Fanática de la actividad física (entrena 40 minutos, cuatro veces por semana), Agustina se entregó a la producción con la profesionalidad de una top. “No soy modelo, pero me encanta hacer fotos”.
Por María Güiraldes
Las mujeres de los futbolistas no suelen hablar. Salvo algunas excepciones, prefieren mantenerse al margen, dejan que sus maridos brillen en la cancha y se comunican a través de sus cuentas de Instagram, donde las siguen cientos de miles de fans. Pero Agustina Gandolfo (26), la novia de Lautaro Martínez (24), delantero estrella de nuestra Selección y goleador del Inter de Milán, es distinta, y, después de tres años y medio de amor y una hija de nueve meses –Nina–, tiene mucho para decir. “Si bien con Lauti somos reservados y mostramos poco de nuestra intimidad, quiero que se deje de ver a la mujer del jugador de fútbol como una mantenida. Es una idea horrible que circula desde el desconocimiento y no estoy para nada de acuerdo. Antes de ser la mujer de un futbolista, soy mamá, trabajadora, estudiante…”, dice la influencer (en Instagram, la siguen 884 mil personas), tras posar, por primera vez, para ¡HOLA! Argentina.
–Es decir que te llevás mal con el término “botinera”.
–Me llevo pésimo. Es una palabra que debería ser eliminada del lenguaje, tiene una connotación muy negativa. La pareja de un abogado no tiene un título, entonces ¿por qué nosotras sí deberíamos tenerlo?
–¿Y qué hay con ser “la mujer de…”?
–Cuando empezamos a salir, me resultaba raro ir caminando con Lautaro y que lo frenaran para pedirle fotos, o que opinaran de nuestra relación, pero ya me acostumbré. Sigo siendo la misma chica que empezó a trabajar a los 18 y él es una persona normal, como cualquiera.
EL AÑO DEL CRACK
–Fue un año increíble para Lautaro. Hizo campeón al Inter, que hacía once temporadas que no lograba el título de la Serie A, fue una pieza clave para que Argentina ganara la Copa América después de 28 años, y estuvo nominado al Balón de Oro junto a Messi.
–Sí, y me da mucho orgullo porque soy testigo de su constancia, su sacrificio y su perseverancia. Llega primero a entrenar, se cuida mucho con las comidas… Desde afuera se ve la parte linda, pero atrás hay mucho esfuerzo y compromiso, y ahí es donde estamos con Nina, apoyándolo como familia. Mi rol, ahora, es mostrarle que se puede relajar un poquito… Antes, perdía un partido y por una semana no salíamos a comer.
–¿Qué es lo bueno y lo malo de su profesión?
–Lo bueno es el cariño de la gente. En la cancha, me emociona ver cómo lo aplauden. Lo malo es el exitismo con los jugadores: un día los ponen arriba de un pedestal y al día siguiente, son lo peor del mundo. Eso me molesta muchísimo.
–¿Te gusta ir a la cancha?
–Sí, es una salida para mí. Dejo a Nina durmiendo en casa y miro el partido con una copa de vino. Antes de ser mamá, seguía a Lauti a todos lados. Aunque hicieran unos pocos grados bajo cero, yo estaba ahí, al costado de la cancha.
–¿Con quién ves los partidos?
–Con unos amigos argentinos que nos conocimos allá y que están afuera del ambiente.
–¿Cómo te llevás con las mujeres del Inter y con las de la Selección?
–A las de la Selección las conocí este año, en la Copa América, y tengo buena relación, pero mis amigas son las chicas de Italia. Con ellas comparto el día a día.
–Lautaro fue compañero de Mauro Icardi en el Inter, ¿sos amiga de Wanda Nara?
–No me considero amiga, pero estoy muy agradecida con ella porque fue una de las que me integró al grupo cuando yo no hablaba ni una palabra de italiano.
–¿Pensaste alguna vez en representar a Lautaro?
–No, de ninguna manera. Respeto a quienes sí lo hacen, pero yo no me siento preparada, ni mezclaría nuestra relación con eso. Por la única razón por la que sí lo haría es porque considero que nadie cuidaría mejor lo que es de él que su familia.
–¿Sos de revisar el teléfono, mirar quién le pone “like” en las redes?
–No, no creo en eso. Los dos somos muy respetuosos de la privacidad del otro y yo, en la personal, tengo la teoría de que, si te quieren ser infieles, lo van a ser igual. Así como te digo eso, también te aclaro que creo en la confianza y en el respeto. No me van las relaciones abiertas. Yo siempre le digo a Lauti: “Si un día estás en otra, decímelo antes. No me hagas daño”, porque a mí sí me dolería una infidelidad.
CALOR ARGENTINO
Agustina aterrizó en Buenos Aires el 7 de noviembre, unos días antes de que la Selección jugase contra Uruguay y Brasil, en instancias clave de las eliminatorias para el Mundial, que se disputará a fines del año que viene, en Qatar. “Lauti es feliz cuando viene para acá y, ahora que se abrió todo, decidí acompañarlo más. Él pasa gran parte del tiempo concentrado, pero prefiero verlo tres veces, que no verlo por quince días. Es un alivio estar cerca de él y de nuestras familias”, nos confía Agustina, que nació y creció en la ciudad de Mendoza, y aprovechó esta visita para que Nina viera a sus abuelos maternos y paternos. “Se vinieron desde Mendoza y Bahía Blanca [los Martínez son de allá] para verla pura y exclusivamente a ella. Son visitas cortas. Si fuera por mí, me quedaría todo el verano acá, pero sin Lautaro no tiene mucho sentido”, añade.
