Economía

Un nuevo frente de tormenta internacional que golpeará a la Argentina

Subas de las tasas de interés. Dólar fortalecido. Desaceleración de la economía en Estados Unidos, China y Europa. Conflicto bélico. Problemas en el sector energético. Presiones a la baja para el valor de las materias primas. Sequía en la zona agrícola del país.

En el corto plazo, el escenario externo y climático que enfrenta la Argentina arroja más signos de alarma que factores auspiciosos, y abre interrogantes de cara a un año de elecciones en el que la escasez de dólares marcará el ritmo de la economía. “La situación de estos años fue bastante excepcional y buena para la Argentina. Tuvimos los términos de intercambio más altos en los últimos 35 años y era esperable que en algún momento eso se corrigiera”, plantea el economista Guido Lorenzo, director de la consultora LCG, al describir un escenario económico global en el que retroceden los precios de las materias primas.

También lo advirtió recientemente el Fondo Monetario Internacional (FMI). En su más reciente edición del World Economic Outlook, el organismo estimó para 2023 un crecimiento promedio del 2,7% a nivel internacional, aunque para las economías avanzadas esa proyección es de un modesto 1,1%. Dentro de ese último conjunto se espera que el nivel de actividad en Estados Unidos se expanda un 1% el año próximo, con cifras más modestas en el Reino Unido (0,3%) y la Eurozona (0,5%). Para Alemania e Italia, las perspectivas son más sombrías, con proyecciones de contracción del nivel de actividad (0,3% y 0,2%, respectivamente).

La desaceleración en el crecimiento económico global para el año próximo se vincula, entre otros factores, con el cambio en el esquema de política monetaria tras la salida de la pandemia y el salto de la inflación, que en Estados Unidos y Europa llegó en 2022 a los valores interanuales más elevados de los últimos 40 o 50 años, y que generó escenarios de descontento social e inestabilidad política.

La reacción de las autoridades monetarias en cada mercado implicó una reversión de las políticas expansivas aplicadas como reacción a la pandemia de Covid-19, con el desarme de paquetes de estímulo y medidas contractivas tendientes a combatir la aceleración de la suba de los precios. El caso de la Reserva Federal de Estados Unidos se caracterizó por ser el más agresivo, con un sendero de ajuste que llevó las tasas de interés de referencia del 0,25% en marzo al 3% actual. Y hay expectativas de nuevos ajustes hasta, al menos, mayo de 2023.

“Es quizás el contexto más complejo en mucho tiempo, por lo menos en las últimas décadas, en varios aspectos”, advierte Martín Vauthier, director de Anker. “Hoy estamos en un proceso donde la Fed sube las tasas de interés y desarma estímulos monetarios; es un terreno incierto. Lo que vemos es que en Estados Unidos la inflación eventualmente va a terminar bajando aunque le lleve un tiempo, por una caída en el nivel de actividad.

La política monetaria actúa en forma indirecta a través de un efecto riqueza y un efecto ingreso sobre los consumidores americanos. Y hoy vemos que el índice S&P, que es [el que refleja] donde los estadounidenses ahorran y es como el dólar para los argentinos, acumula en el año la segunda peor caída de la historia. Y hay un efecto ingreso negativo, por el aumento de las tasas de los créditos hipotecarios y por la caída del ingreso disponible real, tanto porque se reducen las transferencias del Gobierno, como porque los salarios están perdiendo contra la inflación”, describe el analista. Y agrega: “Ese menor nivel de actividad tiene un impacto más indirecto en el país, que tiene que ver con la dinámica de la economía global que crece menos, demanda menos importaciones y eso es menos exportaciones para la Argentina, en términos de cantidades”.

Al mismo tiempo, otra consecuencia del endurecimiento de la política monetaria en Estados Unidos es el fortalecimiento del dólar a nivel global, que se asocia con una consecuente depreciación de las monedas de los mercados emergentes y un efecto negativo sobre el escenario del comercio internacional para países como la Argentina, que depende de la exportación de materias primas. “Ese dólar fortalecido genera presiones a la baja en las commodities, que en parte están amortiguadas por el efecto de la guerra de Rusia en Ucrania. Y si bien no están como a principios de año, siguen generando un piso tanto para los precios tanto de la energía como del agro. Por eso, a la soja le cuesta perforar losUS$500. Si no estuviera ese conflicto, las commodities ya habrían ajustado a la baja”, plantea Gabriel Caamaño, director de Consultora Ledesma, sobre un escenario que podría afectar negativamente al valor de las exportaciones de la Argentina.

Al mismo tiempo, el economista pone el foco en la situación económica de China, segunda potencia mundial y segundo destino de las exportaciones locales, luego de Brasil. Lejos de las tasas de crecimiento de décadas pasadas, el FMI proyecta que en 2023 el gigante asiático crecerá un 4,4%. “Hay que ver si esta desaceleración es más abrupta de lo esperado, porque también le va a pegar a los precios de las commodities. La Argentina tiene un flujo comercial importante pero, para el país, China es más importante en forma indirecta por los precios y vía Brasil, que lo tiene como el principal socio comercial. El punto a seguir es si China se va a desacelerar más de lo que espera el mercado”, completa Caamaño.

Los efectos financieros

Junto al impacto de los flujos de comercio, los términos de intercambio y la cuenta corriente, el escenario económico internacional se verá condicionado en términos financieros. La suba de las tasas de interés y el fortalecimiento del dólar suelen acompañarse de salida de capitales de mercados emergentes, con impacto negativo en las monedas de estos países.

