«La única fuente disponible de financiamiento en dólares para la Argentina es el FMI»

Emmanuel Álvarez Agis fue viceministro de Economía de Axel Kicillof y hoy es uno de los economistas más convocados por parte de entidades empresariales, que buscan escuchar sus análisis

-¿Hay un ajuste con la quita del IFE, el ATP, la suba de tarifas y el cambio de la fórmula de movilidad previsional?

-Veo por primera vez en mucho tiempo que el gasto público tiene un comportamiento contracíclico: cuando la economía estuvo en su piso, en abril, el gasto público tocó su techo; hoy, que la economía cae al 8 o 9% anual, el gasto público se expande al 10% anual arriba de la inflación. Hay un criterio razonable de ir retirando el gasto Covid a medida que la economía se va recuperando. Si el presupuesto de 2021 tiene incluido un ajuste, depende pura y exclusivamente de la situación sanitaria. Este año terminaremos en un déficit de 7% del PBI, del cual el gasto Covid es 5%. Por lo tanto, incluso si Economía hablara de un déficit de 2% el año que viene, uno estrictamente no podría hablar de ajuste. El no ajuste será tal cosa si el año que viene efectivamente no hay Covid. El problema es que todos queremos tener el optimismo de que ya no habrá.

-El 2% del PBI en gasto fiscal que no es Covid serían los subsidios a tarifas de gas, luz y transporte. Economía anunció que no aumentará este gasto en términos del PBI. ¿Cuánto debería subir entonces los servicios?

-En los últimos años, Cambiemos llevó las tarifas en términos reales incluso arriba del promedio de los 90. Esa especie de overshooting permitió que, con un año y medio de congelamiento, no estemos con un atraso monstruoso. Para lograr un nivel de recuperación compatible incluso con la nominalidad de la economía del año que viene, las tarifas tienen que subir entre 30 y 35%. En esos rangos, uno puede pensar en una tarifa que sea pagable por los consumidores y las empresas, y en un nivel de subsidios que se estabilice en un 1,8 o 2% del producto, que no es el nivel máximo de subsidios que ha tenido la Argentina, pero que es un nivel alto.

-Con todos los aumentos que se vienen en tarifas, telecomunicaciones, prepagas y demás servicios el año que viene, ¿cómo ve el impacto en la inflación?

-Dependerá, como siempre en la Argentina, del trípode que forman el tipo de cambio, las tarifas y los salarios. Estabilizar el mercado de cambios me parece que es el factor más incierto y más difícil para el año que viene. Uno puede combinar un tipo de cambio que no se aprecie (que suba entre 35 y 40%), unos salarios que recuperen algo del terreno perdido con el Covid, y unas tarifas que tal vez vayan un escalón abajo de la inflación. Si el Gobierno logra justamente resolver la cuestión cambiaria, uno puede aspirar a una tasa de inflación de 40 o 45%, que es un registro malo para cualquier país del mundo, pero razonable para la Argentina. Me parece que hay un riesgo, si el Gobierno no logra estabilizar la cuestión cambiaria, de ir a un nivel de inflación más alto y más peligroso aún.

-¿Qué análisis hace del cambio de la fórmula previsional?

-Creo que estamos encarando mal la discusión de la cuestión jubilatoria. Ninguna fórmula que sea buena, tanto para la cuestión del poder adquisitivo de las jubilaciones como para la cuestión fiscal, se puede aprobar en situaciones de crisis, porque la fórmula se diseña para situaciones normales. En situaciones de crisis, lo más razonable es tomar medidas excepcionales. La fórmula de Cambiemos podía estar bien, pero si hay una crisis inflacionaria, se produce un problema fiscal. La fórmula de ahora puede estar bien para un país que crece, pero si hay una recesión, caen los salarios y cae la recaudación, y la fórmula estará mal. Me parece que dada la experiencia que acumulamos en tantos años de tener fórmulas de ajuste, creo que esta tiene un componente razonable, que es el techo que trata de cuidar lo fiscal. Pero en ese sentido hay cierta asimetría, porque no tiene un piso. Nada garantiza que si el año que viene hay una segunda ola, una devaluación o una recesión, los jubilados no salgan perdiendo. Tendríamos que discutir pisos y techos, para que estemos seguros desde lo fiscal y también desde el poder adquisitivo de los jubilados.

– En lo monetario, el bajo nivel de reservas del Banco Central alimenta una expectativa de devaluación. ¿Cómo se corrige eso?

-Las expectativas de devaluación se aceleraron a partir de un error del Gobierno que fue no tener una política de tipo de cambio administrado en los dos mercados de cambio que existen en la Argentina: el oficial y el cuasi oficial, el CCL. Cuando se permitió que la brecha llegara a niveles muy altos, se generó que nadie que tenga dólares le quiera vender al Banco Central y que todos los que tengan pesos le quieran comprar. Con lo cual, el drenaje de las reservas se explica pura y exclusivamente por el nivel de la brecha. Me parece que en la medida en que no se encare una política agresiva de reducción de brecha y estabilización del tipo de cambio, las reservas serán el resultado de eso. El Banco Central ha estado en situaciones más complicadas en materia de reservas y no se quedará sin en el corto plazo, pero cuando uno mira la economía dentro de seis u ocho meses, si la situación actual continúa, obviamente hay una preocupación fuerte. Me parece que en ese sentido, tratar de seguir ajustando el control de cambios sin ocuparse de administrar la brecha es una quijotada. Mientras haya brecha grande, es imposible que el Banco Central vuelva a recuperar reservas.