–¿Cómo vivís las concentraciones?
–Con extrañitis y muchas ganas de que esté en casa, cambiando pañales como yo. Hablando en serio, las vivo bien, con alegría, porque Lautaro ama jugar para la Selección. Lo único que envidio de las concentraciones es que él puede dormir y yo no. Deben ser un retiro espiritual para él. [Se ríe]
–Un recorrido por tu cuenta de Instagram demuestra que te gustan la ropa, la comida, entrenar y ser mamá.
–Entreno para poder comer, que es uno de los grandes placeres de la vida, y, viviendo en Milán, no pueden no gustarte la moda y la gastronomía. Antes de tener a Nina, compartía muchas recetas. Ahora estoy a full con el Baby Led Weaning [en castellano, Alimentación Complementaria a Demanda, una filosofía que se basa en darles autonomía a los hijos a la hora de comer], así que cocino mucho para ella y nada para mí. Vivo a delivery.
–Se sabe poco de tu historia.
–Hasta que me fui a vivir a Italia, estudiaba Economía [hizo hasta tercer año] y trabajaba en la empresa de mi familia [una compañía de Seguridad Industrial]. Empecé a trabajar a los 18 y siempre fui independiente. En un principio, mi plan no era mudarme, pero los futbolistas necesitan mucho apoyo y lo cierto es que todo lo que estaba haciendo en Mendoza, lo podía hacer allá. Suspendí mi carrera porque no me reconocieron ni una sola materia y empecé Nutrición, en Madrid, porque puedo cursar online. Mi plan era recibirme antes de los 25, fue liberador sacarme esa exigencia de encima.
–¿Qué te gustaría que se sepa de vos?
–Me apasiona todo lo que hago y si tengo algo en la cabeza, no paro hasta conseguirlo. Soy muy compañera, suelo priorizar al otro antes que a mí, y tengo un carácter fuerte.
–¿Qué viene primero? ¿Influencer, “mujer de…” o mamá?
–Primero mamá, después influencer y lo otro, si podemos omitirlo, ¡mejor! [Sonríe]
EL AMOR TODO LO PUEDE
–Se dice que los presentaron Mauro y Wanda, en Italia.
–No, nada que ver. Nos conocimos en 2018, en Buenos Aires, poco antes de que él se fuera al Inter.
–¿Cómo fue tomar la decisión de irte para allá?
–En mi último viaje, me di cuenta de que la distancia era insostenible y llamé a mis papás y les dije que me quedaba. Pedí prórroga en la facultad y una amiga liquidó dos locales de ropa que tenía y que después vendí.
–Desarmaste toda tu vida en dos minutos.
–Fue una decisión apresurada, en caliente, y al tiempo caí. Los primeros seis meses en Italia fueron de crisis total, me resultaba raro e incómodo depender de mi pareja. Las cosas se acomodaron cuando me puse a estudiar italiano y empecé a trabajar con marcas de allá. Ahí me di cuenta de que lo de influencer no estaba tan mal.
–Debe ser fuerte dejar todo para acompañar a otro en su realización.
–Al principio fue duro, pero ahora que tengo mi vida armada de nuevo, lo disfruto.
–¿Qué te conquistó de Lautaro?
–Si yo soy perseverante, él lo es tres veces más. El día que nos conocimos, me dijo: “Vas a ver que vamos a estar juntos”… y lo consiguió. [Se ríe]. Hoy, me enamora cómo es como papá y hombre de familia. Es increíble lo que ayuda, lo que nos contiene y nos cuida. No está mucho en casa, pero cuando está, su presencia se siente.
–¿Cómo es él en su rol de padre?
–Muy obsesivo. [Se ríe]. En dos minutos, ordena toda la habitación de Nina, la cambia, la peina y la perfuma. Yo la tengo medio ciruja en casa y él la deja como una princesa.
–¿Qué te sorprendió de la maternidad?
–Pensé que iba a ser una mamá relajada y soy muy estructurada. Siempre quise ser madre joven: lo teníamos pensado para mis 28 y sus 26, pero la beba se adelantó, por la pandemia y el aburrimiento. [Se ríe]. Me gustaría que Nina pueda confiar en mí, sentirse libre y contarme todo. Mi mamá, Alejandra, fue buenísima conmigo y quiero repetir su ejemplo.
A mediados de abril, bautizaron a su hija en Mendoza. Llegar a su ciudad natal les toma tres vuelos desde Milán. “Volar con Nina es un caos, pero somos muy felices cada vez que estamos acá”, asegura.
A mediados de abril, bautizaron a su hija en Mendoza. Llegar a su ciudad natal les toma tres vuelos desde Milán. “Volar con Nina es un caos, pero somos muy felices cada vez que estamos acá”, asegura.
–¿Están listos para tener otro hijo?
–Nina aún se despierta mucho de noche y a mí la falta de sueño me está matando. Lautaro quiere el varón, y quiere que sean seguidos, pero yo necesito un año de descanso para arrancar de nuevo.
–¿El casamiento es una cuenta pendiente?
–Me encantaría, pero no es algo que quiera apurar. Para mí, el casamiento es sagrado y me gustaría que sea cuando él lo sienta y yo también.