La historia de una joven que refleja la guerra de su país.
Por Rod Nordland. Kabul, Afganistán — Khadija tiene 18 años actualmente, apenas un año más que la guerra afgana en sí, y ya ha estado casada tres veces —con tres hermanos.
Uno fue insurgente del talibán, abatido mientras combatía a los Marines de Estados Unidos. Uno fue oficial de Policía, muerto luchando contra el talibán. Uno fue intérprete para los Marines y ahora es perseguido por el talibán.
La historia de Khadija y los tres hermanos con los que se casó es un relato de guerra y tradición que es trágicamente afgano. Abarca el amargo arco narrativo de la guerra afgana en su lugar más violento, la provincia de Helmand, bastión talibán en el sur del país.
También es la historia de las mujeres de una sociedad que luchan contra la falta de opciones que su cultura les da en sus propias vidas. Su sociedad pashtun considera que es deber de los hermanos varones casarse con las viudas de sus hermanos —y deja a esas viudas con pocas alternativas más que obedecer, o perder a sus hijos y sus hogares.
El viaje de Khadija empezó en una comunidad agrícola sureña llamada Marja. Los granjeros allí cultivan principalmente la amapola de opio, y con regularidad pagan impuestos al talibán.
Incluso antes de nacer, Khadija fue comprometida para casarse con su primo hermano, Zia Ul Haq. Los padres de ambos eran hermanos y granjeros que vivían cerca uno del otro en Marja. A los 6 años, Khadija, que como la mayoría de las afganas rurales tiene un solo nombre, se casó formalmente con Haq, que era 15 años mayor —aunque el matrimonio no sería consumado hasta que ella llegara a los 11 años de edad o la pubertad, lo que sucediera primero, dijo la familia. El matrimonio infantil es ilegal, pero ampliamente tolerado en Afganistán.
Antes de que eso pudiera pasar, un ataque aéreo estadounidense impactó una casa cercana donde se decía que se escondían unos insurgentes talibanes en 2010. La metralla del ataque mató a la hermana de 8 años de su esposo, Farida. Tras el ataque, Haq se unió al talibán. “Le lavaron el cerebro”, dijo el hermano menor de Haq, Shamsullah Shamsuddin, de 19 años. “Al principio lo obligaron a unirse, pero luego lo convencieron”.
De vez en cuando, su hermano talibán los visitaba. Pero luego se volvió difícil hacerlo al tiempo que más Marines llegaban en tropel a Marja.
Pasó un año sin noticias del marido de Khadija hasta que una noche, una delegación talibán llegó con su cuerpo sin vida envuelto en un sudario y lo entregó a la familia.
Khadija era viuda a los 10 años de edad.
Dos de los otros hermanos de Haq se volvieron oficiales de Policía, porque el sueldo era bueno y había pocos empleos más en plena guerra.
Entonces Khadija se casó con uno de ellos: el hermano que le seguía en edad a Haq, Aminullah. Fue la decisión del padre de Khadija; ella sabía que no tenía elección en el asunto.
Aminullah, de 22 años, era legendario como combatiente con la Policía afgana, afirmaron sus familiares. “Sabía manejar todo tipo de arma pesada, y el talibán le tenía miedo”, externó Shamsuddin.
Khadija también habla con entusiasmo de Aminullah. “Prometió que cuando llegara a casa yo podría quitarme la burka, y me iba a traer ropa buena, y tendríamos una buena vida”, dijo. “Era un buen hombre y un buen esposo”.
Estaba embarazada de su hija cuando Aminullah no regresó, en 2014. Murió a causa de una bomba a la orilla de la carretera.
Shamsuddin dijo que la familia huyó de Marja y se mudó a Lashkar Gah. A los 14 años, Khadija dio a luz a su hija, Roqia. Tras esperar los cuatro meses y 10 días estipulados en el Corán tras la muerte de Aminullah, Khadija se casó con Shamsuddin en 2015.
Shamsuddin, que aprendió inglés gracias a las tropas de EE.UU., trabajaba como intérprete de los Marines. Ese empleo terminó cuando los Marines salieron de Afganistán en 2013. Hoy, Shamsuddin gana 5 dólares al día como chofer de un rickshaw.
Khadija y Shamsuddin tienen un hijo juntos, Sayed Rahman, de 1 año. Los talibanes tienen el número telefónico de Shamsuddin y a menudo le llaman, mencionó. “Dicen que me matarán y luego matarán a Sayed Rahman”.
“Mi esposa es muy fuerte. Una persona menos fuerte no habría sobrevivido lo que ella ha sobrevivido”, comentó. “No espera mucho de mí; económicamente no tengo mucho que darle, sólo buenas palabras y buena conducta. Aunque creo que los hombres deben golpear a las mujeres cuando no escuchan, nunca he tenido que pegarle”. Dijo que es una responsabilidad triste, casarse con la viuda de un hermano. “Cuando la miras, siempre ves a tu hermano”.
Fue una tristeza también para Khadija. “Alguna vez tuve sueños, pero no puedo hablar de mis sueños con nadie, porque soy mujer”, dijo. “Alguna vez quise estudiar y ser una mujer instruida que pudiera valerse por sí misma, pero en mi cultura no es posible. Ahora mi mayor sueño es que no quiero que el talibán mate a este esposo. Le pido a Dios que lo proteja”.
Sin embargo, para Khadija, su corazón siempre estará con Aminullah. “Ningún hombre me ha besado jamás excepto él”, señaló. “Ahora sólo puedo besar a mi hijo”. Cuando piensa en Aminullah, se le dificulta la respiración, aseguró. “Lloro cuando estoy a solas”.