Los comicios que concluyeron hoy le garantizaron su permanencia en el cargo hasta el año 2030 y así habrá completado tres décadas completas al frente de Rusia, ya sea como presidente o como primer ministro.
El peso específico de ese largo mandato y el sofocamiento absoluto de la disidencia dentro de Rusia le dieron a Putin una ventaja electoral tal vez ilimitada.
TALLIN, Estonia.- Vladimir Putin encara otro mandato como presidente de Rusia tras una campaña electoral con poca incertidumbre. Lo que sí genera ansiedad, dicen muchos analistas, es lo que piensa hacer durante esos nuevos seis años en el poder.
Los comicios que concluyeron hoy le garantizaron su permanencia en el cargo hasta el año 2030 y así habrá completado tres décadas completas al frente de Rusia, ya sea como presidente o como primer ministro.
El peso específico de ese largo mandato y el sofocamiento absoluto de la disidencia dentro de Rusia le dieron a Putin una ventaja electoral tal vez ilimitada.
Pero su fortaleza electoral también responde a la asombrosa resiliencia de la economía rusa a pesar de las amplias y duras sanciones que le impuso Occidente tras la invasión a Ucrania.
En los últimos meses, la posición de Putin también se vio fortalecida por los paulatinos pero constantes avances en el campo de batalla, por la flaqueante ayuda militar de Estados Unidos a Kiev, y por el creciente agotamiento del “progresismo social” en algunos países de Occidente, donde hay ecos del mismo impulso por los “valores tradicionales” que enarbola Putin.
“Las elecciones fueron menos importantes que lo que viene después, porque es común que Putin postergue las medidas impopulares hasta después de una elección”, dice Bryn Rosenfeld, profesor de la Universidad Cornell y estudioso de la política postcomunista.
Y probablemente la medida más impopular que podría tomar a nivel interno es ordenar una segunda leva masiva para reforzar a las tropas en Ucrania. La primera, en septiembre de 2022, desató manifestaciones de protesta y una oleada de exilios de varones rusos que escaparon del país para escapar del reclutamiento. Sin embargo, por impopular que pueda ser una segunda conscripción de tropas, también podría ser vista como un acto de justicia por los familiares de los soldados que fueron reclutados hace 18 meses.
En Rusia, muchos creen que se viene una segunda movilización de fuerzas
“Los líderes rusos ahora hablan de ‘encolumnar a toda la sociedad rusa detrás de sus necesidades de defensa’”, apunta Brian Michael Jenkins, asesor principal de la RAND Corporation, un grupo de expertos.
“Vaya uno a saber qué quieren decir exactamente con esa frase, pero permite entrever que la dirigencia rusa entiende la guerra de la que habla Putin durará mucho tiempo, y que por lo tanto hay que movilizar recursos”, agrega Jenkins. “En otras palabras: la sociedad rusa debe organizarse y prepararse para una guerra a perpetuidad”.
Pero Tatiana Stanovaya, investigadora principal del Centro Carnegie Rusia Eurasia, dice que Putin no necesita una nueva movilización, porque muchos rusos de las regiones más pobres se alistan voluntariamente porque el salario militar es más alto que el que consiguen en sus lugares de origen.
Además, señala Stanovaya, Putin parece muy confiado en que la guerra se está inclinando a favor de Rusia, así que probablemente insista en que la única manera de poner fin al conflicto es que Ucrania se siente a la mesa de negociaciones, “algo que en los hechos implica una rendición”.
Mientras en Washington el apoyo a Ucrania sigue demorado, en estos días tanto el presidente francés, Emmanuel Macron, como el canciller polaco, Radek Sikorski, no descartaron el envío de tropas occidentales al escenario de la guerra para respaldar a Kiev.
Putin seguramente tomará nota de esas declaraciones y tal vez sienta el impulso a poner a prueba la determinación de la OTAN.
Alexandra Vacroux, directora ejecutiva del Centro Davis de Estudios Rusos y Euroasiáticos de la Universidad de Harvard, cree que en los próximos años Rusia hará el intento de poner a prueba el compromiso de la OTAN con su Artículo 5: la garantía de defensa común, por la cual el ataque a uno de los miembros representa un ataque a todos.
“Putin sabe que no le hace falta ser física y militarmente más fuerte que todos los demás países: sólo necesita que sean más débiles y estén más divididos que ahora. Así que en vez de preocuparse por ser cada vez más fuerte, ahora se debe estar preguntando qué puede hacer para debilitar a los demás”, dijo.
“Y para hacerlo tiene que encontrar una situación en la que pueda poner a prueba el Artículo 5 de la OTAN”, y si la respuesta es suave o dubitativa “entonces queda demostrado que la OTAN no es más que un tigre de papel”, explica Vacroux.
Rusia podría intentarlo sin caer en una acción militar directa, agrega Vacroux. “Una de las grandes preguntas probablemente sería cómo hacer que un ciberataque constituya una amenaza de tal magnitud que obligue a una reacción”.
Aunque no es miembro de la OTAN, el país que está cada vez más preocupado por la perspectiva de convertirse en el próximo objetivo ruso es Moldavia. Desde la invasión a Ucrania, la vecina Moldavia está en crisis y en Chisinau, su capital, temen que el país también esté en la mira del Kremlin.
El congreso en la región separatista de Transnistria, en Moldavia, donde Rusia tiene unos 1500 soldados con el título de “fuerzas de paz”, ya solicitó “protección” diplomática a Moscú, debido a supuestas presiones del gobierno de Chisinau.
Ese pedido “deja mucho margen potencial para una escalada”, señala Cristain Cantir, profesora moldava de relaciones internacionales de la Universidad de Oakland. “El pedido y la resolución del congreso de Transnitria hay que verlos como una advertencia a Moldavia de que si Chisinau no hace concesiones, Rusia podría meterse aún más en la región separatista”.
En el frente interno ruso, un nuevo mandato de Putin podría traducirse en más medidas represivas, aunque los partidarios de la oposición y los medios independientes ya están intimidados o fueron silenciados desde hace tiempo.
Según Stanovaya, no es el propio Putin quien impulsa medidas represivas, sino que avala las medidas pergeñadas por otros con la esperanza de congraciarse con su líder.
“Hay muchos tratando de adaptarse y sobrevivir, que compiten entre ellos y suelen tener intereses enfrentados”, apunta Stanovaya. “Por un lado intentan asegurar sus propias prioridades, y en paralelo están todos juntos para garantizar la estabilidad del régimen”.
El año pasado, Rusia declaró ilegal el “movimiento” LGBTQ+ que existía en el país y lo declaró “extremista”: el gobierno argumentó que la medida se encuadraba en la lucha por valores tradicionales como los defendidos por la Iglesia Ortodoxa Rusa frente a la influencia occidental. La Justicia rusa también prohibió la transición de género.
Ben Noble, profesor adjunto de política rusa en el University College de Londres, cree que durante el nuevo mandato de Putin la comunidad LGBTQ+ de Rusia tal vez sea reprimida con más ferocidad.
A los ojos del Kremlin, “puede ser considerada algo importado del decadente Occidente”, dice Noble.
Por Jim Heintz
Traducción de Jaime Arrambide