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Para entender el conflicto Israel-Palestina: la sombra de Irán y la amenaza terrorista de Hezbollah

El régimen de Teherán sabe que no puede enfrentar directamente a Israel y Estados Unidos, por eso desde su llegada al poder se convirtió en el principal promotor del extremismo islámico para debilitar a sus enemigos.

Por: Lucas Goyret

Pocas horas después de los ataques terroristas de Hamas perpetrados el pasado 7 de octubre contra Israel, se sumó otro actor que también constituye una amenaza constante para el país hebreo: Hezbollah. Si bien por el momento no hay una guerra abierta con el grupo extremista libanés, en los últimos días hubo ataques y acusaciones cruzadas que elevaron la tensión en la frontera.

Tras un nuevo ataque de Hezbollah desde Líbano, el ejército israelí advirtió que el grupo terrorista “asumirá las consecuencias”
Mientras la respuesta militar israelí tiene como objetivo principal debilitar al máximo a Hamas en la Franja de Gaza, y se mantiene en alerta ante cada movimiento de Hezbollah, el Gobierno no pierde de vista al régimen de Irán. Razones no le faltan. La República Islámica es el principal patrocinador de esos grupos terroristas y no oculta su ferviente deseo de que el Estado de Israel deje de existir. De hecho, las autoridades persas celebraron y apoyaron la masacre llevada a cabo por los extremistas palestinos, en la que murieron más de mil judíos.

Aaron Pilkington, analista de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos, consideró que sólo habrá un vencedor en la guerra entre Israel y Hamas. Según indicó, mientras aumenta el número de víctimas israelíes y palestinos, sólo se habrán beneficiado los intereses de un país: Irán.

Israel-Irán: dos países que pasaron de aliados a enemigos acérrimos

El mapa geopolítico tuvo un cambio abrupto el 16 de enero de 1979. En medio de un creciente descontento social por la crisis que atravesaba el país, y con el ayatolá Ruhollah Musavi Jomeini cada vez con más poder y aceptación popular desde su exilio, fue derrocado Mohammad Reza Pahlevi, el Sha de Irán, poniendo fin a 37 años de reinado y a 2.500 años de monarquía.

El Sha tenía un estrecho vínculo con Occidente, en particular con Estados Unidos, y también mantenía buenas relaciones con Israel. Lo opuesto al régimen de los ayatolás, que veían a esos dos países como la representación de la inmoralidad, la injusticia y la mayor amenaza para Irán. Los clérigos llegaban al Gobierno, además, con el apoyo a la causa palestina como uno de los ejes centrales de su mensaje revolucionario y con un ferviente mensaje antioccidental y antiisraelí.

A poco de asumir, Jomeini envió un mensaje contundente: “Deberíamos esforzarnos por exportar nuestra revolución al mundo. Vamos a confrontar al mundo con nuestra ideología”. El propio Akbar Hashemi Rafsanjani, ex presidente de Irán, reconoció que el régimen necesitaba exportar su ideología teocrática para evitar correr el riesgo de convertirse “en un país cualquiera”.

Tres años más tarde, en 1982, Israel invade Líbano en respuesta a los ataques palestinos perpetrados desde territorio libanés. Teherán, que años tras años recrudecía su discurso contra Israel, aprovechó ese contexto de conflicto para expandir su influencia en la región y desafiar a Washington y Tel Aviv.

Así, la República Islámica desplegó en el Líbano a unos 1.500 miembros del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC, por sus siglas en inglés), una rama del Ejército persa, para apoyar a militantes libaneses y palestinos. En el valle de Bekaa, los uniformados iraníes instruyeron a los combatientes chiitas en religión, ideología revolucionaria y tácticas de guerrillas.

El resultado de esa cooperación fue la creación del grupo extremista libanés Hezbollah (“Partido de Dios”). El régimen iraní, que en reiteradas oportunidades amenazó con destruir algún día el Estado de Israel, creó a esa organización como la rama en el extranjero de la Guardia Revolucionaria.

La amenaza permanente de Hezbollah

Con su gran número de población chiita, Líbano era el lugar perfecto para que Irán exportara su revolución. Hezbollah nació como una confederación de células islamistas con distintos nombres; con el tiempo se convirtió en un partido político, un movimiento religioso y social del Islam chiita, la mayor milicia libanesa, y una de las organizaciones terroristas más temidas a nivel mundial.

“Desde el año 1982, Hezbollah ha construido una extensa red global que se sostiene con operativos y apoyos provenientes principalmente de las comunidades de diásporas chiitas libanesas”, explica Matthew Levitt, ex analista antiterrorista en el FBI y autor del libro “Hezbollah. Las huellas en el mundo del Partido de Dios”.

En esos primeros años diplomáticos iraníes y funcionarios paramilitares ocuparon altos cargos en la organización libanesa.

Según indica Levitt, en la década de los 80 la organización comenzó a “estudiar los intereses occidentales en el Líbano, planeando poner bombas en embajadas y cuarteles militares, secuestrar a occidentales y a aviones”.

