Cuando los técnicos calculan cuál es la tasa de interés que Massa estará pagando para conseguir los pesos que le dará a la Anses y otros organismos, el número es escalofriante: 45% en dólares.
Por: Carlos Pagni
La venta de títulos en dólares por parte de la Anses y otra dependencias del Estado, anunciada anteayer a media lengua por el Ministerio de Economía, amenaza con constituirse en un antes y un después en la peripecia del Frente de Todos. Para hacer frente a las gigantescas dificultades de financiamiento del déficit fiscal, Sergio Massa prepara un gran canje de bonos con una receta que podría beneficiar a los jubilados. Pero esos brumosos anuncios cobijan otras decisiones. Serían el modo en que el ministro termina de cumplir un generosísimo acuerdo con los bancos que, en caso de verificarse, dinamitaría por completo la retórica del kirchnerismo sobre cómo debe ser la relación entre política y finanzas. Habrá muchas discusiones, pero una sola evidencia: el resultado final de la operación es que el Estado, ahogado por el déficit, saldrá a endeudarse a tasas demenciales.
El Gobierno caminó durante varios meses por la cornisa de los vencimientos de títulos en pesos. Consiguió reestructurar 4,34 billones de esa deuda ofreciendo a bancos y aseguradoras nuevos papeles que ajustan por inflación, o por inflación y devaluación, con vencimientos en 2024 y 2025. Como parte del entendimiento, Massa y el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, permitieron a los bancos utilizar esos bonos para constituir encajes. Es decir, para respaldar depósitos del público sin tener que inmovilizar pesos a tasa cero. La noticia no se comunicó por una circular, como de costumbre, sino que se consignó en la página web del Central. Los bancos se llevaron algo más. Las autoridades levantaron la prohibición de distribuir dividendos, establecida en noviembre del año pasado. Ahora se podrían repartir el 40% de los resultados.
Las medidas que trascendieron ayer agregarían, al parecer, una ventaja para quienes aceptaron el canje de bonos de Massa: ahora podrían comprar a la Anses y otros organismos oficiales bonos en dólares, con los cuales realizar operaciones de contado con liquidación. Con una novedad: se suspendería la prohibición de acceder al Mercado Único y Libre de Cambios que penaliza a quienes consiguen dólares con ese método.
El conjunto de estas concesiones sirve para calibrar el tamaño de la dificultad que encuentra el ministro de Economía para financiar su programa. Como es obvio, son prerrogativas que benefician al sistema financiero y que, de realizarse en su totalidad, serán irritantes. Es evidente que muchos otros ramos de la economía también sueñan con dolarizar y remitir al exterior sus ganancias. Sin embargo, los más enojados serán los militantes del kirchnerismo más duro. Para ese sector, Massa y Pesce, que ya debilitaron la garantía de los depósitos, permitirían ahora que las entidades financieras, para usar la terminología con la que castigaron siempre a Mauricio Macri, “se la fuguen”.Fue la queja, ayer, de Alicia Castro, desde el kirchnerismo radicalizado de Soberanxs: “Es obsceno que a los que compran bonos les permitan seguir llevándose los dólares y que a los jubilados les licuen el salario con la inflación”.
Si se concreta todo el menú negociado, los banqueros habrán demostrado una formidable habilidad para reducir sus costos ante los desaguisados del Gobierno. Aceptan papeles de escaso valor, que con estos niveles de inflación tendrán que canjear dentro de un año, para respaldar los depósitos del público. A cambio, se llevan dólares. Massa debería sentirse humillado. Sólo le queda la satisfacción del beneficio que obtienen sus amigos financistas.
El otro capítulo de las medidas que ayer todavía estaban en elaboración es la decisión de atropellar a todas las entidades a las que la Ley de Administración Financiera dota de autonomía, para obligarlas a desprenderse de activos en dólares a cambio de activos en pesos atados a la inflación o a la devaluación. O, en algunos casos, a cambio de pesos. La propuesta deberá afrontar situaciones particulares con derivaciones, acaso, no previstas. Por ejemplo, entre las instituciones públicas afectadas se incluye a un fondo fiduciario que otorga garantías en dólares a los que han invertido en energías renovables. Entre otros, fondos internacionales. Los dólares para esas garantías fueron aportados por el Banco Mundial, con la expectativa expresa de “reconstruir la confianza de los inversores”. Ahora, de un manotazo, Massa se queda con los dólares y los cambia por papeles pesificados. Más allá de la calidad de unos u otros, sería bueno conocer la impresión de los técnicos del Banco Mundial ante este cambio de régimen.
El primer reflejo ante el Decreto de Necesidad y Urgencia que elabora Massa es calcular si las dependencias afectadas pierden o ganan con esa operación. Queda disimulado otro problema, de primera magnitud: el avance de la voracidad del Tesoro sobre cualquier garantía de independencia para la administración de organismos u empresas públicas. Otra señal de la angustia financiera del Gobierno.
