Restan miles, o millones de años, pero tarde o temprano sucederá. La vida sobre la Tierra se extinguirá definitivamente y el planeta, o lo que quede de él, se convertirá en una roca solitaria carente de cualquier tipo de existencia.
Nadie sabe con exactitud cuándo sucederá este descomunal apocalipsis, pero la ciencia tiene sus propias teorías sobre cuáles podrían ser los eventos que acabarán con los seres vivos que habitan el tercer planeta desde el Sol, a la sazón, nuestro hogar en el universo.
Como era de suponer, todos los finales posibles se presentan como globalmente catastróficos y devastadores. Y aunque algunos procesos de extinción pueden ser lentos, en tiempos geológicos, no darán lugar a la esperanza.
El fin de la vida seguro e inevitable se dará cuando el Sol envejezca, dentro de unos 1000 millones de años. Pero antes puede haber otros acontecimientos igualmente letales. Entre ellos, se cuentan principalmente tres: el choque de un asteroide gigante contra la Tierra, un proceso de desoxigenación del planeta y, por último, que la atmósfera terrestre sea alcanzada por un estallido de rayos gamma, una violenta explosión con características particulares que se produce en algún lugar del universo.
La caída de un asteroide de unos 10 kilómetros de diámetro sobre la Tierra hace 66 millones de años acabó con la vida de los dinosaurios y de gran cantidad de especies que existían sobre el planeta. Ese cataclismo terminó siendo vital para la aparición y evolución del hombre y de otros mamíferos cuyos antepasados, de otro modo, hubieran debido vivir ocultos para siempre de los ataques de los gigantescos saurios.
Pero lo que indirectamente benefició al homo sapiens también podría ser lo que determine su extinción. Pese a que no es algo que pudiera ocurrir pronto, y las posibilidades son remotas para los próximos miles de años, otro asteroide podría determinar el final del juego para todos los seres vivos de la Tierra.
De todas formas, no hay que desesperar. De acuerdo con el registro geológico de impactos cósmicos de la NASA, la Tierra es golpeada por un gran asteroide aproximadamente una vez cada 50 o 100 millones de años. Además, para acabar con la totalidad de la vida en nuestro mundo haría falta que el impacto fuera realizado por una roca verdaderamente grande. Mucho mayor que la que acabó con los dinosaurios.
Según un informe publicado en la revista Nature en 2017, para aniquilar a toda la vida sobre la tierra, el impacto debe ser acometido por un asteroide que sea capaz, por su tamaño, de hacer hervir las aguas de los océanos. Algo similar a lo que aconteció cuando el planeta era mucho más joven, hace 3300 millones de años y recibió el impacto de grandes rocas espaciales.
Para acabar por completo ocn la vida en la Tierra, el asteroide que impacte el planeta deberá tener un tamaño de por lo menos 50 kilómetros de diámetro
Para acabar por completo con la vida en la Tierra, el asteroide que impacte el planeta deberá tener un tamaño de por lo menos 50 kilómetros de diámetro
Los científicos que reconstruyeron estos eventos antiquísimos calcularon que estos asteroides medían entre 50 y 100 kilómetros de diámetro y cayeron a la tierra a una velocidad de unos 36.000 kilómetros por hora. Esto provocó que la superficie de los océanos hirviera por un año entero, y que la temperatura del ambiente se elevara a unos 900 grados celcius.
Ahora bien, ¿cómo se relaciona la elevación de las temperaturas de las aguas con el impacto de un asteroide sobre la Tierra? Estefanía Coluccio Leskow, doctora en física, explica el fenómeno en diálogo con LA NACION. “Cuando cualquier cosa impacta con otra -imaginemos dos autos que vienen a toda velocidad, chocan de frente, se destrozan y se frenan- toda la energía que tenían por su movimiento, llamada cinética, se transforma en energía térmica. Imaginate el asteroide que viene con un montón de velocidad, choca con la Tierra y se frena. Toda la energía que libera pasa a deformar parte de la tierra y a calentar, por ejemplo, el océano”.
