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Lula, triunfador en la primera vuelta: Bolsonaro, expectante para el balotaje

El líder del PT consiguió el 48 por ciento de los votos y quedó cerca de consagrarse en primera vuelta. Sin embargo, el actual presidente obtuvo un gran apoyo en el Congreso y en estados clave de cara al futuro.

Por: Maria Zuppello

Al final, el ganador fue el llamado “voto avergonzado”, es decir, el de aquellos que, por vergüenza o por miedo, no declararon su verdadera intención de voto a las empresas encuestadoras, invalidando así todas las predicciones. Según Datafolha, hasta el 35% de los votantes de este año guardaron el secreto de su voto. Incluso en uno de los bastiones del bolsonarismo, el elegante distrito de Jardins de San Pablo, en comparación con las elecciones de 2018, los votantes mantuvieron un perfil discreto.

A pesar de que todos los pronósticos apuntaban a que Luiz Inácio Lula da Silva tenía muchas posibilidades de ganar en la primera vuelta, el ex presidente superó a Bolsonaro por 5 puntos y habrá segunda vuelta. “En cada elección a la que me presento quiero ganar en primera vuelta, pero no siempre es posible”, dijo Lula comentando la victoria antes de ir a celebrar en la famosa Avenida Paulista de San Pablo “Ganaremos estas elecciones, esto es sólo una prórroga para nosotros. Para desgracia de alguien tengo 30 días más para hacer mi campaña”.

Aunque Lula ganó la primera vuelta, la verdadera sorpresa fue el resultado de Bolsonaro, que contradijo todas las encuestas que lo situaban por detrás del líder del Partido de los Trabajadores (PT) con hasta el 14% de los votos.

“Hemos vencido la mentira”, dijo Bolsonaro una vez que se conocieron los resultados. “Entiendo que hay muchos votos que se debieron a la condición del pueblo brasileño, que sintió el aumento de los preciso de los productos. Entiendo que hay voluntad de cambio en el país pero algunos cambios pueden empeorar como ocurrió en Chile, Argentina, Colombia y anteriormente también en Venezuela”. En relación a la hipótesis del fraude declaró de estar esperando “la opinión de las fuerzas armadas que supervisaron la votación”.

La ola conservadora del bolsonarismo arrasó en el sureste del país pero, sobre todo, ganó escaños en el Senado en la mayor parte del Brasil, lo que complicaría un posible futuro gobierno de Lula. El bolsonarismo venció en San Pablo donde Tarcisio Gomes De Freitas, conocido como Tarcisio, del Partido Republicano Brasileño (PRB), ex ministro de infraestructura de Bolsonaro, obligó al balotaje al ex alcalde del PT Fernando Haddad, convencido de ganar en primera vuelta. En Río de Janeiro Cláudio Castro, del Partido Liberal (PL) del actual presidente, fue reelegido gobernador con el 58% de los votos Incluso en la región amazónica la coalición de Lula ganó por poco.

Por lo tanto, Brasil no dio una confianza absoluta en la primera vuelta al regreso de Lula, que hasta el último momento se presentó como el candidato capaz de reconciliar a Brasil y unir un amplio frente democrático a su alrededor.

Poco después de votar temprano a la mañana en San Bernardo do Campo, cerca de San Pablo, símbolo de sus batallas sindicales y de su ascenso en la política, ante los fotógrafos, Lula besó su certificado electoral. “Esta es la elección más importante”, dijo, “estoy muy contento”. Y también se aprovechó de la operación Lava Jato. “Hace cuatro años, dijo, no pude votar porque fui víctima de una mentira. Hace cuatro años estaba en una celda de la Policía Federal. Cuatro años después me encuentro aquí con la posibilidad de volver a ser presidente de la República para intentar que ese país vuelva a la normalidad”.

