Soportando las comparaciones con Jennifer Lawrence por el paralelo parecido de Juegos del hambre y Divergente, Shailene Woodley parece haber elegido un camino mucho menos comercial.
Es en la serie de HBO Big Little Lies, muy bien acompañada por Reese Witherspoon, Nicole Kidman y Meryl Streep (con acceso totalmente gratuito a todos los episodios, al menos en Estados Unidos, mientras dure la pandemia). En el caso de la nueva producción independiente Endings, Beginnings, Shailene también supo elegir el camino digital, estrenando por streaming y por video on demand, de la mano de los nuevos galanes románticos Jamie Dornan, de 50 Shades of Grey, y Sebastian Stan, de Capitán América.
—¿La fama ayuda a ayudar en momentos como la pandemia del coronavirus?
—Por mi lado trato de apoyar a los médicos y a los trabajadores esenciales, tan importantes en este momento, con diferentes donaciones. Pero mi madre también hace lo suyo desde internet, a través del sitio allitakes.org con clases y discusiones acerca de cómo afrontar la ansiedad que tanta gente vive en esta época. Y es increíble el buen trabajo que está haciendo.
—¿Y el cine en medio de la cuarentena? ¿Qué tan diferente es la actuación entre una superproducción como Divergente o una producción independiente como The Descendants o Endings, Beginning?
—Honestamente creo que la actuación es realmente simple. Hay que prestar atención… profesionalmente. De verdad. Si prestas atención a nivel profesional, te permites reaccionar con base en lo que escuchas. Si le presto atención a esta flor, la flor me va a hacer sentir algo. No me importa si es un objeto que ni siquiera se mueve o si es un dibujo animado o una criatura tridimensional. Todo te da algo, constantemente. Y tomar esa energía es la mejor forma de afrontar la actuación.
—Pero al momento de decidirte por el cine, ¿prefieres una superproducción millonaria con toda la acción o te gusta la tranquilidad de una historia mucho más humana y sin efectos especiales?
—Yo me dejo llevar en la vida por el instinto, y no me importa si es en la industria del cine o no. Realmente creo que somos buenos para algo o no lo somos. Y la única forma de ser bueno en algo es tener la profunda pasión en el alma que te lleva a un rol específico o alguna película determinada. Así es como yo leo mis guiones.
—¿No buscas algo en particular en cada nuevo personaje?
—Nada, para ser honesta. Cuando yo leo un guion, es como un sentimiento instintivo que se me cruza y, en general, ni siquiera me doy cuenta de mi personaje hasta la segunda vez que lo leo. Me fijo en la historia por la historia y me emociono… leyendo. A veces puede pasar que no me emociono, pero igual siento mariposas bailando en el estómago, y es cuando sé que hay algo que tengo que intentar, o trato de luchar por conseguirlo.
—Y en el mundo real, fuera del cine, ¿qué temas te llevan a discutir con pasión fuera de cámaras?
—Me gusta hablar de la injusticia ambiental, la injusticia social que cae debajo del mismo paraguas que el amor. A todos les gusta sentir amor. A todos les gusta ser vistos. Todos quieren dar amor, y ninguno de nosotros sabe cómo hacerlo, porque ya nadie sabe cómo comunicarse. La película Endings, Beginnings es un buen ejemplo de una forma de comunicarse con empatía y compasión, incluso cuando hay diferencias. Y creo que es lo que necesitamos para hablar sobre el mundo. Podrán llamarme hippie por decirlo, pero solo necesitamos más amor, porque sin amor nada va a cambiar. No hay nada malo en eso. Nos apuramos tanto en estigmatizar y en poner las cosas en cajitas… pero si te fijas, todos solo queremos estar bien, y en realidad hacemos lo mejor que podemos. Pero es necesario tener compasión entre todos, incluso cuando no podamos entender las opciones o elecciones, a cualquier nivel político o moral. Tenemos que aprender a encontrarnos en un punto medio y abrir nuestros brazos a la comunicación.
Al norte de Hollywood, en la ciudad de Simi Valley, nació Shailene Woodley el 15 de noviembre de 1991, durante la semana que Robert De Niro daba miedo con Cabo de miedo, mientras Disney estrenaba el clásico dibujo animado La bella y la bestia (la primera película que ella después vio). El cine era solo un pasatiempo para los padres, Lori y Lonnie, que trabajaban en una escuela local. Pero estando tan cerca de Hollywood, Shailene no tardó en probar con la actuación, y debutó en cine a los 8 años, con la desconocida producción Replacing Dad.
