Habrá más déficit y emisión que lo pactado, mientras que tampoco se podría cumplir con la meta de acumulación de reservas.
Luego de una caída gradual desde el acuerdo con el FMI, a fines de enero, el dólar estaba esperando que lo despierten. El anuncio del Gobierno de un bono para jubilados y otros sectores afectados por la inflación, a un costo fiscal estimado en $ 220.000 millones hizo todo el trabajo. En sólo cuatro días el “contado con liquidación” subió 10% y borró las ganancias en pesos de casi dos meses de aquellos que apostaron por la “bicicleta financiera” a través de la compra de bonos ajustados por CER.
¿Cambió algo desde el lunes, cuando el tipo de cambio había caído hasta los $ 188 y el viernes, cuando cerró arriba de los $ 207? Objetivamente nada. Pero sin un plan consistente que permita anclar las expectativas y con la proyección de un fuerte aumento del gasto por delante, la conclusión de los inversores resultó bastante obvia: se viene más emisión monetaria, inflación y por ende el tipo de cambio ya no puede seguir haciendo la “plancha”.
Detrás de los anuncios fue indisimulable la presión de Cristina Kirchner, que venía presionando al ministro de Economía, Martín Guzmán, para que “haga algo” y deje atrás la falta de reacción ante una inflación galopante y el consiguiente aumento de la pobreza.
En las semanas previas fueron incesantes los rumores que hablaban de una inminente salida del ministro a causa de la fuerte presión que había desde la Cámpora. Sin embargo, nunca se llegó a esbozar un “plan B”, o sea un reemplazo potable. Lo mismo ocurrió con la negativa a sumarse al acuerdo con el FMI. EN ningún momento se planteó cuál era la opción en caso de un default con el organismo.
Contra las cuerdas y bajo fuerte presión de la Cámpora, Guzmán anunció los bonos por $ 220.000 millones y al mismo tiempo un proyecto para gravar la “renta inesperada”. Fue la excusa que precisaba el dólar para salir de la siesta
El anuncio de un proyecto para gravar la “renta inesperada” fue parte del mismo combo para calmar la ansiedad de Cristina. Sin embargo, el propio Guzmán reconoció en diálogo con medios en Washington que aún no hay nada muy definido. El proyecto está verde, pero su anunció generó confusión y también contribuyó a inquietar el mercado cambiario.
Más de 60
Con el primer trimestre adentro y la perspectiva de un incremento en abril arriba del 5%, el pronóstico de inflación del 2022 ya supera con comodidad el 60%.Aún cuando se produzca una desaceleración en los próximos meses, en línea con lo pronosticado por el ministro de Economía, Martín Guzmán, demorará mucho que caiga en el corto plazo por debajo del 4%.
El cierre de paritarias al 60%, con el visto bueno del Gobierno, sólo confirman los pronósticos en materia inflacionaria. El sindicato que conduce Armando Cavalieri no se conformó con el ajuste salarial pactado: además se incluyó una cláusula de revisión en enero por si lo pactado se queda corto y por las dudas también se agregó una suma de $ 600 mensuales para los empleados por los “efectos del COVID-19″, sin mayores detalles.
La economía ingresó en una espiral cada vez más peligrosa de precios y salarios. Los ajustes nominales son crecientes y no está claro que vaya a aflojar en los próximos meses, ante un gobierno muy débil que no puede encarrilar las expectativas
Este acuerdo salarial, que fue homologado por el Gobierno, es una guía para el resto de las paritarias que se avecinan. Además, la propia dinámica salarial le pone prácticamente un piso a la inflación. ¿Qué hará un supermercado que debe planificar aumentos de 60% para todos sus empleados?Obviamente no tardarán en trasladar ese incremento de costos a los precios a sus clientes. De lo contrario, se quedarían sin margen y pasarían a operar a pérdida.
Dinámica peligrosa
La economía abandonó así el ajuste a la “velocidad crucero” de 45% a 50% del año pasado y saltó un par de escalones más. La dinámica es sumamente peligrosa porque está el riesgo latente de un desborde incluso peor. La espiral de precios y salarios típica de los procesos de alta inflación en la Argentina se hace presente una vez más. Los riesgos están claramente presentes ya en lo que resta de 2022 y sobre todo avanzando al 2023. La incertidumbre típica de los años electorales podría hacer estragos en el tipo de cambio y calentar todavía más la inflación.
