Fátima, una joven que llegó a Quetta, Pakistán, huyendo de Afganistán, relató en una entrevista que publicó CNN cómo trató de escapar de su país en múltiples ocasiones enfrentándose a peligros extremos como la detención y la muerte. Afganistán, gobernado por los talibanes, se ha convertido en un escenario de violencia y represión, lo que ha llevado a un incremento significativo en el número de mujeres que intentan escapar del país.
Desde que los fundamentalistas retomaron el control de Kabul el 15 de agosto de 2021, miles de mujeres han sido obligadas a buscar refugio en otros países. Según datos de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), en 2023 había más de 3,1 millones de mujeres afganas clasificadas como refugiadas o solicitantes de protección internacional, un incremento notable respecto a los 1,2 millones de 2021.
Los talibanes tomaron el control de Afganistán luego de una ofensiva sostenida, y aprovechando la retirada de las fuerzas estadounidenses y aliadas para expandir su dominio. La falta de resistencia efectiva por parte del ejército afgano facilitó su avance. La llegada al poder los talibanes (nuevamente) generó una crisis humanitaria, con miles de personas intentando huir del país y un retroceso significativo en los derechos humanos, especialmente los de las mujeres.
Las niñas mayores de 12 años han sido excluídas de las escuelas, y muchas mujeres han sido obligadas a abandonar sus puestos de trabajo. Tan sólo en algunas áreas en las que se consideran críticas, como la salud, es que algunas pocas mujeres han podido mantener su empleo, aunque bajo estrictas reglas y discriminación. Además, deben estar acompañadas por un mahram (pariente masculino) para viajar largas distancias. El acoso y la violencia contra las mujeres han aumentado, con menor protección legal y social para las víctimas. Esto incluye matrimonios forzados y violencia doméstica, problemas que muchas enfrentan sin recursos legales ni apoyo. Es por esto que tantas mujeres buscan salir del país y escapar las garras de los talibanes.
Fátima relató su primera huida hacia Irán en enero de 2022, un viaje agotador de tres días a pie que terminó en un violento enfrentamiento con los guardias fronterizos iraníes. Su segundo intento la llevó a Teherán con una visa comprada a un intermediario, pero fue secuestrada por contrabandistas que demandaron rescate para su liberación. “Nos agredían físicamente con regularidad”, contó a CNN mientras mostraba las heridas en su muñeca.
El 2023 marcó otro intento de Fátima para salir de Afganistán, logrando al fin cruzar hacia Pakistán con la ayuda de otro contrabandista. Sin embargo, el gobierno pakistaní ordenó a los refugiados afganos abandonar el país, dejando a Fátima nuevamente en una situación incierta.
El caso de Fátima refleja la amplia crisis de desplazamiento en Afganistán, donde las restricciones impuestas por los talibanes han obstaculizado la vida social y económica de las mujeres. ONU Mujeres ha documentado el retroceso significativo en los derechos de las afganas, que incluyen la prohibición de la educación secundaria y universitaria, cierres de negocios y restricciones para viajar sin la compañía de un hombre.
Para Azra, la hermana adolescente de Fátima, y su hermano menor Ismael, la situación también es desesperada. Ellos intentaron igualmente escapar de Afganistán hacia Pakistán con la ayuda de contrabandistas. “Nos dijeron que entregaríamos nuestros teléfonos y otras pertenencias valiosas, advirtiéndonos que la policía fronteriza lo confiscaría todo”, dijo Azra a CNN. Al final, los hermanos se reunieron en Quetta, donde ahora esperan documentación para emigrar a algún país occidental.
Según información y reportes de ACNUR, Pakistán ha sido un destino clave para los migrantes afganos durante décadas, especialmente tras la invasión soviética en 1979 y principalmente después de la toma del poder por parte de los talibanes en 2021. Se estima que más de 2,5 millones de afganos residen en Pakistán, comprendiendo tanto refugiados registrados como migrantes indocumentados. Estos migrantes enfrentan desafíos significativos, incluidos la falta de acceso a servicios básicos, trabajos bien remunerados y educación. Además, las políticas de repatriación y el estatus legal incierto generan inseguridad y vulnerabilidad entre esta población desplazada.
A su vez, Irán alberga a alrededor de 3 millones de afganos entre refugiados, solicitantes de asilo y migrantes indocumentados. Como sucede en Pakistán, estos enfrentan severos problemas en relación al empleo, la educación y sus economías personales y familiares.
Las condiciones para las mujeres refugiadas afganas en países vecinos son extremadamente difíciles. Las cifras de 2023 indicaron un aumento del 57% en el ingreso de mujeres afganas a Irán respecto al año anterior, según ACNUR. La migración para estas mujeres no está exenta de graves riesgos: extorsión, violencia sexual y física, detenciones e incluso la muerte.
Las organizaciones no gubernamentales han alzado la voz sobre los peligros de estas rutas migratorias. El Centro de Migración Mixta (MMC) subrayó la necesidad de proporcionar pasos seguros para los migrantes, destacando que “la nueva realidad, agravada por un temor creciente a la persecución, la inseguridad alimentaria y los niveles de pobreza, afectará la dinámica migratoria durante algún tiempo”.
Las respuestas internacionales han sido insuficientes. Activistas como Mahbouba Seraj han enfatizado que las mujeres afganas están siendo eliminadas de la sociedad y que el mundo necesita hacer más. En Turquía, donde algunas refugiadas lograron llegar, organizaciones como la Asociación de Solidaridad con los Refugiados Afganos hacen un llamado a establecer y reforzar rutas seguras para los refugiados, especialmente mujeres y niñas.
El sombrío panorama no ofrece muchas esperanzas para estas mujeres. Las políticas represivas de los talibanes, junto con la falta de oportunidades seguras de migración, continúan impulsando a miles de mujeres afganas a enfrentar riesgos imposibles en busca de un futuro mejor.