Isla Mauricio, Argelia, Escocia, El Salvador, Pakistán, Birmania, Trinidad y Tobago. En 40 destinos repartidos en cuatro continentes, es posible encontrar personas que miren el mundo a través de cristales argentinos.
Aún en pandemia, la firma argentina Opulens continuó con la exportación de su tecnología de producción de lentes oftálmicos e incluso cerró recientemente un contrato con la armada estadounidense para proveer a los miembros de esa fuerza.
Mauro Stabile, CEO de Opulens, dice que la suya es una empresa que «nació en un garage» pero, en rigor, nació a principios de los noventa en la habitación que compartía con su hermano Diego en la casa familiar de Pilar. Por esos años su hermana atravesó dos trasplantes de córnea, lo que los hizo conocer de golpe el mercado de la óptica y sus oportunidades.
Los hermanos Stabile empezaron primero a vender productos a comisión, luego a distribuir y luego a fabricar en un laboratorio propio. Sin embargo, el gran salto llegaría con el desarrollo de su propia tecnología de diseño de lentes, la que hoy exportan como servicio y con la que se producen alrededor de tres millones de pares al mes en todo el mundo.
En 2003, en una feria internacional del sector, Mauro Stabile vio el prototipo de una compañía alemana de una tecnología que, dice, «iba a revolucionar el mercado» porque ofrecía la posibilidad de fabricar lentes en forma personalizada, de moldearlas una a una con tecnología digital. Es decir, diseñar primero la topografía del lente en un software y mandar esas coordenadas para fabricarlas luego en la línea de producción.
«Cuando tengan el producto terminado vengan a la Argentina que nos interesa», le dijo Stabile. CEO de Opulens, y tres años más tarde recibió la visita. «Nos financiaron una inversión de cerca de US$1 millón y nos convertimos en la primera empresa en América en tener ese tipo de tecnología», cuenta. Sin embargo, el empresario sabía que la ventaja competitiva no duraría para siempre, sino hasta que los competidores también invirtieran en esa tecnología.
¿Por qué la Argentina no va a tener capacidad de desarrollar su propia tecnología? ¿Por qué no formar un departamento de I+D con científicos locales?, se preguntó Stabile, que se sorprendió con lo que encontró cuando salió a buscar. «Había científicos de renombre mundial en términos de física y física óptica. De hecho, eran algunos de los más eruditos del mundo», apunta.
En 2008 Opulens formó un departamento de I+D con físicos, matemáticos, ingenieros informáticos, profesionales de la visión, analistas de sistemas y especialistas en computación científica y en 2015, después de mucha prueba y error e incluso momentos en que el proyecto parecía inviable, hicieron las primeras pruebas para hacer el diseño y la calculación digital de los lentes con tecnología propia.
«Nuestra idea inicial era ser competitivos con el mundo y nos encontramos que teníamos un producto que en los equipos de mapeo, control, medición nos daba mejor que lo que había en el mundo. Desconfiábamos de los equipos», recuerda Stabile que entonces avanzó con una prueba de análisis clínicos en pacientes muy exhaustiva. «Efectivamente, dio que teníamos un producto con ventaja competitiva a nivel científico», añade.
Con la nueva tecnología ya en las manos, llamada Novar, la empresa empezó a recorrer ferias internacionales y comenzó a sumar clientes. Hoy con su tecnología se producen lentes en 40 puntos del mundo. Son 40 laboratorios que cada vez que necesitan hacer un lente -en Hong Kong, en Sudáfrica o en Italia- se conectan a un servidor que en 20 segundos, sobre los datos de la receta oftálmica, les hace el cálculo y les devuelve el diseño que deben materializar en la línea de producción.
Así, Opulens fabrica lentes solamente para la Argentina, porque se realizan uno a uno a partir de las órdenes médicas que les llegan desde las ópticas, pero vende la tecnología con que los produce a todo el mundo. Solo en Corea hay un laboratorio que produce con su tecnología 25.000 pares de lentes al mes y Stabile calcula que en el mundo se producen más de tres millones de pares de lentes con ADN argentino al año. La empresa les cobra por cada cálculo un valor que ronda el 1% del valor final del anteojo y factura alrededor de US$5 millones al año.
«Es un negocio muy escalable e implica salir con la valija a recorrer el mundo», dice. Sin embargo, la parálisis de la pandemia no frenó el negocio. Este año Opulens cerró un trato con la armada norteamericana, que contrató su tecnología para la mutual de la fuerza.
Para el año próximo, Opulens tiene proyectado dar un nuevo salto con la inclusión de inteligencia artificial IA en su proceso, lo que la convertiría en la primera empresa del mundo en diseñar con esta tecnología. Además, sumará a las oficinas que ya tiene en Buenos Aires, Pilar, Córdoba y Miami otras en Europa, Asia y en la costa oeste de Estados Unidos.
«En el mundo hay solo cuatro fábricas de equipos y nueve empresas de diseño de lentes oftálmicas. Nosotros competimos con un puñado de empresas del mundo que en algunos casos tienen 50.000 empleados. Los corremos de atrás y hay veces que descreen de dónde venimos», apunta Stabile, para quien la Argentina necesita desarrollar una mejor musculatura de complementariedad entre el ámbito científico y el productivo. «Me di cuenta de que en el país tenemos muchísimo talento -dice-. No tenemos a un solo Messi, sino a muchos, y solo hay que ponerlos en la cancha a jugar».
Por: Delfina Torres Cabreros
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