“Caí en este negocio por accidente” asegura ella. “No era algo que aspiraba ser, simplemente sucedió, y se convirtió en una loca pasión. Sigue siendo un hobby, y el día que se convierta en trabajo, voy a renunciar”. Con el paso del tiempo terminó protagonizando en televisión la serie de ABC The Secret Life of the American Teenager, aunque llamó más la atención en el rol de la hija de George Clooney en The Descendants, donde incluso MTV le entregó el primer premio Revelación. Al mismo tiempo que Jennifer Lawrence, Shailene también fue considerada para el rol de Katniss Everdeen en Los juegos del hambre. Y aunque ya sabemos quién fue seleccionada, los mismos estudios de Lionsgate la terminaron contratando para el personaje protagónico de la siguiente trilogía de Divergente.
En el medio, ella también había sido elegida como Mary Jane Watson en The Amazing Spider-Man 2, y llegó a filmar cuatro escenas de la superproducción, hasta que decidieron dejar su historia fuera del cine. No tuvo mejor suerte cuando Amanda Seyfried también le ganó el personaje de Cosette en Les Miserables y lo mismo pasó cuando Dakota Fanning se quedó con el rol de Lucy cuando las dos habían audicionado para I am Sam. Créase o no, Shailene Woodley había sido realmente la elegida para ser Anastasia Steele en la famosa saga de Fifty Shades of Grey, mucho antes que Dakota Johnson, y aunque ella lo rechazó, ahora finalmente aparece en cine con Jamie Dornan en Endings, Beginnigs.
—¿Qué tan fácil te resulta identificarte con tus personajes al momento de filmarlos en cine?
—De verdad, yo recién sé quién es mi personaje probablemente después de haber filmado por lo menos la cuarta parte de una película. Yo nunca tuve entrenamiento profesional como actriz, y a lo mejor si hubiera tomado clases en la escuela, probablemente tendría una diferente narrativa que rodee esa idea. Pero para mí, no sé quiénes son realmente los personajes hasta que me encuentro con el director y escucho sus ideas, la perspectiva de la dirección o veo a los otros actores viéndome a mí como el personaje o cuando no hay actores; incluso cuando trabajo con una pantalla verde o el océano o un árbol, lo que sea que rodea a esa persona. Por ahí pasa, para mí, por la forma de decisión que aplico para crear una actuación.
—¿Qué te quedó, por ejemplo, de la personalidad de tu famoso personaje de Tris en la serie de películas de Divergente?
—Tris solía ver el miedo como una forma de afrontar los obstáculos. Ella decía: “Siempre vas a tener miedo, pero es posible elegir la fuerza en el primer momento que sientas ese miedo, para poder afrontarlo”. Y eso es algo que siempre me inspira también a mí.
La fórmula parece perfecta, al momento de haber reunido con Endings, Beginnings a tres protagonistas de superproducciones como Shailene Woodley, Jamie Dornan y Sebastián Stan. La historia, en cambio, comienza sin demasiada acción ni efectos especiales mostrando el personaje de Shailene sin un lugar para dormir, sin trabajo y sin pareja, en contraste con la perfecta vida de su hermana. Y así es como cuentan el principio y el final de la romántica exploración de una mujer de treinta años, aunque no todo es tan romántico como suena. Mientras ella hace lo imposible por ordenar su vida en busca de un amor, el problema surge al mezclarse en una fiesta de fin de año con un triángulo amoroso que la lleva a la angustia de descubrir secretos que cambian su historia, por completo.
—¿Cómo fue aquel primer encuentro con el resto de los actores, como Sebastian Stan, tan famoso por el rol de Winter Soldier en las películas del Capitán América o el mismísimo Jamie Dorman, de 50 sombras de Grey?
—En la primera cena que tuvimos, al empezar el rodaje en Los Ángeles, todavía no había conocido a Sebastian Sten y sugerí que fuéramos a un lugar que se llama Big Sur, donde teníamos que filmar por dos días. Y sugerí que fuéramos con Sebastian y el director, juntos en el mismo auto, porque nos iba a llevar cinco horas. Al director le encantó la idea, aunque los productores sugirieron que no lo hiciéramos, pero Sebastián también aceptó y lo hicimos..
—¿El viaje ayudó a traducir en la pantalla la química entre ustedes?
—Sí, sí, terminamos viajando en auto cinco horas y media. Y el buen humor y la vulnerabilidad de ese viaje es algo que se vio después con nuestros personajes. La primera escena que filmamos en el estudio necesitábamos ser muy vulnerables entre nosotros, muy íntimos. Y al empezar con un actor así, sentí que todos estábamos en la misma frecuencia. Tampoco sé si ya conocía bien a mi personaje, pero para ese entonces yo había dejado mi corazón, sabiendo que me iban a entregar el de ellos, para crear la magia del cine. Todos pusieron su corazón en esta película por un mes entero en Los Ángeles.
