con astucia, la película aprovecha esto para desarrollar una parte de su humor e intenta mantener la sátira sin bajar línea de forma clara. Es que toda la historia posee un tono ligero, a pesar de la sangre y la violencia, no son pocos los momentos humorísticos. El hecho de tener muchos rostros famosos complica el saber qué tanto permanecerá un personaje en pantalla, si logrará sobrevivir o si no le queda ni una sola escena de vida más. Eso también le juega a favor al suspenso.
Plagada de ideas, preocupada por mantener un ritmo narrativo muy veloz, La cacería entretiene muchísimo y solo pierde su encanto cuando ya, sumergida en su juego, sigue buscando la manera de hacer trucos o mostrar su ingenio por momentos un poco de más como la liebre de la fábula que alguien cuenta en un momento, se regodea demasiado en su ingenio y pierde simpatía. Aun así, pasa todo tan rápido que ni hay tiempo para preocuparse demasiado por detalles. Rápida y furiosa, nacida para entretener.
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