Dos millones cuatrocientos mil seguidores y contando. Sorprende -o no tanto- la legión de fans que arrastró en Instagram Paige Spiranac, la golfista y modelo que convirtió al golf en su juguete sexual.
La rubia nacida en Wheat Ridge, Colorado, tuvo una corta etapa en el profesionalismo y no estuvo a la altura para volar alto, pero ahora seduce desde las redes sociales con sus particulares swings y provocativas vestimentas sobre el fairway. En su momento, su aparición generó mucha controversia en un deporte históricamente conservador, a tal punto que ella confesó que terminó odiándolo por no ser aceptada en ese ámbito.
En tiempos de cuarentena, más que nunca se enseña activa en las redes. Pero no solo se trata de una influencer que contonea su figura y transforma el putter en un elemento erótico: es una férrea defensora de los derechos de la mujer y especialista en aconsejar a grandes y chicos contra el ciberbullying. Como pudo, soportó este flagelo cuando logró colarse brevemente en la elite del golf a través de invitaciones de sponsors. Entonces, recibió una catarata de agresiones que la aterrorizaron y hasta la llevaron a pensar en «dejar de vivir», tal como le juró entre lágrimas a Sports Illustrated. Sin poseer hoy la tarjeta de ningún circuito de Estados Unidos o internacional -solo ganó un torneo menor en Scottsdale-, dedica su tiempo a promocionar su contenido online, siempre con temática golfística.
A Paige, de 27 años, se la compara con Anna Kournikova, aquella que sedujo en el WTA Tour sin haber ganado un título. Pero hay un abismo de distancia entre los méritos deportivos de una y otra. La tenista rusa fue Nº 8 del ranking mundial, alcanzó las semifinales de Wimbledon, los cuartos de final de Australia y avanzó a la segunda semana en el US Open y Roland Garros. En cambio, Spiranac jamás tuvo chances reales de llegar al LPGA Tour, el máximo circuito de golf femenino, más allá de sus promisorias actuaciones en el golf universitario. Y si jugó algún torneo importante -el Omega Masters de Dubai en 2015, por caso-, fue gracias a la invitación de auspiciantes, que buscaron atraer al público con el magnetismo de su belleza. No le fue bien en aquella cita: las vueltas de 77 y 79 la dejaron fuera del corte y finalizó 101ª entre 107. Volvieron a invitarla, pero su carrera deportiva se fue diluyendo luego, en paralelo con su imparable popularidad mediática.
Buena parte de las jugadoras del LPGA Tour le hicieron la guerra: ellas redoblaban esfuerzos para rendir al máximo en los torneos, para seguir una dieta, someterse a rigurosas rutinas de gimnasio y dar una imagen de profesionalismo lo más parecida a los varones, con el objeto de mejores bolsas de premios y mayor alcance mundial de la gira. Pero cuando vieron que Spiranac utilizaba la plataforma del golf para venderse y acaparaba toda la atención solo por sus curvas, intentaron apartarla. Sobre todo, pusieron el grito en el cielo tras aquellas invitaciones para jugar en Dubai y por haber sido tapa en 2016 de Golf Digest, la revista más prestigiosa dedicada a este deporte. No soportaron los atajos de la rubia, que acumulaba una enorme visibilidad frente a jugadoras mucho menos difundidas y que habían reunido suficientes méritos para ser catapultadas.
Para frenar aquella ola de sexismo en el circuito, el LPGA especificó en julio de 2017 su código de vestimenta, una declaración de principios que -se rumorea- fue fogoneada por varias golfistas importantes. Entonces, se prohibieron los escotes pronunciados y las calzas, «salvo que se llevasen debajo de un pantalón corto o falda». Acerca de las polleras, se estipuló que fueran «lo suficientemente largas como para que no se vea la zona trasera en ningún momento». Y también impidió los vaqueros «con agujeros o cortes». La asociación indicó que su objetivo era «que las jugadoras se presentaran de manera profesional para reflejar una imagen positiva para el deporte» y quienes incumplieran tendrían multas de 1000 dólares.
Acostumbrada a una extensa lista de agravios, Spiranac sintió otro duro golpe al prohibírsele la participación en un acto benéfico de su deporte por su look provocativo. Sucedió a principios de marzo: «Quería ayudar a una organización benéfica y regalarles palos de golf. Me respondieron: ‘Nos encantaría, pero por la forma en que los miembros de nuestra junta te ven, no puedes ayudar'». Después se descargó en su podcast «Playing A Round With Paige Renee»: «Quiero colaborar con los niños que no tienen nada, porque yo crecí sin tener nada, pero no lo puedo hacer por mi escote. Si uso una camiseta sin mangas ya estoy maldita, y soy la única. Nunca voy a sentir que encajo. Soy un paria». En el mismo espacio, se despachó con todo contra su deporte: «El golf es elitista, sofocante, exclusivo y lo odio porque no soy eso y nunca fui bienvenida. Todavía no soy bienvenida». Además, lamentó: «El golf es el peor lugar para mí porque soy exactamente lo contrario de todo lo que un golfista debería abarcar, debería ser y no soy».
