La verdadera razón por la que los talibanes reprimen a las mujeres

Para los nuevos gobernantes de Afganistán, mantener la presión sobre ellas es una especie de marketing. Pero todavía puede costarles caro

¿Por qué los talibanes están eliminando muchas de las libertades obtenidas con tanto esfuerzo por las mujeres afganas?

 

Esta puede parecer una pregunta irónica. Después de todo, cuando los talibanes gobernaron el país en la década de 1990, su régimen fue conocido por tener algunas de las restricciones más crueles del mundo para las mujeres. El grupo todavía se adhiere a una visión fundamentalista de la sociedad islámica.

Pero la ideología es solo una parte de la historia.

Cada grupo tiene una variedad de creencias, y no todas son prioridad para la gobernanza. Algunos funcionarios talibanes, en particular aquellos que realizaron negociaciones de paz y están a favor de la colaboración internacional, han sugerido que esta iteración del gobierno talibán podría ser menos restrictiva para las mujeres. Además, sin duda existen incentivos económicos, ya que la reanudación de la ayuda internacional dependería al menos en parte de algunas consideraciones en materia de derechos humanos.

Al parecer, nada de eso ha marcado una diferencia hasta el momento. Aunque algunos funcionarios talibanes siguen afirmando que las condiciones mejorarán, las mujeres siguen sin poder ingresar a los lugares de trabajo y a las escuelas. Cada semana parece traer consigo un nuevo informe de restricciones.

Bajo esa realidad, la decisión de los talibanes de restringir la libertad de las mujeres comienza a parecer tanto una decisión política como una cuestión de ideología. Los expertos afirman que comprender la razón por la que los talibanes podrían percibir esa decisión como algo gratificante ofrece una idea de la estrategia de construcción de Estado del grupo y de la naturaleza de la sociedad que gobiernan de nuevo.

La inseguridad de la seguridad talibana

“Ni por un segundo creí que los talibanes habían cambiado”, dijo Muqaddesa Yourish, una exviceministra de Comercio que huyó con su familia a Estados Unidos cuando los talibanes tomaron el poder. “Si algo ha cambiado en ellos es que saben cómo lidiar con Occidente”.

Menos de dos meses después de que los talibanes tomaron el control de Afganistán, las promesas de que las mujeres podrán ir a la escuela y a sus lugares de trabajo aún no se han hecho realidad. La mayoría de las mujeres tiene prohibido ir a trabajar. Supuestamente es una medida temporal que, según los talibanes, es necesaria para la seguridad.

La dirigencia está utilizando las mismas palabras para describir el momento en que las mujeres podrían tener autorización de asistir a las universidades públicas. Cuando las escuelas secundarias volvieron a abrir sus puertas, los talibanes les ordenaron a los niños que regresaran a las aulas, pero no mencionaron a las niñas, lo que fue interpretado por las familias de todo el país como una orden para que las niñas se quedaran en casa.

Grupos como el de los talibanes por lo general tienen problemas para hacer la transición de la insurgencia violenta al gobierno real, dijo Dipali Mukhopadhyay, investigadora de la Universidad de Minnesota, quien estudia a los gobiernos rebeldes en Afganistán, Siria y otros lugares.

No tienen la experiencia, el financiamiento ni el personal para brindar servicios gubernamentales sofisticados. En vez de eso, su principal fortaleza es el control de la seguridad: utilizar su estatus de ser el grupo violento más poderoso del país para operar una especie de extorsión de protección a nivel nacional, en la que intercambian seguridad pública por obediencia.

“No deberíamos apoyar esta narrativa de que son una alternativa al gobierno anterior porque proporcionan seguridad”, dijo Metra Mehran, cofundadora de la Campaña de Perspectivas Femeninas, que buscaba llevar la voz de las mujeres a las negociaciones de paz: “No están proporcionando seguridad; solo han dejado de matarnos”.