Además de calentar enormemente los océanos, que ya de por sí pondría en dificultades a la supervivencia en el planeta, otros de los efectos del choque de un gran asteroide contra la superficie terrestre serían: la evaporación del agua de los mares, la generación de intensos tsunamis y terremotos, y la formación de una enorme nube de polvo que cubriría el Sol por decenas de años. Todo lo que podría ocasionar, sin dudas, el final de los tiempos para la vida terrestre.
Pero a favor de las buenas noticias, hay que decir que existen solo dos asteroides en el sistema solar con el tamaño suficiente como para provocar un cataclismo tan descomunal.
Son los llamados Pallas y Vesta, que se encuentran orbitando en el ”cinturón de asteroides”, ubicado entre Marte y Júpiter. Y por el momento, no hay probabilidades de que ni estos ni otros asteroides más pequeños, colisionen con nuestro planeta.
El proceso de desoxigenación básicamente significa que en algún momento en el futuro la atmósfera terrestre podría perder toda presencia de oxígeno, lo que causaría la muerte de todos los seres vivos. Este sería un fenómeno opuesto al que sucedió hace unos 2300 millones de años, cuando un fenómeno llamado gran evento de oxidación dotó de este vital gas a nuestro planeta.
En aquel entonces, una gran cantidad de microorganismos conocidos como cianobacterias o algas verdiazules fueron las primeros seres en realizar el procedimiento de la fotosíntesis, y de esta manera enriquecieron la atmósfera con el oxígeno que permitió la generación de más vida.
Pero hace unos 450 millones de años hubo un proceso inverso, en el que el oxígeno comenzó a menguar en el planeta y sus niveles bajaron de manera considerable. Este déficit se mantuvo por millones de años y produjo una debacle que acabó con el 80% de las especies.
El proceso fue conocido como extinción masiva del período Ordovícico Tardío, y todavía no hay respuestas claras sobre por qué ocurrió.
Las teorías para explicar el hecho, publicadas por la revista Astronomy, señalan que durante este período geológico los continentes eran una masa desordenada llamada Gondwana. La mayoría de la vida estaba en los océanos, y las plantas comenzaban a emerger en la tierra. Pero cerca del final del Ordovícico un cambio climático extremo dejó al supercontinente cubierto de glaciares.
El enfriamiento global fue una causa suficiente para comenzar a eliminar especies. Pero luego, hubo un segundo pulso de extinción que provocó que los niveles de oxígeno se desplomaran, especialmente en los mares. Posiblemente los glaciares fueron la causa de la baja del nivel de los oceános y de la anoxia -falta de oxígeno- marina, pero todavía no hay definiciones científicas certeras sobre este tema. También se habla de un proceso de calentamiento posterior a la glaciación y de eventos volcánicos. Y otra teoría señala que la causa pudo ser un estallido de rayos gamma, pero aún no ha podido probarse.
Pero, otra vez en la posibilidad de la extinción de la vida en la Tierra, es sensato pensar que si una vez hubo una desoxigenación, podría llegar a haber otra en el futuro. Algunos investigadores aseguran que el cambio climático ya provoca la reducción del oxígeno en los océanos, y está matando potencialmente a especies marinas. Es algo para tener en cuenta, sin dudas, pero de ahí a llegar a la extinción masiva hay, afortunadamente, un largo trecho.
Que un estallido de rayos gamma alcance a nuestro planeta sería un evento bastante improbable. Pero si eso sucediera, podría tratarse de un acontecimiento que acabe para siempre con la vida en la Tierra. El efecto no sería inmediato, pero sí letal.
Los estallidos de rayos gamma (GRB) son explosiones violentas que se producen en algún lugar del cosmos y envían haces de rayos gamma poderosamente energéticos a través del espacio. Hasta ahora, estos fenómenos solamente se detectaron en otras galaxias, nunca fehacientemente en la Vía Láctea, que es la que habitamos.