-¿Cómo se achica esa brecha?

-Hay una cuestión de corto y de mediano plazo. En el corto plazo, la brecha creció porque el Gobierno hizo dos cosas en el marco del Covid, una que estuvo bien, que fue la política fiscal de darles subsidios a las personas y a las empresas, y una que estuvo mal, que fue mantener la tasa de interés muy por debajo de la inflación, prestando plata a niveles de tasa que son absolutamente regalados; en general el sistema financiero argentino está concentrado en aquellos que no necesitan la plata. Ese nivel de tasa de interés tan bajo le dio combustible a la brecha, no al crédito. Hoy, la economía está prendida fuego, y la plata por la cual la están prendiendo fuego la presta en forma muy barata el Banco Central. Hay que tener una política monetaria más restrictiva para bajar la brecha. En el mediano plazo hay que tener, obviamente, un programa macroeconómico consistente, que permita sobre todo recuperar la dinámica de exportaciones que la Argentina venía teniendo en los últimos tres o cuatro años, porque será la única manera en la cual el Banco Central recuperará reservas y será la única manera en la cual la economía se terminará de estabilizar. Hasta que los argentinos no veamos al Banco Central recuperando reservas, nuestra intranquilidad con el dólar no va a parar.

-Eso repercute también en las restricciones a las importaciones. ¿Cómo puede mermar el crecimiento del año próximo?

-Es paradójico, porque cada vez hay más restricciones, pero hay más importaciones. En septiembre, la economía cayó 9% y las importaciones crecieron 3%. Como todos tienen miedo de que dentro de un mes o dentro de dos o cuatro meses el tipo de cambio se vaya a lugares parecidos adonde está la brecha, se está habiendo un adelanto de importaciones como una manera de cubrirse ante una probable devaluación. Eso tiene una mala y una buena noticia. La mala noticia es que el Banco Central se ve muy exigido con las reservas para pagar esas importaciones y que la actividad productiva en este momento no las necesita. La buena noticia es que cuando la economía pegue la vuelta necesitará menos de importaciones, porque ya las habrá hecho. Hay que tener mucho cuidado de que esa estrategia de cobertura no termine debilitando a la economía en su conjunto. Es muy paradójico que la Argentina esté cayendo entre 10 y 11% y vea que su superávit comercial se va achicando. Además, ese superávit comercial no se traduce en dólares que entran al Banco Central.

-La estrategia del Gobierno es «llegar hasta abril», que es cuando estará la cosecha gruesa. Pero, ¿qué pasa si hay sequía o una segunda ola de Covid?

-Me parece que la experiencia de este año de la Argentina da una enseñanza muy sencilla: el gasto Covid es sostenible en la medida en que hayan dólares. En ese sentido, la única chance es que si esto ocurre, hay que combinar el gasto con algún flujo importante de dólares, como han hechos países que no estaban en default y no tenían un problema con el FMI como nosotros. La Argentina no tiene ninguna fuente de financiamiento disponible. La única es el FMI, que legalmente tiene espacio para prestarle a la Argentina, pero políticamente esa discusión está muy trabada. Si viene una segunda ola, combinada con una sequía, y la Argentina no encuentra una olla donde rascar dólares, la situación será más complicada que este año.

-¿El FMI podría prestar los US$12.000 millones que quedaron del acuerdo pasado?

-Tiene bastante más que eso para prestar, porque cuando uno mira los niveles de deuda del FMI sobre producto de países que tienen un programa de facilidades extendidas, como el que el ministro anunció que pedirá, hay espacio para pedir más apoyo financiero. No sé si el Gobierno quiere eso, porque hubo declaraciones en ambos sentidos. Me parece que el Fondo puede tener un problema político de darle más financiamiento a la Argentina. Me preocupa que el FMI vuelva a cometer un error con la Argentina, como hizo en 2018 y 2001, que es anunciar un programa que en términos de financiamiento es inconsistente. Si pide un déficit fiscal de entre 3 y 4%, y ese déficit no tiene ningún tipo de financiamiento por parte del FMI, al mismo tiempo el Fondo le estará diciendo a la Argentina que estrese las dos fuentes de financiamiento que tiene: la emisión monetaria y la deuda en pesos. Si va a un acuerdo con el Fondo donde dice que se equivocó en pedir un shock fiscal y que entiende que es más razonable una estrategia de gradualismo fiscal, eso hay que financiarlo y con dólares. Y la única fuente disponible de financiamiento en dólares para la Argentina, para el año que viene, es el FMI.
Por: Sofía Diamante

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