Este deterioro institucional está quedando eclipsado por un debate muy sensible por su significado político: ¿Massa perjudicará o beneficiará a los jubilados? Porque el mismo juego del ahorcado que practicó con los bancos, ahora lo practica con la Anses. Como, entre otras cajas estatales, Massa está por recurrir al patrimonio en dólares del Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) del sistema previsional, debe exagerar la generosidad con los jubilados para ocultar el verdadero problema: que su crisis de financiamiento lo obliga a endeudarse en dólares a tasas siderales.
Con los datos disponibles a última hora de ayer habría que suponer que Massa le ofrece a la Anses un canje igual o más beneficioso que el que cerró con los bancos. En principio, obliga al organismo previsional a que entregue bonos en dólares de jurisdicción extranjera, a cambio de bonos duales en pesos, atados a la inflación y a la devaluación. Ambos activos estarían cotizados a valor técnico, con lo cual la Anses no pierde. Es más, hasta podría ganar: los bonos en dólares son más riesgosos, con alta inflación, que los bonos duales. Además, Massa podría aducir que reduce la deuda del Tesoro en dólares.
Con los bonos en dólares de legislación local, también hace un canje beneficioso para “los abuelos”. Igual que con los papeles anteriores, toma el 70% de esos bonos en dólares y entrega bonos duales. El 30% restante lo toma prestado y, a medida que lo va vendiendo, entrega los pesos a la Anses. Imaginativo como siempre, Massa podrá decir que con esos pesos la Anses cubrirá gastos sin pedir financiamiento el Tesoro. Es decir, el fisco ahorra. O, si se prefiere, obtiene una nueva fuente de financiamiento, porque puede tomar esos pesos de la Anses para colocar nuevos bonos.
Hasta donde se puede observar, el show de luz y sonido que Massa ofrece a los jubilados tiene un final feliz. Bajó la deuda en dólares a cambio de deuda en pesos, pero el total se mantuvo constante. Ni la Anses ni las demás oficinas afectadas, empeoraron su situación patrimonial. Hasta se podría decir que la mejoraron, porque en el caso de la caja jubilatoria el Tesoro le permitirá comprar los bonos duales con un descuento del 40% en su precio. Ojalá hayan consultado a un abogado para cerciorase de que, aun cuando los destinatarios son “nuestros viejitos”, pueden hacer ese regalo.
Para entender el truco de Massa hay que prestar atención, como con los engañosos prestidigitadores, a la mano que no muestra. ¿De dónde saldrán los pesos que le dará a la Ansés y a los demás organismos del estado? De la venta de bonos en dólares que le incauta en este canje obligatorio. ¿A cuánto venderá esos bonos? No se sabe a ciencia cierta, porque serán operaciones de mercado secundario, siempre opacas. Pero, si se considera la cotización actual de esos papeles que el Tesoro toma del FGS y de otras alcancías, se puede apostar a que los venderá a un valor de 25 centavos cuando la lámina del bono dice 1 dólar. Cuando los técnicos calculan cuál es la tasa de interés que Massa estará pagando para conseguir esos pesos, el número es escalofriante: 45% en dólares.
Dicho de otro modo: este trueque significa que el Tesoro hará algo parecido a una emisión de deuda en dólares con un costo del 45%. Para tomar un parámetro histórico que permita calibrar el drama: Néstor Kirchner provocó un escándalo cuando se endeudó con Hugo Chávez a una tasa en dólares del 15%. La pérdida que ocasiona Massa no la tendrán, hasta donde sabemos, los jubilados. La tendrán los contribuyentes.
Aquí está, otra vez, el centro del problema: el Gobierno expone una fragilidad fiscal extrema. Esa fisura está agravada porque la sequía recorta la recaudación por retenciones en 7600 millones de dólares.
Además de debilidad, hay mala praxis. El Massa que sale a vender deuda en dólares es el mismo que a mediados de enero compró deuda en dólares. Aquella vez adquirió papeles al 35% de su valor. Y ahora se prepara para venderlos al 25% de su valor. Debería explicar el rédito económico de estas operaciones. Sólo eso. Sin embargo, debe explicar mucho más. Por ejemplo, si en aquella recompra algún amigo se benefició con información anticipada. Hay dos causas penales referidas al problema.
La discusión sobre la administración de los fondos jubilatorios debería plantearse en el marco de otras coordenadas conceptuales. El muy trabajoso acercamiento de Massa hacia las metas pactadas con el FMI se debe a la gran licuación de los ingresos de “los abuelos”. Alfonso Prat-Gay calculó que la mejora fiscal de 0,6% del PBI de 2022 se debió a una pérdida de 1,1% del PBI de los fondos de la Anses. Unos 6000 millones de dólares. Además, el experto Rafael Rofman ya explicó que con la última moratoria se incorporaron 800.000 beneficiarios sin aportes que, por efecto de la fórmula de actualización de haberes, implicarán una caída del 9% en el valor real de las jubilaciones. Un desaguisado que contó con el tácito aval del FMI, que confesó verse sorprendido por una ley que tenía estado parlamentario desde junio del año pasado y que fue enviada por Alberto Fernández a sesiones extraordinarias.
