Los analistas militares creen que, si esas conversaciones fracasan, antes de fin de enero se producirá el avance de las tropas rusas.
Rusia ya desplegó todo su poderío militar y podría comenzar en cualquier momento su largamente anunciada invasión de Ucrania. Lo confirmó el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken: “podría ser en muy poco tiempo”. El ministerio de Defensa ucraniano calcula que hay unos 127.000 soldados rusos en sus fronteras, baterías de misiles de corto y mediano alcance, al menos dos grandes hospitales de campaña, submarinos y barcos en el Mar Negro y miles de tanques estacionados al lado de las rutas de acceso. Un despliegue que el mundo no veía desde los preparativos de las fuerzas armadas estadounidenses previos a la Guerra de Irak.
En una visita a Kiev para mostrar su apoyo a Ucrania, Blinken dijo que los ucranianos deberían prepararse para días difíciles. También aseguró que Washington seguiría proporcionando ayuda en materia de defensa a las fuerzas armadas ucranianas y renovó la promesa de imponer severas sanciones a Rusia en caso de una nueva invasión. Una declaración que reafirma que Estados Unidos no está dispuesto a enviar tropas para enfrentar a los invasores. Tampoco lo haría el resto de los ejércitos de los países integrantes de la OTAN, la alianza militar occidental.
Desde el Kremlin, un portavoz aceptó que la tensión en torno a Ucrania estaba aumentando y que Rusia seguía esperando una respuesta por escrito de Estados Unidos a sus amplias exigencias de garantías de seguridad por parte de Occidente. El presidente Vladimir Putin quiere un acuerdo a largo plazo de que Ucrania no se va a unir ni a la Unión Europea ni a la OTAN. Está convencido de que, si eso sucediera, la seguridad rusa estaría comprometida. Cuando el gobierno de Kiev quiso acercarse a la UE en 2014, Putin respondió invadiendo y anexionando la península de Crimea y desató una guerra secesionista en la región de Donbás.
Las declaraciones pesimistas de uno y otro lado mostraron el abismo existente entre Washington y Moscú -tras tres rondas de negociaciones en los últimos días-, mientras Blinken se prepara para una reunión con el canciller ruso, Sergei Lavrov, el viernes, que un analista ruso de política exterior calificó de “probablemente la última parada antes del choque de trenes”. El jefe de la diplomacia estadounidense prometió continuar con sus “esfuerzos incesantes para evitar una nueva agresión” y aseguró que el despliegue militar ruso se estaba produciendo “sin provocación, sin razón”. El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, respondió que “los envíos de armas de Occidente a Ucrania, las maniobras militares y los vuelos de aviones de la OTAN” eran los culpables del aumento de las tensiones en torno a Ucrania. Mientras que el vicecanciller ruso, Sergei Ryabkov, intentó bajar el tono de la disputa diciendo que él no creía que hubiera riesgo de “una guerra a gran escala”.
Varios análisis de agencias de inteligencia europeas y privadas indican que aún le faltan unos días a Rusia para terminar el despliegue de las unidades logísticas y los 175.000 soldados que necesitaría para lanzar un ataque coordinado. Aunque mantienen la fecha de la posible acción para fines de enero. Mientras tanto, con la excusa de realizar ejercicios militares conjuntos, se siguen acumulando tropas rusas en la aliada incondicional de Moscú, la Bielorrusia del dictador Alexander Lukashenko. Esto permitiría a los generales rusos atacar a la vecina Ucrania desde el norte, el este y el sur.
“La fuerza completa del grupo terrestre de las RF-AF (Fuerzas Armadas de la Federación Rusa) en la dirección de Ucrania es de más de 94.000 efectivos. Junto con el componente marítimo y aéreo, el número total de personal es de más de 127.000 soldados”, dice la evaluación de la defensa ucraniana de acuerdo a un informe revelado por CNN. Moscú cuenta también con el apoyo de unos 35.000 rebeldes de la región de Dombás y otros 3.000 militares se encuentran allí para ccapacitar a los separatistas. También hay 36 baterías de lanzamiento de misiles tácticos-operativos Iskander, que pueden alcanzar objetivos a 500/700 kilómetros de distancia. Podrían alcanzar Kiev, la capital, desde cualquier ubicación en las fronteras.