Se cree que estos estallidos pueden producirse cuando dos objetos altamente magnetizados, como agujeros negros o estrellas de neutrones chocan y sus campos magnéticos se unen. Esta acción genera enormes “rayos” que se extienden por muchos años luz de espacio y que se originan en la colisión. También puede ocurrir cuando una estrella supermasiva colapsa.
Si uno de estos GRB ocurrieran en la Vía Láctea, y a una distancia no muy lejana a la Tierra, y si se diera también la desafortunada coincidencia de que haz de rayos gamma saliera despedido hacia nuestro planeta, podría causar una extinción masiva.
“En el espectro de la radiación electromagnética -dependiendo la frecuencia tenés la luz, los rayos infrarrojos, los ultravioleta, los del microondas, etc.-, los rayos gamma son los más energéticos de todos. Generan un montón de radiación, que provoca mutaciones genéticas. Podés morir como Madame Curie que estuvo expuesta a radiaciones menores que la radiación gamma. Esa radiación destruiría las células del cuerpo”, explica Coluccio Leskow.
Además de los efectos sobre la vida en sí, el proceso destructivo de un GRB sobre la Tierra comenzaría más arriba. Los cálculos señalan que uno de estos estallidos de rayos gamma apuntando a nuestro planeta podrían durar apenas 10 segundos, pero que esa sola radiación podría destruir al menos la mitad de la capa de ozono. Esto provocaría un fuerte debilitamiento del protector solar natural que cubre la Tierra contra los rayos ultravioleta y otras radiaciones solares, lo que liquidaría un gran número de especies y generaría estragos en las cadenas alimentarias.
Un GRB terminaría con las formas de vida de los niveles superiores del océano, que aportan buena parte del oxígeno a la atmósfera. Además, los fotones, o rayos gammas, romperían las partículas de oxígeno y nitrógeno, que pasarían a ser dióxido de nitrógeno, importante en la producción del smog que flota en las ciudades muy contaminadas. Con esta sustancia cubriendo el planeta se bloquearía la luz solar y la Tierra entraría en una nueva -y fatal- era de hielo.
Pero se puede mantener la calma: se estima que en nuestra galaxia o en una galaxia cercana, ocurre un GRB una vez cada 5 millones de años, aproximadamente. Además, según lo que informa el sitio científico y educativo estadounidense ThoughtCo, nuestro planeta se encuentra en un lugar de la galaxia en el que son raras las estrellas supermasivas y donde los sistemas de objetos binarios que pueden producir un GRB no están peligrosamente cerca.
En caso de que no ocurran los eventos enunciados arriba, en unos 1000 millones de años, indefectiblemente, todo acabará en nuestro planeta. Será cuando en su proceso de envejecimiento, el Sol aumente su brillo y la intensidad de sus rayos afecte directamente la Tierra.
El problema será que el calor del astro rey causará reacciones químicas que eliminarán cantidades significativas de dióxido de carbono del aire. Esta degradación provocará la muerte de todos los vegetales que viven a partir del proceso de fotosíntesis, ya que no tendrán el material básico para realizar el proceso.
A partir de allí, y con la falta de oxígeno consecuente, la cadena alimenticia sufrirá sus consecuentes tropiezos y la vida del resto de las especies se complicará profundamente. Además, el planeta se sobrecalentará, lo que producirá un efecto invernadero incontrolado, la evaporación de los océanos y más calentamiento.
El proceso completo de desoxigenación por todos estos fenómenos llevará, según los expertos, un total de 10.000 años. Entonces sí, la extinción será total y definitiva. Pero posiblemente para entonces la humanidad ya se habrá despedido de la Tierra para habitar otros planetas. Tiempo para hacerlo -1000 millones de años-, le sobra.
Germán Wille
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