La irrupción de esta clase de personajes enciende un debate: ¿Sirven para visualizar al golf femenino mundial o le generan un perjuicio por la cosificación de la mujer? Varias golfistas argentinas opinaron sobre el fenómeno, además de un dirigente de la AAG. Magdalena Simmermacher, la mejor rankeada entre las profesionales de nuestro país y que este año se ganó la tarjeta completa para el Tour Europeo, reflexiona: «Este deporte va por otro lado: es mucho más señorial, te inculca valores como el respeto y la lealtad. Y cuando vas a los torneos, la verdad es que la gente no está vestida así. Entonces, lo que Paige vende es su figura a partir del modelaje, porque se da cuenta de que funciona en las redes sociales. No te está explicando cómo hacer 64 golpes en una vuelta, sino que promociona su imagen para que le des like a la foto. Creo que no es la forma de difundir el golf femenino, porque las jugadoras no se van a vestir así para tener más repercusión en los medios».
Liliana Cammisa, también con un paso por el LET del Viejo Continente, opina: «Sus posteos atraen más la atención que muchos otros, pero no necesariamente repercuten luego en una mejora en las condiciones de competencia, mayores premios o más cantidad de torneos en el calendario anual. Tampoco eleva el nivel de las jugadoras. Aunque también entiendo que son las nuevas reglas de la industria del deporte, que principalmente recurre a las redes sociales para entretener». La cordobesa aclara: «Yo no lo haría; preferiría mostrar los valores del golf o mi día a día durante mi carrera».
Manuela Carbajo Re, ganadora de la medalla de bronce por equipos en los Panamericanos de Toronto 2015, lo mira de manera diferente: «Siempre la exposición del golf femenino ayuda porque se mete en los temas de conversación para que la gente opine; eso está bueno. Los posteos de Paige dan exposición a nuestro deporte y abren el debate de opiniones; luego, cada persona interpreta sus publicaciones a su manera». Carbajo Re, que también representó a Argentina en los Panamericanos de Lima 2019, amplía: «No me molesta y pasa en todos los deportes, más allá de que yo no comparto ni consumo ese tipo de media. Pero claramente hay muchas personas que sí lo consumen y les atrae, por eso es que ella atrapa a tantos seguidores. Sí me gustaría más visibilidad para las chicas del LPGA aunque por otros motivos: por su talento para el juego o porque atraviesan una gran temporada».
Nora Ventureira se consagró tres veces campeona argentina amateur (1986, 1988 y 2003) e integra la Comisión de Damas de la AAG: «Entiendo la postura de las jugadoras de la LPGA, porque mientras vos estás tratando de que los sponsors te reconozcan, que el circuito crezca y poder acercarse a los premios de los hombres -básicamente, que te tomen en serio-, de pronto aparece una chica de estas características y te tira todo el trabajo por la borda «. Sin embargo, hace una salvedad: «Hay muchas maneras de ganarse la vida con el golf: podés ser pegadora de long drive, hacer jueguitos, ser coach, entrenadora, jugadora y Paige encontró una veta que le debe reportar mucho dinero, lo cual me parece válido».
Mike Leeson, que presidió la AAG y hoy es su director ejecutivo, fue uno de los impulsores de que las mujeres tengan más preponderancia en la órbita de la entidad. «Evidentemente es una chica con un perfil muy alto: esa cantidad de seguidores en Instagram es increíble. Seguro que no es un factor negativo para el golf; ella se vende a sí misma, al margen de que no sea una embajadora de este deporte. El combo con el golf a ella le suma mucho, porque hizo todo su marketing a través de esta actividad. ¿Y qué le da ella? De alguna manera visualiza al golf de una manera a la que es muy difícil llegar y para un montón de gente que es complicado de alcanzar. No creo que ella nos reste. Incluso, aporta el hecho de desmitificar al golf en ese segmento de top models que son capaces de practicar un deporte».
¿Angel o demonio? Paige Spiranac demostró que el golf femenino puede ser visualizado por millones de personas ajenas a este deporte a solo un clic de distancia, pero solo a partir de una figura tan impactante como seductora. La cuestión está en las maneras de presentarlo, en las intenciones y en los beneficios reales para un ámbito que siempre estuvo bajo la sombra de los varones, con Tiger Woods como principal referente.
Por: Gastón Saiz.
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