Estados Unidos está reforzando las defensas ucranianas. El presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskiy, agradeció a Blinken en Kiev el incremento de la ayuda militar, que incluye misiles antitanques Javelin. El presidente Joe Biden autorizó 200 millones de dólares adicionales. Gran Bretaña también está entregando misiles para detener el avance de los tanques y se espera que llegue más armamento pesado desde Alemania y Francia.
El presidente francés, Emmanuel Macron, dijo que la Unión Europea debía proporcionar toda la ayuda posible a Ucrania. Ucrania tiene un ejército de 145.000 personas, según el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS), pero también se estima que hay 300.000 veteranos del conflicto de baja intensidad en la región de Donbás. Y las encuestas dicen que un tercio de los ciudadanos ucranianos estarían dispuestos a emprender la “resistencia armada”. “Una defensa firme requeriría al menos una fuerza de 325.000 efectivos, un contrainsurgente por cada 20 habitantes”, dice el informe del Instituto para el Estudio de la Guerra de Washington.
El hecho que aumentó la preocupación en Europa y la posibilidad de que se aproxime la invasión fue el conocimiento de la entrada de las tropas rusas en territorio bielorruso. “Este debe ser considerado como un teatro de operaciones en toda regla que Rusia puede utilizar para ampliar la agresión contra Ucrania”, dice el documento de la inteligencia militar ucraniana. Desde allí podrían sortear la barrera del río Dniéper, que corta en dos el territorio ucraniano y llegar muy fácilmente a la capital ucraniana. Rusia cuenta con el apoyo incondicional de Alexander Lukashenko, que permanece en el poder gracias al respaldo de Vladimir Putin, e hizo suya la causa ucraniana. En un discurso con motivo de la Navidad ortodoxa, el 7 de enero, el presidente bielorruso dijo que su país “haría todo lo posible para recuperar Ucrania”.
“Rusia está aprovechando la vulnerabilidad Lukashenko y recurriendo a algunos de esos pagarés acumulados”, dijo un funcionario del Departamento de Defensa estadounidense citado por Reuters. “El momento es notable y, por supuesto, suscita la preocupación de que Rusia incluso pudiera iniciar una invasión relámpago desde el norte, dejando las tropas del Este y el Sur como disuasivas”.
Las fuerzas mecanizadas rusas tendrían como objetivo rodear Kiev desde el oeste. Una de las rutas es atravesar los pantanos de Pripet, que se congelan en invierno, y la zona de Chernóbil, algo que no se considera una gran complicación para un ejército moderno capaz de operar en una zona de radiación. Aún no hay evidencias, pero los analistas militares indican que un despliegue importante de fuerzas mecanizadas en la zona bielorrusa de Baranovichy “sería una señal muy clara de que Putin se está preparando para actuar y no sólo disuadir”.
E incluso si no invade por ese sector, una guarnición militar rusa permanente en Bielorrusia tendría ventajas para el Kremlin, como una amenaza potencial no sólo para Ucrania sino también para los estados bálticos del norte. Crearía “una gran base militar que daría a Rusia el dominio aéreo sobre el flanco oriental de la OTAN”, dijo a The Guardian Orysia Lutsevych, investigadora del centro de estudios Chatham House.
El último intento por encontrar un acuerdo que termine con la amenaza rusa sobre Ucrania será este viernes cuando el secretario Blinken se reúna en Ginebra con su par ruso, el experimentado Lavrov. Por lo que se sabe, las diferencias son aún muy grandes. Putin pretende que Washington se comprometa a que la OTAN no tendrá nuevos miembros y que jamás se expandirá hacia países desprendidos de la ex Unión Soviética y que Moscú considera de su “patio trasero”. El veterano ex diplomático ruso Vladimir Frolov, lo puso así: “La reunión Lavrov-Blinken es probablemente la última parada antes del choque de trenes. Pero las esperanzas son escasas, las posiciones son incompatibles. Creo que, salvo que Estados Unidos se rinda y entregue Ucrania a Rusia, algún tipo de opción militar es ya casi inevitable”.
Gustavo Sierra
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