De hecho, algunas de sus condenas simplemente prescribieron, como la del tríplex de Guarujá y de la casa de campo de Atibaia. Lula había sido condenado pero el Supremo Tribunal Federal anuló todo al considerar que era un Tribunal de Brasilia y no el de Curitiba que debía juzgarlo en primera instancia. Este fallo técnico anuló de hecho las dos condenaciones, haciendo que todo empezara de nuevo de cero y provocando inevitablemente la prescripción de ambos juicios.

El propio tema de la corrupción es algo que evidentemente no todos los brasileños le han perdonado. En su campaña electoral, Lula evitó el tema, atacando a los magistrados del Lava Jato y sin hacer ninguna autocrítica. Además, más allá de las promesas de revivir la época dorada de su primer mandato, el ex presidente no presentó a sus votantes un plan de gobierno. Se limitó a 21 páginas en las que indicaba “directrices y bases”, que los propios miembros de su partido, el PT, calificaron de “documento provisional”. Lo paradójico es que en la campaña habló a menudo en términos contradictorios de temas sensibles que no se mencionan en el plan, como la reforma administrativa y los objetivos del Banco Central.

Y quizás muchos de sus potenciales votantes de izquierda no le perdonaron en la primera vuelta las contradicciones de presentar como su vice Geraldo Alckmin, ex gobernador de San Pablo de centro-derecha que tras 33 años en el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) se unió al Partido Socialista Brasileño (PSB). El mismo Alckmin que en 2017 había dicho de él, “después de llevar a la quiebra Brasil Lula quiere volver al poder. Quiere volver a la escena del crimen”. Su candidatura creó descontentos en el ala más de izquierda del PT, pero se mantuvo porque útil para las articulaciones políticas con los sectores financieros y del agronegocio.

Lula, que se presenta por sexta vez a las elecciones, es el primer candidato de una federación partidista llamada Brasil Esperanza, una modalidad creada en 2021 que consiste en reunir a dos o más partidos que en caso de victoria deberán actuar como si fueran un solo partido. En este caso, además del PT, participarán a esa federación el Partido Comunista de Brasil (PCdoB) y el Partido Verde (PV).

En cuanto a Bolsonaro, que votó en Río de Janeiro con una camiseta amarilla y verde de la selección nacional de fútbol puesta sobre un chaleco antibalas, mantuvo un perfil bajo. Después se dirigió a Brasilia y siguió la votación en el palacio presidencial de Planalto. “Estamos tranquilos para la primera vuelta”, dijo al salir del colegio electoral, “si son unas elecciones limpias, no hay problema. Que gane el mejor”.

Tal vez hayan sido los datos económicos que le han permitido ir a la segunda vuelta. De hecho, las previsiones de crecimiento de Brasil para 2022 hablan de un PIB que oscila entre +2,9%, según Goldman Sachs y +3,25%, según Bank of America. El desempleo cayó después de 7 años por primera vez por debajo del 9%, mientras que la inflación terminará en 2022 en el 5,5%, por debajo del nivel de la Unión Europea. Además, el presidente había aumentado el subsidio “Auxilio Brasil” a 600 reales (unos 120 dólares), reduciendo los impuestos sobre el combustible y convirtiendo la gasolina brasileña en una de las más baratas de América Latina.

Habrá que ver ahora, en la segunda vuelta, qué impacto tendrán en los votantes esos elementos del carácter de Bolsonaro que le valieron tantas críticas durante sus años de gobierno. Por ejemplo, su nula empatía hacia las minorías indígenas, LGTB y las víctimas de Covid. Por otra parte, los datos de la Red Brasileña de Investigación sobre Seguridad Alimentaria, publicados hace un mes, denuncian una inseguridad alimentaria que alcanza ya a 33,1 millones de personas, unos 14 millones más que en 2020.

Las elecciones, sin embargo, resultaron mucho mejor que las previsiones que pronosticaban escenarios de grave violencia. Según el jefe de la Misión de Observación Electoral (MOE), de la Organización de los Estados Americanos (OEA), Rubén Ramírez las elecciones en Brasil se celebraron en “absoluta normalidad”, mientras que el ministro del Supremo Tribunal Federal (STF) Gilmar Mendes dijo que el período electoral fue un “proceso psicológicamente agitado” pero que después “todo transcurrió en paz”.

