Esta semana quiero utilizar una parodia que quizás nos ayude a entender nuestra cultura monetaria. Como fuente voy a utilizar un gran trabajo realizado por el santafesino Miguel Morra (autor del genial libro Pequeña historia de incompetencia sin igual) y la ayuda de mi amigo Fabián Galperin, para jugar con algunos números.
Por: Claudio Zuchovicki
En 1935 nacieron Woody Allen, Elvis Presley, Mercedes Sosa, el Pepe Mujica y, con ellos, el Banco Central de la República Argentina. Con el nacimiento del BCRA (28 de mayo de 1935) y ya firmado el pacto Roca-Runciman, el peso moneda nacional se convertía en una moneda potencialmente fuerte por el perfil agroexportador del país y por la promesa de seriedad y responsabilidad en el manejo de emisión de dinero, ya que en su hermoso edifico, el BCRA te recibía con una placa gigante que exhibía la misión fundamental de esa institución: «Preservar el valor de la moneda». Irónicamente, sacaron ese cartel en el 2012 porque como diría Tu Sam: «puede fallar».
En 1935, con 3,90 pesos m$n se podía comprar un dólar. Ese dólar sigue siendo el mismo, solo que ahora necesito 150 pesos para comprarlo.
Si bien este dato parece lógico teniendo en cuenta que pasaron 86 años, necesito aclararle que, en el camino le sacamos trece ceros a nuestra moneda, mientras que el dólar sigue siendo el mismo (solo se cuestiona si la figura de Benjamín Franklin tiene cara pequeña o cara grande).
El peso moneda nacional nace en 1881 y nos acompaña hasta enero de 1970. Ese año se lo reemplaza por peso Ley 18.188, sacándole los primeros dos ceros. En junio de 1983 nace el peso argentino ($a) con cuatro ceros menos. En junio de 1985 es reemplazado por el austral, tras sacar tres ceros más. En 1992, mientras en Europa se firma el Tratado de Maastricht por el que se establecen las intenciones de coordinación política de la Unión Europea (previa del Euro, que se hace realidad diez años después), nace el peso que conocemos hoy (durante un tiempo fue convertible a un dólar), pero antes se sacan cuatro ceros más. Somos un país que ha evolucionado poco, pero en cambios e impresión de monedas somos especialistas.
Finalmente, el peso que tenemos hoy representa 10.000.000.000.000 m$n del año 1935.
Vamos a jugar con este dato. Supongamos que quiero volver a comprar un dólar usando pesos m$n, para comparar el poder adquisitivo real de nuestra moneda original. Hoy, para comprar un dólar necesito 150 pesos de hoy. Pero usando nuestra moneda original necesitaríamos 1.500.000.000.000.000 m$n, o 1500 billones, o 1500 millones de millones de billetes de un peso m$s para comprar un dólar.
Según el único emisor legal de nuestra moneda desde 1935, el BCRA, el papel utilizado es 100% de fibra de algodón, con un peso de 83 gramos por metro cuadrado, y mide 146 milímetros de largo y 65 milímetros de alto. Aunque los billetes de aquel entonces eran un poco más grandes, para poder concretar la operación necesitaríamos un espacio físico donde poner esos 1.500.000.000.000.000 m$n de billetes de un peso m$s. Si colocásemos los billetes, uno al lado del otro, pegaditos, como empapelando una habitación, necesitaríamos 15.000.000 kilómetros cuadrados, o sea que se podría empapelar todo el Mercosur o una vez y media Europa.
Si los ordenásemos en fajos con 100 billetes, poniendo esos fajos uno al lado del otro como empapelando ese espacio y teniendo en cuenta que en un metro cuadrado puedo acomodar 100 fajos de billetes, les cuento que necesitaríamos 150.000 kilómetros cuadrados para apoyarlos. Podríamos empapelar las provincias de Santa Fe y Tucumán juntas o, si quieren, toda la provincia de Mendoza o casi toda la provincia de Córdoba.
En el colegio nos enseñaron que cuidar la moneda es cuidar la soberanía. Parece que algo nos salió mal. Destinaríamos las superficies más productivas del país para poder apoyar los pesos m$n originales necesarios para comprar solo un dólar.
Note cómo el mal manejo de nuestra moneda termina destruyendo nuestra soberanía y autonomía.
Ahora, si necesitamos contar ese dinero para darle a un cambista: ¿cuánto tiempo nos llevaría? Contar hasta diez lleva 10 segundos, contar hasta mil lleva 17 minutos, contar hasta 1 billón lleva 374 años. Si tomamos el atajo de contar por fajos de 100 los 1500 billones, nos llevaría unos 571.000 años. Si contamos de a uno llevaría miles de millones de años.
Note cómo el mal manejo de nuestra moneda es lo que termina destruyendo nuestro tiempo.