—¿Y cómo fue que te llegó el ofrecimiento de Endings, Beginnings?
—Tuve suerte. Dos meses antes del comienzo de la producción recibí una llamada del autor y director Drake Doremus diciéndome “Estamos por empezar una filmación en dos semanas”. Apenas me dieron ocho páginas del guion, sin los clásicos diálogos. Solo había algunas frases que sugerían lo que él quería hacer… o no. (risas). Y cuando lo leí me intimidó tanto que pensé “¿Cómo se supone que vaya a meterme en algo sin saber hacia dónde va mi personaje, si voy a tener que improvisar todo el rodaje?“.
—¿El hecho de haber tenido como director al mismo autor de la historia, ayudó al menos?
—Nunca me voy a olvidar aquella llamada porque sentí que éramos muy parecidos como seres humanos. La forma en que experimentamos al mundo, a los dos nos obsesiona el amor y creo que nuestros más simples puntos de vista sobre la humanidad son los que nos llevaron a trabajar juntos. Pero claro, en el estudio él siempre fue el mejor guía de este viaje que creó para nosotros. No vamos a repetir nunca más esta experiencia, porque nadie hace cine como Drake. Es una de las personas más dinámicas que conocí en mi vida. Hubo días en que lloramos juntos, porque alguna escena nos recordó los momentos más vulnerables de nuestras vidas.
—¿Lloraron juntos, fuera de cámara? ¿Por qué?
—Mira, un día llegué a trabajar y yo no podía parar de llorar. Estaba muy emocional. Y él salió a decir. “Hagamos algunos cambios y filmemos ahora, para aprovechar lo que te pasa, porque es lo que necesitamos un poco en la película. Ni siquiera está en la historia, pero a lo mejor la agreguemos después”. Esa es la magia que genera la verdadera colaboración.
—¿Y en medio de esa colaboración nunca hay discusiones?
—Y… En una escena que estábamos haciendo con mi madre, yo estaba empecinada en filmarla de una forma que él no estaba de acuerdo. Y le dije todas mis razones por las cuales pensaba que yo tenía razón. Te diría que fue el momento de mayor discusión que tuvimos en todo el rodaje. Y él me dijo “Ok, lo filmamos como digas y después a mi manera, para encontrar el balance de lo que podamos pensar para la escena”. Creo que mi idea fue la que termina apareciendo en cine. Aprendí tanto en el camino, escuchando, con humildad. Muchas veces nos perdemos en este negocio, en la creación por expresarnos, tratando de forzar algo aunque nadie pueda identificarse con nuestra propuesta, porque la vida no se puede forzar. Nunca estamos totalmente presentes, y en el proceso de la colaboración podemos ser mucho más abiertos y honestos.
—¿Te llegaste a comparar con tu personaje de Daphne en Endings, Beginnings?
—Yo soy una persona muy controladora. Y para mí fue difícil ser desprolija, por ejemplo, porque soy muy analítica y demasiado responsable. Nunca me vas a ver en una situación como las de Daphne, las afrontaría de una forma muy diferente. Yo soy demasiado comunicativa y ella no lo es en absoluto. También me costó ser mucho más desprolija de lo que soy en la vida real.
—Tu parte favorita de Daphne…?
—Mi parte favorita es el espíritu libre y natural de Daphne. Por lo general todos somos muy fáciles de predecir, sobre lo que vamos a hacer, pero ella se levanta por la mañana con la idea de buscar algo nuevo. Es alguien que busca algo mucho más profundo, busca el significado de las cosas, aunque en el cine lo vea como algo negativo. Y es mi parte favorita: ver estas mujeres que convierten cierta actitud negativa en algo positivo. Buscar algo en este mundo sin tener las respuestas es una de las cosas más hermosas que podamos hacer en la vida.
—¿Al momento de terminar el rodaje de una producción de cine logras separarte del personaje o pasa a ser parte de tu vida, para siempre?
—Todo en mi vida cambió a partir de esta película. Todo. Te aseguro que yo pensaba que sabía quién era yo. Pensaba que estaba en una relación perfecta, hasta que filmé está película. Me hizo cuestionar muchas cosas de mi vida. Y me costó literalmente siete meses quitarme el personaje de Daphne de encima. Anoche fue la primera vez que vi la película objetivamente para decir: “Ah, estoy viendo todo como Shailene, sin estar conectada totalmente con el proceso”. Fue como subirme en una montaña rusa donde necesité resetear el GPS del camino que quiero recorrer en mi vida, de ahora en más.
Por Fabián Waintal