Para el presidente del Tribunal Superior Electoral (TSE) Alexandre de Moraes “cualquiera que sea el resultado, demostrará que la gran ganadora es la sociedad brasileña”. En cuanto al riesgo de posibles disputas, descartó la cuestión diciendo: “Soy un aficionado del Corinthians y sigo impugnando la victoria del Internacional en 1976, pero me lo guardo para mí. Así es como el TSE tratará cualquier caso de impugnación. En todo caso, los problemas fueron principalmente burocráticos. El TSE tuvo que sustituir más de 1400 urnas electrónicas por errores técnicos y hubo largas colas en casi todas partes. Las autoridades explicaron que el retraso se debió a que muchos ciudadanos no habían registrado su huella.

Ahora los votos de los demás candidatos pesarán en la balanza. Simone Tebet, del Movimiento Democrático Brasileño (MDB), se mostró muy crítica y que “los electores votaron un poco a oscuras”, dijo porque Lula y Bolsonaro “no han dicho lo que van a hacer” limitándose a “los ataques personales”. Ciro Gomes, del Partido Democrático Laborista (PDT), comentó los resultados con preocupación: “Nunca he visto una situación tan amenazante para Brasil como ésta. Me reservo el derecho de hablar con mis compañeros de partido para ver qué hacer”. Felipe D’Avila, del partido Novo, salió del colegio electoral y dijo que se mantendría neutral en caso de una segunda vuelta. “No apoyaré” a ninguno de estos dos populistas. Mi candidatura sólo sirvió para dar a los brasileños una alternativa”, dijo. Sergio Moro, el icónico juez de la Lava Jato fue electo senador en el estado de Paraná y también fue perentorio en su declaración: “Nunca apoyará a Lula ni al PT porque fue un gobierno dominado por los escándalos de corrupción”.

Entre las curiosidades de esta elección está el respaldo de Edward Snowden, el ex agente de inteligencia estadounidense que desde Rusia, donde se nacionalizó hace unos días, escribió un tuit que no dejaba lugar a dudas: “Lula”. En Hungría sorprendió que, a pesar del apoyo del primer ministro Viktor Orbán a Bolsonaro, de los 813 electores, Lula se llevó el 60,9% de los votos frente a apenas el 8,86% de Bolsonaro. Bolsonaro ganó en Israel con el 45% de los votos frente al 38% de Lula, que en cambio ganó en Palestina con el 84% de los votos.

El Secretario de Estado Antony Blinken felicitó a Brasil en Twitter, deseando que “la segunda vuelta pueda tener lugar con el mismo espíritu de paz y deber cívico”.

Por último, la sombra de la censura pesó en estas elecciones. El Tribunal Supremo Electoral ordenó al sitio O Antagonista retirar un artículo que revelaba escuchas telefónicas del líder del grupo criminal brasileño Primero Comando da Capital (PCC), Marcos Willians Herbas Camacho, conocido como Marcola en el que éste decía que prefería a Lula antes que a Bolsonaro. “Moraes nos acusó de establecer un vínculo entre Lula y el PCC”, explicó el director del medio, Claudio Dantas. “Pero en ninguna parte del informe se dice eso. Me parece una inferencia peligrosa. Nuestro artículo tenía un interés público, que era el siguiente: ¿qué piensa de estas elecciones el líder del principal grupo criminal de América Latina, que estaba organizando un intento de fuga muy violento y peligroso en agosto?”

Dantas planea el temor a un proyecto de regulación de los medios de comunicación que corre el riesgo de institucionalizar la censura. Un tema de lo que Lula ha hablado muchas veces durante su campaña sin explicitar nunca lo que quiere hacer exactamente. Ahora, Brasil tendrá 28 días hasta la segunda vuelta, el 30 de octubre, para decidir en quién confiar definitivamente.

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