Este desborde inflacionario por supuesto estuvo presente en la conversación que el ministro de Economía mantuvo en Washington con la número uno del FMI, Kristalina Georgieva.Al menos en público, ambos le echaron la culpa de la aceleración de los precios a los efectos de la guerra en Ucrania. Pero todo el mundo tiene claro que se trata de una media verdad. Es cierto que hay mayor presión por el salto de las materias primas. Pero antes que estallara el conflicto bélico ya se pronosticaba una inflación del 55%.
El acuerdo con el FMI ya es “letra muerta” y precisará ser “recalibrado”. El déficit fiscal primario llegaría este año a 3,2%, por encima del 2,5% pactado e incluso arriba del nivel del año pasado. Tampoco se cumpliría con la meta de acumulación de reservas estipulada para 2022
El propio funcionamiento de la economía está entregando señales preocupantes para adelante y eso también seguramente habrá ocupado buena parte de las conversaciones del equipo económico con el staff técnico del FMI. Las metas fiscales fueron cumplidas en los primeros tres meses del año, ya entran en zona de riesgo en este segundo trimestre luego de los anuncios de los bonos.Y en el segundo semestre será más complicado aún por la necesidad de mayores importaciones de energía, las dificultades para bajar subsidios aún con la suba de tarifas y en general la falta de compromiso del Gobierno a la hora de recortar gasto improductivo.
El peor primer trimestre desde 2017
Un informe de Consultatio Asset Management resultó contundente en relación a la escasa moderación en las cuentas públicas de parte del Gobierno, aún en el marco del acuerdo con el FMI: “El resultado fiscal del primer trimestre fue el peor desde 2017. Para superar la meta pactada con el organismo se incluyó un concepto erróneo, sin el cual tampoco se hubiera podido cumplir con la meta, que ya de por sí era light”.
La “contabilidad creativa” del equipo económico consideró como ingreso corriente el concepto de “rentas de la propiedad”, tomando en cuenta lo recaudado por las emisiones de deuda menos el valor nominal de las mismas. Al menos en esta ocasión los técnicos del Fondo harán la “vista gorda”.
La proyección para este año de la firma es que el rojo primario se ubica finalmente en 3,2% del PBI, lejos del 2,5% pactado con el organismo y por encima del año pasado. Se suponía que la reducción del rojo fiscal y por consiguiente de la emisión eran fundamentales para bajar la inflación. Pero nada de ello sucederá en 2022.
La economía está atada por alambres por donde se la mire. Incluso una de las metas que parecía más sencillas de cumplir en relación al acuerdo tampoco se estaría logrando: la acumulación de reservas.
En un informe a clientes, Adcap Grupo Financiero advirtió que en lo que va del año el Central sólo logró comprar USD 110 millones contra USD 3.375 millones del año pasado. El dato enciende luces rojas, teniendo en cuenta que además la liquidación de divisas por parte del sector agropecuario fue muy superior por la suba de los precios de los commodities. La consecuencia es que también peligra el objetivo de hacer crecer las reservas en U$S 5.800 millones a lo largo del año, aún considerando los desembolsos ya realizados y los futuros que efectuará el Fondo.
El Central debería comprar hasta fin de año unos USD 3600 millones. Los próximos dos meses serán críticos para conseguir ese objetivo, que hoy luce casi inalcanzable.Además, el stock que pueda acumular hasta junio posiblemente se pierda en el segundo semestre, entre otros motivos por la necesidad de importar gas licuado, cuyo precio se multiplicó por tres en relación al año pasado a causa de la guerra.
El acuerdo con el FMI sirvió a fines de enero para alejar el fantasma de default y descomprimió la fuerte presión sobre el dólar libre de fines de enero. Pero a menos de tres meses de aquel pacto existen dudas crecientes sobre su utilidad para encauzar las expectativas del público y los inversores. El panorama es peligroso: un gobierno debilitado, una fuerte aceleración inflacionaria y la ausencia de “anclas” que pongan un freno a una espiral cada vez más difícil de frenar que incluye precios, dólar y salarios.
Pablo Wende