Si hay algo en el que amplios sectores del país están de acuerdo es en que vivimos momentos de decisiones claves para el futuro del país y del mundo. El planeta exige cambios para hacer frente a la crisis climática y el cambio de la matriz energética hacia energías limpias es el camino más directo hacia un futuro mejor. Y en ello, hay minerales que son imprescindibles, siendo el litio uno de ellos.
Argentina tiene la oportunidad única en su historia de transitar hacia una minería que acelere el paso hacia un modelo de desarrollo inclusivo y sostenible. Sin embargo, en vez de centrarnos en cómo avanzar hacia esta promesa de desarrollo, corremos el riesgo de quedar otra vez en el camino, con decisiones que no toman en cuenta el contexto mundial de una actividad que en el mundo lleva años de desarrollo. El debate sobre qué minería queremos hacer en Argentina debe ser amplio, diverso e informado y no dejar fuera a los sectores que desde hace años trabajan por sacar adelante una actividad que genera identidad, pertenencia y orgullo.
Para consolidar su desarrollo productivo, los países crean las condiciones, estimulando y atrayendo inversiones con regímenes de promoción para ser el destino de preferencia en comparación con otros países con recursos similares. Las inversiones se concretan en aquellos que presentan el atractivo geológico, como así también un marco de regulaciones estables y claras para el desarrollo de proyectos que se extienden por varias décadas.
En el 16 de enero, el Ministerio de Economía de la Nación dio a conocer una medida (Resolución 15/23) que deja sin efecto el reintegro a las exportaciones de óxido e hidróxido de litio, cloruro de litio y carbonato de litio. Estos reintegros surgieron como una política necesaria que atendía a las características propias de la actividad minera. Se tuvo en consideración que la producción minera tiene cargas impositivas diferenciales, como la «Regalía Minera», esto es, un tributo que paga, además de todos los que abona cualquier actividad productiva en el país.
Es oportuno mencionar que, si bien los capitales que invierten en la Argentina son privados y en gran medida extranjeros, se constituyen como empresas argentinas, pagando impuestos, generando empleo para más de 8.000 personas sólo en la minería del litio, contratando servicios y comprando productos e insumos dentro del país (80% de las compras en bienes y servicios nacionales). Los reintegros son, entonces, un estímulo para una actividad productiva que se desarrolla en regiones alejadas de los principales centros de consumo y de abastecimiento, y esta situación, al ser irreversible, hace que sus costos de insumos, bienes de capital, infraestructura, transporte, energía y servicios, deban pagar proporcionalmente mayores valores de componentes impositivos.
Los reintegros posibilitan la contratación de recursos humanos y la generación de infraestructura en zonas inhóspitas. Así, se propicia el desarrollo racional e integrado de los recursos naturales existentes en áreas donde la minería asume dificultades y riesgos de particular envergadura.
Si bien es cierto que la demanda de carbonato, cloruro y los diversos productos del litio es creciente y se estaría ante una gran oportunidad para Argentina, la infraestructura continúa siendo deficiente en las zonas mineras y su desarrollo ha dependido, en gran medida, de contribuciones que realizan las empresas mineras y que quedan al servicio del país: rutas, caminos, tendidos eléctricos y conectividad, entre otros, colaborando además en el mantenimiento de tales obras. Estos aportes son adicionales y, si bien son necesarios para el desarrollo de la industria del litio, han mejorado la calidad de vida las comunidades aledañas y son la base para cualquier otra industria, desde las productivas hasta el turismo. No es menor recordar que parte de esos aportes, muchas veces, son realizados por empresas exploradoras, que aún no han llegado a fase productiva y, por lo tanto, no son alcanzadas por los reintegros de exportación.
Argentina cuenta actualmente con dos proyectos en producción (uno en Jujuy y otro en Catamarca). De modo que, el crecimiento de la demanda de carbonato, cloruro y productos del litio aún espera ser traducido en una mayor producción. Ambos proyectos están en ampliación y hay seis en construcción, lo que evidencia que todavía no se han cumplido los objetivos por los cuales fue establecido el estímulo.
Quitar los reintegros modifica nuevamente las reglas de juego en el país e impacta directamente en la competitividad frente a otros países que pueden recibir la inversión minera ya que incrementan la carga impositiva indirecta, al eliminar la posibilidad de recuperar los impuestos pagados a lo largo de la cadena productiva, aumentando los costos. Esto daña la previsibilidad y el posicionamiento de la Argentina como nodo exportador.
La medida perjudica a uno de los sectores más importantes del país en cuanto a la generación de divisas netas y con mayores perspectivas de crecimiento, que realiza las inversiones necesarias para el desarrollo, que mejora de las condiciones de vida, y que genera la infraestructura para el progreso económico en regiones donde hasta la llegada de esta industria se contaba con escasas alternativas productivas. El sector minero ha cumplido con sus compromisos de invertir para el desarrollo, y la Puna tiene mucho más para seguir creciendo de la mano de la colaboración público-privada.
El debate sobre qué tipo de minería queremos en Argentina debe ser informado, especialmente cuando se pretende insertar modelos de otros países sin entender contexto ni efectos. El llamado triángulo del litio tiene desarrollos e historias diversas. Bolivia, a pesar de la extensión de sus reservas, no ha logrado tener una producción significativa. En tanto que Chile, en donde el litio fue declarado estratégico y no concesible bajo la dictadura de Pinochet, no ha podido poner en marcha ningún proyecto nuevo, lo que lo ha relegado a un segundo lugar en producción mundial. Argentina ha logrado que sus dos proyectos estén en expansión, sumó 6
proyectos que ya están en construcción (uno de ellos, en los próximos meses inicia la producción) y más de 20 en distintas etapas de avance. El federalismo y las reglas de juego simples y claras con las que cuenta Argentina nos ubican como el país que recibe mayor cantidad de inversiones de litio. Se estima que en 2022 las inversiones rondaron los USD 1.500 millones, y que se generarán más de USD 5.000 millones en inversiones en los próximos años.
Nuestro país cuenta con las condiciones para ser el tercer productor mundial de carbonato, cloruro y otros productos derivados de litio en los próximos años y la Cámara Argentina de Empresarios Mineros quiere ser parte de ese desarrollo que es crecimiento para todos los argentinos. Debemos evitar repetir los errores que en la historia nos han restado del necesario crecimiento de actividades industriales. Queremos que se hable de minería, con datos, con información completa y con todos los sectores involucrados. La minería del siglo XXI se hace poniendo el bien común por sobre los intereses particulares y es allí donde Argentina se juega
la oportunidad de estar nuevamente en el liderazgo mundial.
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