Como se hace imposible contarlo, vamos a pesarlo en bolsos para conventos: a 83 gramos cada fajo de 100 billetes tendríamos 15.000.000.000.000 (fajos) por 83 gramos cada uno, o sea 1.245.000.000 toneladas. Representan 20 cosechas récords del país.
Note cómo el mal manejo de nuestra moneda es lo que termina afectando realmente a la mesa de los argentinos.
Si tenemos que transportar ese dinero a una casa de cambio, y teniendo en cuenta que en cada camión se pueden llevar 30 toneladas, necesitaríamos contratar 41.500.660 camiones cargados con billetes de 1 peso m$n para comprar el mismo dólar.
Tenemos un problemita. Si colocáramos todos los camiones, paragolpes contra paragolpes (15 metros de largo cada vehículo), necesitaríamos 622.000 kilómetros; o sea que cubriríamos por ruta la distancia entre Ushuaia y La Quiaca 108 veces.
Note cómo el mal manejo de nuestra moneda es lo que termina destruyendo el desarrollo de nuestra infraestructura.
Última. Apilémoslos. Cada fajo de 100 billetes mide de alto 10 milímetros o 1 centímetro. 15.000.000.000.000 de fajos de un 1 centímetro cada uno nos da que necesitaríamos 150.000.000 de kilómetros de altura.
Esta semana aprendimos mucho sobre el viaje de la Tierra a Marte. Depende de la rotación de ambos planetas alrededor del sol, pero según Google este año estaremos aproximadamente a unos 70 millones de kilómetros de distancia. Haciendo un piloncito con los pesos m$n, podríamos empapelar esa distancia, ida y vuelta, para comprar un dólar.
Note cómo el mal manejo de nuestra moneda provoca que, a esta altura, Benjamín Franklin y toda la NASA se estén riendo de nosotros.
¿Quién tiene la culpa de la inflación? Entendiendo que se trata de la suba generalizada de precios, o sea, la depreciación del poder de compra de la moneda, el verdadero problema es que nadie quiere a nuestra moneda como refugio de valor o para ahorrar a largo plazo. Los economistas lo definen como la falta de demanda de dinero. Significa que todos nos sacamos de encima los pesos sobreemitidos, comprando bienes o dólares para protegernos.
En lugar de corregir la emisión (bajar el déficit), nos engañamos sacándole ceros a la moneda; o sea, dibujando un papel de fibra de algodón y, con ello, la historia o la realidad. De ahí debe venir lo de papel pintado. Sin moneda es imposible planificar a largo plazo. ¿Quién se anima a pactar una venta, un préstamo hipotecario o un alquiler de un comercio a 20 años en pesos? Por eso nuestra cultura es cortoplacista.
Somos campeones en echarle la culpa a otro y, en vez de buscar las soluciones, buscamos responsables.
1) Los supermercados. Si la culpa fuera de los supermercados, ¿por qué las cadenas que tienen negocios en todos los países solo se ensañan con nosotros? Si se llenan de plata, ¿por qué Wal-Mart, Falabella o Sodimac se van del país? ¿Por qué en otros países donde las mismas cadenas operan no generan inflación? Si la mayor suba de precios se da en los bienes no regulados, ¿por qué siempre atacamos a los regulados?
2) Los productores. Ellos arriesgan capital y tiempo para generar bienes y servicios y están expuestos al clima, a plagas o a incendios. Si fuera tan fácil hacerlo, ¿por qué los burócratas que saben cómo manejar todos los costos, no producen ellos? ¿Por qué, si es tan fácil y rentable, no van a trabajar al campo, o a la cordillera en busca de metales o a zonas áridas para producir alimentos?
3) Los comercios. Si enviamos miles de militantes a controlar los precios de un negocio que paga alquiler, alumbrado, barrido y limpieza, empleos formales y cumple con los protocolos del Covid, ¿por qué las ciudades están llenas de manteros, de arbolitos que no cumplen y no son controlados? ¿Por qué la economía informal es más grande que la formal?
4) Si es tan fácil ser empresario, ¿por qué solo los amigos del gobierno de turno se quedan con las empresas que tienen alta regulación y compran compañías de rubros diversos sin tener el expertise para ello?
En lugar de responsabilizar a los que asumen el riesgo de emprender y emplean a compatriotas, es hora de que entendamos que emitir dinero sin respaldo para captar clientes o votantes solo destruye la posibilidad de progreso de la gente que lo recibe como dádiva. «La emisión excesiva de dinero es un pecado que cada gobierno denuncia, pero cada gobierno aumenta.» Suena tan ridícula la sentencia de que la emisión no genera inflación, como que, con nuestra moneda original, para comprar un dólar, podemos empapelar la distancia de aquí a Marte, ida y vuelta.
Por: Claudio Zuchovicki