En 1977, se registró la señal que sorprendió a todos y se consideró hasta hoy la máxima ilusión científica de civilización extraterrestre. 40 años después se volvió a estudiar para determinar de qué fenómeno se trataba en realidad.
El 15 de agosto de 1977, un radiotelescopio ubicado en la Universidad Estatal de Ohio detectó un fenómeno extraño, hasta entonces inédito. En medio del proyecto SETI, mientras exploraba las estrellas en la búsqueda de señales de civilizaciones alienígenas, el índice se disparó abruptamente.
El telescopio registró una señal muy potente que tan solo duró 72 segundos y después de ese día jamás volvió a ser detectada. Jerry Ehman, el astrónomo que estaba a cargo entonces, se sorprendió tanto que con una lapicera roja hizo un círculo en torno a los números y escribió al lado "Wow!". A partir de ese momento, pasaría a la posteridad como "la señal Wow!", la presunta mayor evidencia de vida extraterrestre.
Casi cuatro décadas después, en 2006, el astrónomo Antonio Paris se propuso indagar otra vez en la sorprendente señal y publicó un artículo junto a su colega Evan Davies en el que desestimaban la posibilidad de vida alienígena. En cambio, sugerían que había sido causada por un cometa que orbitaba el sistema solar interno.
El trabajo hacía hincapié en dos cometas: el 266P/Christensen y el P/2008 Y2 (Gibbs), ambos en el área donde se produjo "Wow!". Los dos contienen grandes nubes de hidrógeno a su alrededor, lo cual puede producir señales de una intensidad similar a la que tuvo lugar en 1977.
Decidido a probar su hipótesis, Paris llevó adelante un estudio que comenzó el 27 de noviembre de 2016 y terminó el pasado 24 de febrero. El Centro de Ciencia Planetaria realizó 200 observaciones del espectro de radio para llegar a una conclusión definitiva.
Los resultados fueron dados a conocer en los últimos días, en la revista de la Academia de las Ciencias de Washington. De acuerdo con las mediciones, "Wow!" nada tuvo que ver con un movimiento alienígena, sino que se ocasionó producto de la emisión del cometa 266P/Christensen, que se acercó a la Tierra en agosto de 1977.
El investigador estaba al tanto de que el cometa pasaría de nuevo cerca de la Tierra, en un periplo que repite cada siete años. Al comparar la señal "Wow!" con la última, descubrió que eran idénticas. De ese modo, desmanteló la máxima ilusión científica sobre vida alienígena.