En efecto, el primer gran golpe lo dio el 18 de abril de 1983. Ese día fueron asesinadas 63 personas, entre ellas 17 norteamericanos, tras un atentado con coche bomba contra la embajada de Estados Unidos en Beirut. Apenas seis meses más tarde, los terroristas realizaron dos ataques simultáneos: uno contra el cuartel general de los Marines norteamericanos, y otro contra el edificio de la Fuerza Multinacional Francesa, también en la capital libanesa, provocando un total de 299 muertos. El FBI determinó que el atentado contra el cuartel de los Marines no sólo representó el ataque terrorista más mortífero contra objetivos norteamericanos, sino también la explosión no nuclear más grande que se registrara desde la Segunda Guerra Mundial.

La violencia siguió a la orden del día. El 20 de septiembre de 1984 Hezbollah volvió a atacar la nueva sede diplomática de Estados Unidos, causando 24 víctimas.

Un año más tarde, terroristas de la organización libanesa secuestraron el vuelo 847 de TWA de Atenas a Roma.

La brutalidad de los ataques perpetrados por Hezbollah daban cuenta de la influencia que empezaba a conseguir el régimen de Irán en Medio Oriente. De hecho, en febrero de 1985, la CIA advirtió que “el terrorismo patrocinado por Irán” representaba la mayor amenaza para el personal y las instalaciones norteamericanas en la región.

Por esos años las autoridades norteamericanas identificaron a Imad Mughniyeh como jefe de operaciones y cerebro terrorista de Hezbollah, mientras que Mohammad Hussein Fadlallah fue apuntado como una de las figuras espirituales fundadoras de la organización. Pese a su estrecha relación con Irán, la inteligencia de Estados Unidos concluyó que Fadlallah, más allá de buscar un Estado Islámico en el Líbano, también reconocía la necesidad de mantener la diversidad religiosa en el país. Pero en la organización había voces más radicales, como la del entonces responsable de seguridad Hassan Nasrallah -actual jefe de Hezbollah-, quien lidera al grupo terrorista desde 1992.

Levitt subraya que a partir de las década de los 90 “se amplió el alcance de los operativos, llegando a Europa y Sudamérica”. Por esos años Mughniyeh volvió a aparecer en la escena como responsable de los atentados contra la Embajada de Israel y la AMIA en Buenos Aires, en los que murieron más de 100 personas.

“El papel de Hezbollah en la guerra en la sombra de Irán ha convertido al grupo en una peligrosa red terrorista capaz de operar en cualquier lugar de Europa, África, Asia y América”, escribe Levitt.

En 2006 hubo una breve guerra entre Hezbollah e Israel. Sin embargo, durante la última década casi toda la actividad del grupo terrorista se dio fuera de las fronteras del Líbano. También ha tenido -y sigue teniendo- una fuerte implicación en la guerra civil siria, a favor del dictador Bashar al Assad, quien también es respaldado por el régimen de Irán.

Hezbollah recibe por año cientos de millones de dólares por parte de Irán. Pese a sus crisis y a las fuertes sanciones económicas impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea (UE), la República Islámica nunca dejó de financiar a Hezbollah. Es que para Teherán el grupo terrorista libanés es parte fundamental de la estructura estatal persa. El propio Nasrallah, en medio del colapso de la economía libanesa, aseguró que mientras Irán tenga dinero, Hezbollah también lo tendrá.

La organización también ha diversificado sus ingresos a partir del crimen organizado, con actividades que van desde narcotráfico hasta el contrabando y el lavado de dinero. En Sudamérica, en tanto, tiene una fuerte presencia en la Triple Frontera, donde convergen Argentina, Paraguay y Brasil.

“A través de Hezbolá, Irán se ha hecho con el control de las instituciones del Estado libanés y lo ha convertido en un Estado fallido cuya estabilidad se ha derrumbado en medio de una grave corrupción económica y política que amenaza con su desaparición”, señala Shimon Shapira, ex secretario militar de Israel y autor del libro “Hezbollah: entre Irán y Líbano”.

Mientras fomenta esa inestabilidad puertas adentro en Líbano, y amplía su extensa red terrorista en todo el mundo, Hezbollah también mantiene la amenaza permanente en la frontera con Israel. Su modus operandi es similar al de Hamas, con constantes lanzamientos de cohetes, y hasta llegó a construir decenas de túneles para infiltrar terroristas en suelo israelí. Los terroristas, incluso, reciben de Irán gran cantidad de armamento, como misiles de largo alcance, que con el paso del tiempo se han vuelto más precisos y sofisticados. La instrucción es clara: Hezbollah debe usarlos para atacar a Israel apenas el Ejército israelí ataque las instalaciones nucleares iraníes. Israel, que se opone al acuerdo nuclear entre Teherán y Occidente, viene denunciando hace años que el régimen persa busca desarrollar una bomba atómica.

Por su parte, Irán también dirigente una sofisticada red de contrabando de armas para los terroristas de Hamas en Gaza.

Los analistas denominan a esa alianza extremista que conforman Irán, Hezbollah y Hamas como el “Eje de Resistencia” contra Israel y Estados Unidos. Irán sabe que no puede arriesgarse a enfrentar directamente a Washington y Tel Aviv, por eso fomenta y financia las actividades terroristas para debilitar y atacar a sus enemigos.

Tras los ataques del grupo terrorista palestino y las inmediatas reacciones de Hezbollah e Irán, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu les envió un contundente mensaje en medio del clima de extrema tensión: “Tenemos un mensaje para Irán y Hezbollah: no nos pongan a prueba en el norte. No repitan errores del pasado porque el precio que pagarán será mucho peor”.

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