Lo poco que se conoce hasta ahora de la futura gestión de Sergio Massa al frente del Ministerio de Economía es que afirmó que quiere poner orden en las cuentas públicas.
Por: Roberto Cachanosky
Esto, se supone, quiere decir que desea bajar el gasto público que es el factor que lleva al déficit fiscal, que a su vez requiere de financiamiento vía emisión monetaria porque no hay margen para recaudar mucho más impuestos ni colocar nueva deuda en el mercado interno o externo.
Resulta bastante difícil imaginar una baja del gasto público en un gobierno que tiene fuertes inclinaciones populistas. Miembros del oficialismo impulsan, por ejemplo, el mal llamado salario básico universal, que no es salario porque no hay como contraprestación un trabajo que explique la palabra salario. Es, en todo caso, más dinero para “planeros”.
En noviembre de 2019 el gasto primario base caja fue de $375.300 millones y en junio pasado llegó a $1.523.532 millones, es decir, aumentó el 306% desde que asumió este gobierno, con una inflación acumulada de 190%. Si se coteja con noviembre de 2021, para evitar el efecto del medio aguinaldo, la expansión registrada fue de poco más del 20% en términos reales.
Resulta bastante difícil imaginar una baja del gasto público en un gobierno que tiene fuertes inclinaciones populistas
Además, desde que el kirchnerismo volvió al gobierno el gasto en subsidios económicos para mantener artificialmente bajas las tarifas de los servicios públicos subieron 361%, pero el rubro que más se disparó fue “otros planes sociales”: 1.210%, que no es más que el gran negocio en que se han transformado las llamadas organizaciones sociales en empresas de la pobreza.
En el 2020 se advirtió un desborde de gasto público por el mal manejo de la pandemia de Covid-19, porque generó una innecesaria cuarentena eterna. Eso hizo caer brutalmente los ingresos impositivos y disparó los gastos. Pero 2021, en particular en el segundo semestre, las erogaciones aumentaron en valores reales y el déficit se desbocó por el “plan platita” para tratar de ganar las elecciones de medio término. Y, ahora el creciente saldo negativo no puede atribuirse al mundo ni a la invasión de Rusia a Ucrania. La culpa es de un gobierno desbocado en su populismo.
¿Se puede estabilizar la economía con ese festival populista?
La realidad es que Sergio Massa debería lograr el apoyo de los otros miembros del triunvirato gobernante para poder hacer recortes importantes en el gasto público, recortes que implicarán subir en términos reales las tarifas de los servicios públicos y bajar otros gastos.
Ahora bien, adoptar estas medidas sin un plan económico consistente y con proyección de largo plazo que implique un giro de 180 grados en la política económica actual, significaría un simple “Rodrigazo”, como en 1975.
Ante el desastre que había dejado José Ber Gelbard, primer ministro de Economía que empezó con el presidente Héctor Cámpora, luego de la muerte de Juan Domingo Perón y con una María Estela “Isabel” Martínez de Perón presidente, pero débil políticamente, Celestino Rodrigo solo intentó acomodar los precios relativos pero sin un plan económico consistente. El resultado fue un caos económico, social y político.
A partir de ese momento empezaron a sucederse en el Ministerio de Economía un ministro tras otro. Isabel Martínez de Perón llegó a tener 8 ministros de Economía: José Ber Gelbard, Alfredo Gómez Morales, Celestino Rodrigo, Ernesto Corvalán Nanclares, Pedro José Bonanni, Ernesto Corvalán Nanclares, Antonio Cafiero y Emilio Mondeli.
Alfredo Gómez Morales era una persona muy respetada en esos años y sin embargo solo estuvo 7 meses en el Ministerio. Antonio Cafiero, que vino de Europa donde estaba para asumir el cargo, duró 5 meses. Ninguno podía dominar el desborde inflacionario. Es que no había un plan y el gobierno era políticamente débil, igual que hoy.
En los 70 no había un plan y el gobierno era políticamente débil, igual que hoy
El primer ingrediente de una gestión económica exitosa requiere de un gobierno que genere credibilidad y esté dispuesto a llevar adelante un plan consistente. No había ninguna de las dos cosas en esos años 70. Pero, sobre todo, además de los grupos guerrilleros que querían derrocar a Isabel Perón y tomar el poder por las armas, el país carecía de rumbo político. El poder real lo ejercía José López Rega operando desde la oscuridad.
La distorsión de precios relativos y el contexto social
Si se comparan las distorsiones de precios relativos de aquellos años con las de ahora (atraso del tipo de cambio oficial y tarifas de los servicios públicos) se advierte que hoy luce mucho mayor. Pero el punto a resaltar es que en aquellos años el colchón social era mucho más grande que el actual. En los 70 todavía había una clase media importante, no existía el nivel de pobreza, indigencia, ni la desocupación que se registra actualmente y el gasto público consolidado era notablemente inferior al 50% del PBI que ronda en este momento.
Grosero error se cometerá si se piensa que con un retoque de los precios relativos y algún ajuste de la tasa de interés van a lograr una estabilización de la economía. Para eso se requiere de un plan económico mucho más consistente que el que puede ofrecer este triunvirato populista.
Tampoco es cuestión de conseguir algunos dólares para que el BCRA no siga tan raquítico de reservas. Y no se ve claramente qué piensan hacer con otro serio problema que es el déficit cuasifiscal.
Cuando se estableció el Plan de convertibilidad, un instrumento muy potente para frenar la hiperinflación, le llevó casi dos años y medio lograr bajar el ritmo de aumento de los precios a un dígito por año. Y contaba como apoyo un plan de privatizaciones, desregulación de la economía y liberación de los mercados que le daban más sustento a la nueva política monetaria. Algo parecido ocurrió con el Plan Austral, si bien fue un programa heterodoxo, tenía anuncios de baja de gasto público que, inicialmente, generaron confianza.
Hoy, luego de muchos años de populismo K, nadie que anuncie orden fiscal por el lado del gasto va a ser creíble, y menos con un triunvirato gobernando. Vale la pena insistir, el problema actual es de falta de credibilidad en el trío gobernante, en la filosofía de La Cámpora y de todo el kirchnerismo.
Más allá de la transitoria tranquilidad que pueda mostrar el mercado, en particular la cotización del dólar blue, nadie puede engañarse pensando que acá se produjo un ataque de confianza en el peso porque Sergio Massa fue designado ministro de Economía.
Habrá que esperar los anuncios, pero se sabe que la base de credibilidad política no existe con este gobierno ni existirá mientras el kirchnerismo siga en el poder. El resto serán tácticas de corto plazo para tratar de evitar estallidos antes del 2023. Si lograran eso, cosa nada fácil, deberían darse por satisfechos.
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