“A veces, al hablar de propiedad privada olvidamos que es un derecho secundario, que depende de este derecho primario, que es el destino universal de los bienes”, apuntó el jefe político de la Iglesia Católica.
Les recordó asimismo a los empresarios que su “verdadera vocación” es “producir riqueza al servicio de todos”.
Palabras que mundialmente fueron criticadas tanto por empresarios como partidos de izquierda, que acusaron al Papa argentino de demagogo, y de exhibir una doble moral cuando el Vaticano se sustenta justamente con ganancias inmobiliarias.
Imperio inmobiliario
Con locaciones prestigiosas en París, Londres y Ginebra, y más de 3.000 propiedades en Roma: el Vaticano es un verdadero imperio inmobiliario.
Pero el Nunzio Galantino, quien encabeza la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA) y fue contratado hace dos años por el Papa Francisco para centralizar los activos del Vaticano tras los escándalos, reconoció estar cansado de las historias “sensacionalistas” sobre las riquezas del papado.
“Cuando la gente dice que la mayoría de las propiedades inmobiliarias en Roma pertenecen a la Iglesia católica y al Vaticano, simplemente no es cierto”, marcó el obispo a AFP.
Sin embargo, la extensión de las propiedades en poder del Vaticano es verdaderamente impresionante, y la fuente de ingresos de la Iglesia Católica. Las inversiones se remontan a 1929, cuando se fundó el Estado Vaticano como territorio independiente, en un acuerdo con Italia, que incluía una compensación por las tierras incautadas a los antiguos Estados Pontificios.
Entre los bienes de la iglesia expropiados se encontraba el enorme palacio del Quirinale, que alguna vez fue el hogar de 30 papas, pero hoy es la residencia del presidente italiano.
El entonces Papa, Pío XI, decidió utilizar el dinero para invertir en propiedades, incluso en el extranjero, «para garantizar la libertad y la independencia de la Iglesia», explicó Galantino. Desde entonces, APSA gestiona 737 inmuebles en el corazón de París, alrededor del bulevar Saint-Michel, Odeón o los Campos Elíseos, con casi 56.000 metros cuadrados y un valor estimado de 595,5 millones de euros.
En Londres tiene 27 propiedades en los barrios de St James’s Square, Kensington y New Bond Street, que cubren unos 4.600 metros cuadrados y acumulan un valor de unos 108,5 millones de euros. Mientras que en Suiza, especialmente en Ginebra y Lausana, la Iglesia tiene 140 propiedades que cubren 16.000 metros cuadrados, y un valor de más de 91 millones de euros.
Escándalos de película
Hoy, APSA gestiona el alquiler de 2.400 apartamentos y 600 oficinas y tiendas en Italia, que aportaron unos 100 millones de euros anuales. Y el objetivo de Galantino es justamente mejorar «el rendimiento» de esos activos inmobiliarios del Vaticano, y transparentar los negocios de la Iglesia.
La compra en 2014 de una propiedad en el corazón del exclusivo distrito de Chelsea de Londres, motivó la investigación del cardenal Angelo Becciu, titular de la Secretaría de Estado, la administración central del Vaticano.
Becciu, de 73 años, es hoy la autoridad vaticana de mayor rango en ser acusada de supuestos delitos financieros, aunque el cardenal afirma ser víctima de una «maquinación» e insiste en su «absoluta inocencia».
El Papa Francisco, que se recupera de una operación en su residencia de Santa Marta, también ha puesto bajo el control de APSA las propiedades de Londres adquiridas mediante sospechosas triangulaciones de dinero.
Y la Iglesia reconoció que se sintió avergonzada después de que el fondo de inversión con sede en Malta, que administró sus carteras de propiedades en Londres, utilizó las regalías inmobiliarias para invertir en la película “Rocketman”, biopic sobre Elton John.
El Papa ha marcado que quiere retirarse de estas inversiones lo más rápido posible, para minimizar cualquier riesgo para la reputación de la Iglesia.
Aunque los escándalos inmobiliarios ya son moneda corriente en su órbita: los tribunales del Vaticano condenaron a un ex director del Banco del Vaticano, el IOR, a nueve años de prisión por malversación y lavado de dinero relacionados con acuerdos corruptos.
Estas operaciones habrían supuesto «pérdidas considerables para las finanzas vaticanas, habiendo utilizado también los recursos destinados a las obras de caridad personal del Santo Padre», marcaron desde la órbita papal. La investigación reveló que la Secretaría de Estado invirtió más de 350 millones de euros en esa operación.