Para la Argentina, no obstante, los analistas prevén un impacto acotado en este sentido, y no por cuestiones virtuosas: con un riesgo país en torno a los 2800 puntos, restricciones cambiarias y nulo acceso al financiamiento externo, los flujos de capitales internacionales ya son acotados. Así, el escenario es diferente al de 2018, cuando una reversión del contexto internacional precipitó una fuerte salida de capitales que impactó negativamente sobre el tipo de cambio y las reservas del Banco Central.

“El canal financiero no impacta directamente porque no tenemos financiamiento. Y es una desventaja que se vuelve ventaja. Lo que ocurrirá no es tanto fly to quality, sino que quizás, en el corto plazo, habrá menos prestamos financieros entre países, y eso afectará algo al financiamiento dentro de empresas del resto del mundo a la Argentina”, advierte Lorenzo.

Para Fernando Marull, economista y director de FMyA, el contexto financiero internacional ya está “incorporado” en los mercados, y la tendencia de la inflación internacional será a la baja. “Tengo la sensación de que lo peor ya pasó. El mercado cayó 20% este año y todo lo que es riesgo de la Fed lo veo más en el pasado que hacia adelante. Los desafíos están porque la guerra sigue, y el problema para la Argentina es que vas a tener menores precios de commodities, pero no se espera una soja de vuelta en US$400. Y la actividad va a ser más débil”, agrega el economista.

De todas maneras, el fortalecimiento del dólar sí aparece como una amenaza para la competitividad local. Mientras el Gobierno intenta evitar una devaluación del dólar oficial, y en los últimos meses aceleró el crawling peg para acercarlo al ritmo de la inflación, la evolución del tipo de cambio multilateral muestra signos de atraso.

“El efecto indirecto de la suba en las tasas de interés es el fortalecimiento del dólar. Todas las monedas se deprecian contra el dólar y la local también debería hacerlo. El contexto suma presión a una devaluación del peso desde el contexto internacional. Hoy, el oficial ya está muy atrasado, y al mirar el multilateral estás apenas un 8% arriba del nivel de la convertibilidad. Es difícil corregirlo con crawling, porque la inflación ya está desbocada. El Gobierno devalúa 6% por mes y la inflación es de 6% mensual. Lo máximo que se hace es frenar el problema”, dice Camilo Tiscornia, director de C&T Asesores Económicos

Y agrega: “Como el atraso cambiario está, queda tomar medidas como las del dólar soja o el dólar Qatar y más impuestos o control a las importaciones, que apuntan a contener transacciones o devaluaciones transitorias o acotadas. Es todo para contener ese atraso, que es una consecuencia de la política que adoptó el Gobierno en 2021 para llegar mejor a las elecciones, y que ahora genera un problema”.

Los vientos en la región y la sequía en el país

También el escenario regional abre interrogantes, con una dinámica económica en Brasil que, si bien tuvo un mejor desempeño al esperado en 2022, arrastra años de desaceleración en el crecimiento. Para la Argentina, que acumula este año nueve meses de déficit, implica una mala noticia, al ser el gigante latinoamericano el principal destino de sus exportaciones. “Este año fue mejor a lo esperado y eso le permitió a Bolsonaro recortar la distancia con Lula en la primera vuelta, pero es probable que no le alcance. El foco es ver el programa que se viene y en qué medida las autoridades que lleguen van a poder superar el bajo crecimiento estructural del país. Las expectativas no son positivas, porque no habría espacio político para avanzar en reformas estructurales”, plantea Soledad Pérez Duhalde, directora de operaciones en Abeceb, respecto de la incertidumbre política que abre el escenario de segunda vuelta en las elecciones presidenciales.

“En caso de ganar Lula, vamos a ver probablemente un mayor esfuerzo para impulsar la integración regional, pero no habrá cambios de fondo. Y la desaceleración prevista para Brasil no ayuda a la Argentina. Este año, el déficit comercial se multiplicó por cuatro respecto de 2021″, agrega.

El factor climático es un tema que, al menos en el corto plazo, jugará en contra para la Argentina y su potencial exportador. El fenómeno de la Niña seguirá afectando a la zona productiva agrícola, con un nivel de lluvias inferiores a los habituales, en un escenario que ya complica a la campaña de trigo. Los pronósticos sectoriales, a su vez, dan cuenta del impacto negativo de ese fenómeno climático sobre el sector, que podría dejar al país con un tercio menos de trigo que en la cosecha anterior, y afectar las cifras de maíz o soja. Así lo refleja un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario, que recortó sus proyecciones: con un área perdida de casi 400.000 hectáreas sembradas, la entidad planteó que en la actual campaña se cosecharán 15,2 millones de toneladas, cuando en octubre se pronosticaba un total de 17,5 millones. En el ciclo anterior se llegó a 23 millones de toneladas.

Con menor cosecha, también habrá menores saldos exportables y su efecto podría impactar en el flujo de divisas sobre el final de este año y comienzos de 2023. “Es un riesgo enorme, teniendo en cuenta que la variable que hay que mirar más de cerca para evaluar la macro es la dinámica de las reservas del Banco Central. Si bien no conocemos la magnitud del impacto, hay certeza de que afectará al trigo, y eso implicará una menor oferta de dólares en diciembre y enero, que son dólares que, en general, son un puente hasta abril, cuando llega la liquidación de la soja, con montos mucho más importantes”, completa Vauthier.

Por: Esteban Lafuente

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