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“Los mataron sin piedad”: Israel, un país entero atravesado de terror por el ataque de Hamas

En Jerusalén se pueden escuchar constantemente las sirenas antiaéreas y los pesados bombardeos de represalia en Gaza.

Por: Elisabetta Piqué

JERUSALEN. – Un país en shock, paralizado por el terror. Es lo que se palpa al llegar a Israel, un país que el sábado pasado de repente se transformó para siempre. El gran mito de la seguridad, de la intocabilidad, de la tecnología, de un ejército invencible, de un servicio de inteligencia inigualable, el mejor del mundo, se terminó. No va más.

Ese maldito 7 de octubre marcó un antes y un después. Ya nada será como antes y ahora, aunque en verdad siempre hubo guerra en este rincón del mundo de importancia geopolítica y religiosa enorme, de mayor o menor intensidad, los israelíes están shockeados, traumatizados, desorientados.

El espanto del sábado 7 de octubre, firmado por el grupo terrorista palestino Hamas, se agiganta con el pasar de las horas. La salida a la luz de más detalles, de nuevas imágenes de la barbarie, de videos posteados desde la Franja de Gaza –la prisión a cielo abierto donde viven hacinados más de dos millones de palestinos y desde donde fue lanzado un ataque sorpresivo de los más sofisticado, planeado, que nadie duda en considerar el 11 de Septiembre de Israel–, cambió todo.

Sarah, informática de 35 años, muestra en su celular la foto de una familia sonriente, padre, madre, tres chicos que parecen felices. “Los mataron a todos, sin piedad ¿por qué?”, se pregunta, con ojos llenos de terror. Está sentada en un vuelo Roma-Tel Aviv de Ryanair, una de las pocas aerolíneas que se atreve a volar a Israel.

Junto a su marido y sus dos chicos, Ifti y Gilad, de cinco y tres años, Sarah estuvo de vacaciones en Umbria, en el centro de Italia y ahora está volviendo en un contexto totalmente distinto al que dejó hace siete días.

“¿Se da cuenta de que se secuestraron a chicos como ellos dos?”, pregunta Sarah, señalando a sus dos hijos. “¿Usted tiene hijos? ¿Se imagina que está con ellos en su casa y que de repente entran terroristas? Y que usted, madre, ¿no los puede proteger? Es una pesadilla”, dice Sarah, desencajada. Pelo morocho, ojos negros, parece mucho más joven de los 35 que dice.

“¿Sabe que, en el desierto, donde 3000 jóvenes el viernes habían ido a bailar, a divertirse, en una fiesta rave, encontraron 260 cadáveres y que hay muchísimos desaparecidos?”, vuelve a preguntar, y muestra en su celular las fotos de esos rostros que llenan las páginas de todos los diarios del planeta y que enmudecieron al mundo.

“Todo el mundo, todo el mundo, tiene que ver estas fotos y sobre todo tiene que ver esos videos que inundaron las redes con los terroristas arrastrando a chicos de la edad de mis hijos, a abuelas, ancianos, civiles, todos tienen que ver esos videos”, insiste.

Lo ocurrido el sábado 7 de octubre no sólo le arruinó vacaciones soñadas a su familia, una familia normal, muy linda, que parece feliz, unida. También, como a todos los israelíes, de repente le cambió la vida, le trastocó sus seguridades, sus sueños, su futuro. “Ahora llegamos y él se va a tener que ir al ejército… Ya lo llamaron como reservista, como a todos los hombres”, dice Sarah, señalando a David, su marido, que también trabaja en el sector informático y que está tratando de distraer a uno de los chicos jugando con una tablet.

Con razón él prefiere no hablar con la periodista. “No es la primera vez que va al ejército, pero ahora es distinto”, agrega ella, dejando en claro justamente esa sensación de que el 7 de octubre de 2023 –50 años después del 6 de octubre de la también sorpresiva guerra de Yom Kippur–, marcó un antes y un después para Israel.

“¿Qué espero que pase ahora? No sé, no tengo idea, nadie lo sabe, ahora al volver tengo que interiorizarme más con las noticias, no sé qué va a pasar ni a nivel político ni a nivel militar, de respuesta, hay mucho en juego con tanta gente secuestrada en Gaza… Es imposible imaginar el futuro, qué va a pasar, hay mucha gente secuestrada, chicos, desaparecidos”, comenta. “Tengo malos presentimientos. Estoy asustada, estamos todos asustados y por lo pronto sé que no vuelvo a mi casa, sino que me voy a ir a vivir a lo de mi mamá, que tiene refugio”, precisa Sara, que vive en el norte de Israel, en un poblado al sur de Haifa y que se despide diciendo: “cuídese, esto es una guerra, esto es muy peligroso”.

En el aeropuerto Ben Gurion de Tel Aviv, que luce desolado, semivacío –se cuentan con los dedos de una mano las aerolíneas que viajan y hay muchos menos pasajeros que lo normal–, lo primero que llama la atención son los carteles que indican con una flecha dónde está el “shelter”, el refugio. Antes de bajar del avión, un asistente de vuelo explica que es a discreción de cada aerolínea si decide viajar o no a Israel, donde fue formalmente declarado un Estado de Guerra, donde muchos creen que puede ser inminente una invasión terrestre de la franja de Gaza y donde el ruido de los vuelos de combate es casi constante.

Hasta ahora, más allá de que las alertas son moneda corriente y siguen pesados bombardeos de represalia en Gaza en un país que tiene una superficie parecida a la de la provincia de Tucumán, no se ha cerrado el espacio aéreo. “La verdad, yo no tengo miedo, confío en el comando israelí y de todos modos los aviones viajan con más carburante en el caso de que nos pidan dar marcha atrás. En esa eventualidad, podemos aterrizar o en la isla de Chipre o en la isla de Creta”, explica el asistente de vuelo, muy gentil.

La salida del aeropuerto es rápida, no hay cola en migraciones. La temperatura es veraniega, 27 grados, aunque no hay clima de verano, sino un ambiente lúgubre, de compás de espera. También es rápida la llegada a Jerusalén: hay poquísimo tránsito, casi nadie en la calle. Desde el sábado las escuelas están cerradas, nadie sabe hasta cuándo. “Los supermercados y los negocios, no todos, están abiertos, pero la gente no sale, se queda en casa, tiene miedo”, explica Amin, el taxista, que también luce consternado.

“Nadie puede creer lo que pasó el sábado. ¿Cómo pudieron entrar desde Gaza a Israel, el país que tiene el mejor ejército, la mejor tecnología, la barrera de defensa más impresionante del mundo?”, se pregunta. “Hasta hay quien dice que Israel quizás cerró los ojos a propósito, para después entrar a Gaza y apropiarse del gas que tienen ahí”, dispara.

Al mediodía tenemos que detener el auto. Suenan sirenas antiaéreas y la recomendación es ésa. Algunos se detienen debajo de un túnel, es más seguro.

Bienvenidos al nuevo Israel.

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