La prodigalidad en el arreglo con los bancos y la desesperación por obtener fondos a una tasa del 45% en dólares, se suman a otros pormenores. El Gobierno, también con la participación de Massa como responsable de Energía, intervino a la distribuidora eléctrica Edesur, con el argumento de que incurrió en muchas interrupciones del servicio. Los funcionarios ignoraron que en la primera quincena de marzo la demanda de electricidad fue 60% más alta que en la misma quincena de 2022. Ignoraron también, a pesar de que lo señaló el economista Nicolás Gadano, que esta semana Edenor, de José Luis Manzano, Daniel Vila y Mauricio Filiberti, tuvo un mayor número de usuarios “caídos”. ¿Alguien pensó en intervenirla? Manzano, Vila y Filiberti son íntimos amigos de Massa. Filiberti es, además, protagonista principal de la licitación por compra de coagulantes para agua organizada por AySA, según sospecha Ricardo López Murphy, a su medida. AySA es la empresa que preside Malena Galmarini, la esposa de Massa.
La ferocidad contra Edesur comenzó a disolverse anteayer, cuando los ejecutivos de la empresa recibieron al “verdugo”: el vicepresidente del Instituto Patria, Jorge Ferraresi. Cuando Ferraresi escuchó que, como la tarifa eléctrica que iba a ser actualizada en febrero sigue en el mismo valor, la compañía no puede hacer inversiones, prometió que el Estado se hará cargo de las obras necesarias para mejorar los servicios. Es decir: más gastos para el Tesoro. Y un riesgo: ahora es el Poder Ejecutivo el que deberá dar la cara si, Dios no lo permita, se producen nuevos cortes. ¿A qué se debe el acoso a Edesur? ¿Tiene alguna relación con que empresarios ligados al kirchnerismo como el albertista Fabián de Souza, del grupo C5N, o el metalúrgico Raúl Olmos, del grupo Crónica, quieren quedarse con la firma? La escalada continúa. Ahora Ferraresi, amable en la reunión de anteayer, pidió a la Justicia que no deje salir del país a los directivos de la compañía. El ataque puede tener una derivación diplomática que Massa, hay que suponer, está previendo. Edesur pertenece a Enel, una sociedad cuyo accionista principal es el Ministerio de Finanzas italiano. Italia es parte del G7, integra la Unión Europea y, en consecuencia, tiene una voz sonora en el FMI.
La encerrona económica enloquece a la política. Malena Galmarini aportó ayer su invalorable franqueza para culpar a la Casa Rosada, por no decir a Fernández, de operaciones contra su esposo. Dijo que los conflictos no llegan a la separación, “por ahora”. Y relampagueó una candidatura presidencial del ministro de Economía que, para ser asumida, debería dejar de ser ministro. Apareció la hendija. Massa está entre los dirigentes del oficialismo que apuestan al crecimiento de Javier Milei. Repiten como un mantra que ya seduce a un tercio del electorado. Imposible verificarlo. Tal vez es cierto. Tal vez será cierto. Pero también hay que cuidarse de una eventualidad: que haya una campaña peronista para poner a Milei en primer plano, estimulando así la fractura en la oferta electoral opositora. Nada nuevo: lo mismo hacían desde Juntos por el Cambio a favor de Massa cuando, entre 2013 y 2017, la fractura era del PJ.
Mejor no fascinarse con estas martingalas e indagar lo que sucede en la vida práctica. ¿Es verdad que Martín Insaurralde, el jefe de Gabinete bonaerense, intendente de Lomas de Zamora y presunto candidato a gobernador, se reunió ya con Karina Milei, la hermana del candidato de ultraderecha? ¿Existe alguna vinculación entre Insaurralde y el penalista Fernando Burlando, lanzado ahora a la búsqueda del voto? Más allá de los controvertidos antecedentes de Burlando, que se remontan mucho más atrás de su patrocinio a la banda de Los Horneros, los asesinos materiales de José Luis Cabezas, llama la atención su primera publicidad. Disfrazado de indigente, con un micocrófono abrochado a una musculosa demagógica, se abraza con desamparados del Gran Buenos Aires a los que califica, con perplejidad, por su decencia. ¿Es un aviso para robar votos de Juntos por el Cambio o de Kicillof?
La angustia por la posible pérdida del poder imagina salidas inesperadas. En el PJ se escucha esta hipótesis: Kicillof presidente, Cristina Kirchner gobernadora. La Cámpora pretende quebrar la negativa de la vicepresidenta a postularse. Allí evaluaban anoche desviar la columna que irá este viernes desde la ESMA a Plaza de Mayo para pasar por su antiguo domicilio, en Recoleta, a pedir que revise esa reticencia. Una licencia poética en la mitología de la proscripción. Son las candidaturas de un mercado secundario que opera sobre un territorio al que la inflación y el consecuente deterioro del salario vuelven amenazante: el conurbano bonaerense, al que Aníbal Fernández quiere destinar 7000 gendarmes. Algo prevé. Algo está temiendo.
Carlos Pagni
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