La tragedia deja a cientos de argentinos en una situación crítica, enfrentando decisiones difíciles entre permanecer o regresar a su país de origen.
Evacuaciones rápidas y pérdidas irreparables
Sofía Martínez, una joven argentina de 22 años, tuvo que abandonar su hogar en Brentwood, cercano al foco inicial en Pacific Palisades, con apenas una mochila y sus documentos. “Todo fue muy rápido. Apenas tuvimos tiempo para salir y dejar todo atrás”, relató. Actualmente está refugiada en casa de una amiga, mientras espera regresar a su barrio, algo que no será posible al menos hasta la próxima semana.
Casos como el de Sofía se replican. Una compatriota perdió su hogar por completo, mientras que el exfiscal Luis Moreno Ocampo confirmó la destrucción de su vivienda en Malibú: “Era mi lugar, y ahora desapareció”, expresó en un video difundido en redes sociales.
Calidad del aire y condiciones insalubres
El aire en Los Ángeles es tóxico. Según el índice de calidad del aire (AQI) del servicio gubernamental AirNow, la ciudad registra un nivel de 161, considerado “insalubre”. Las autoridades han cancelado clases en escuelas y universidades, y se recomienda el uso de barbijos N95 para minimizar los riesgos.
Además, la escasez de agua potable agrava la situación: “No hay agua, y la poca que hay no es segura para consumir”, explicó Sofía.
Solidaridad en tiempos de crisis
En medio del caos, la comunidad argentina en Los Ángeles ha sido un pilar fundamental. Grupos como “Argentinos en Los Ángeles”, que antes organizaban eventos sociales, ahora se enfocan en brindar ayuda mutua, ofreciendo refugio y asistencia a los más afectados.
Néstor Fantini, cordobés residente en Los Ángeles desde los años 90, recordó su experiencia durante el terremoto de Northridge en 1994. “Parecía una ciudad ocupada. Fue devastador. Ahora, con los incendios, enfrentamos un nivel de destrucción similar”, reflexionó. Su nieta Anabella perdió la escuela donde cursó su primaria, totalmente consumida por las llamas.
El dilema de regresar a Argentina
Carla Deheza, quien trabaja como au pair en la ciudad, vive atrapada en una zona rodeada por focos activos. Desde Argentina, su familia la insta a volver, pero la decisión no es sencilla. “Es como en la cuarentena: estar siempre alerta, con bolsos listos para evacuar en cualquier momento”, contó.
Mientras las pérdidas económicas se calculan entre 135.000 y 150.000 millones de dólares, y los bomberos trabajan incansablemente para contener los focos, la comunidad argentina enfrenta una dura encrucijada: reconstruir sus vidas en un entorno devastado o regresar a casa, dejando atrás años de esfuerzo.