Mukhopadhyay hizo eco de ese sentimiento. “Esa es la piedra angular para comprender lo que ofrecen los talibanes: seguridad y también la amenaza del uso de la fuerza”, dijo. “Pero la gente, en especial las mujeres, saben que esa forma de seguridad viene vinculada a una ideología”.

Visto a través de ese lente, restringir la libertad de las mujeres funciona como una poderosa demostración del poder de los talibanes. Cuando las mujeres y niñas desaparecen de las oficinas y las escuelas, se demuestra que los talibanes tienen suficiente poder —y, de forma implícita, suficiente capacidad y voluntad para usar la violencia— para rediseñar drásticamente los espacios públicos.

“El talibán en cada hombre”

Pero la mercadotecnia es solo una parte de la historia. A pesar del apoyo y el financiamiento para estrategias de igualdad de género durante 20 años de gobiernos respaldados por Estados Unidos, las libertades de las mujeres afganas siempre han sido frágiles.

Yourish afirma que siempre ha sentido que a muchos hombres afganos les incomoda la presencia de las mujeres en la vida pública. Su propio padre y esposo apoyaron su carrera, pero por lo general parecían ser casos aislados, dijo.

En los últimos días antes de la toma del poder por parte de los talibanes, Yourish contó cómo ella y sus amigos intercambiaron historias sobre cómo estaba “emergiendo el talibán en cada hombre”. Hombres desconocidos se le acercaban a ella y a otras mujeres en la calle y les gritaban amenazas crípticas como “tus días terminarán pronto”, dijo. Yourish pudo sentir cómo se desmoronaba el progreso alcanzado por las mujeres incluso antes de la caída del gobierno anterior.

En papel y en las mesas de presupuestos de ayuda extranjera, la igualdad de género fue una prioridad durante dos décadas. Hubo mejoras sustanciales para muchas mujeres, en especial para las que habían recibido educación y vivían en áreas más urbanas.

Pero Afganistán sigue siendo una sociedad profundamente patriarcal. La promesa de los talibanes de regresar a los valores “tradicionales”, en los que las mujeres están subordinadas a sus familiares varones es una oferta atractiva para muchos hombres afganos.

Alice Evans, investigadora del King’s College de Londres que estudia el progreso económico y social de las mujeres, afirmó que los derechos de las mujeres están limitados por una “trampa patrilineal”.

Las sociedades en las que la riqueza familiar se mueve por el linaje masculino, tradicionalmente le dan un gran valor a la castidad de las novias, dijo Evans. “Las niñas pasan a ser vigiladas de cerca para que mejoren sus posibilidades de matrimonio y el honor de la familia”, dijo, y se desarrollan normas para mantener a las mujeres fuera de la vida pública.

La dinámica se refuerza a sí misma: las familias no quieren arriesgarse a desviarse de las normas sociales, por lo que todos terminan atrapados en un sistema en el que las mujeres tienen que permanecer cerca de sus casas.

Para salir de esa trampa, los salarios de las mujeres tienen que ser lo suficientemente altos como para que los beneficios de trabajar superen los riesgos para el honor familiar, dijo Evans. En Asia oriental, por ejemplo, la rápida industrialización aumentó los ingresos potenciales de las mujeres, lo que les permitió zafarse de las reglas basadas en el honor que las limitaban al hogar.

Eso no sucedió en Afganistán, donde la productividad económica y el empleo languidecieron a pesar del flujo de ayuda. Los salarios de las mujeres no aumentaron lo suficiente en lugares suficientes para superar las preocupaciones sobre el honor de sus familias, o transformar las normas sociales.

Pero el empleo femenino sí logró generalizarse lo suficiente como para que muchas familias dependieran de sus ingresos, al menos en parte, dijo Manizha Wafeq, cofundadora y presidenta de la Cámara de Comercio e Industria de Mujeres de Afganistán.

Esos ingresos se han desvanecido en las últimas semanas como resultado de las restricciones de los talibanes, y eso podría afectar la aceptación pública de su mandato.

“Ya es una crisis económica para todo el país”, dijo Wafeq. “La gente está buscando la manera de alimentar a sus familias”.

© The New York Times 2021

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