A Domingo Cavallo le gusta pasear durante la mañana por el Rosedal de Palermo. Cuando está en Buenos Aires, cumple con esa rutina, casi religiosamente.
Por Matías Moreno
LA NACION
Es que, después de años de convivir con el ostracismo y la escasa popularidad, disfruta de esa caminata de media hora al aire libre, bajo la frondosa arboleda de los bosques, tanto como brindar conferencias académicas en el exterior o analizar los vaivenes de la economía en su blog. “Yo nunca me escondí”, se jacta. Habituado a lidiar con las oscilaciones del péndulo de la política argentina, Cavallo atraviesa una nueva etapa en su confinamiento de la gestión pública: se convirtió en una fuente de consulta para los principales líderes de Juntos por el Cambio, con quienes intercambia reflexiones sobre el rumbo del país. Para varios de esos opositores, dejar trascender una reunión con Cavallo ya no es un asunto tabú. Él, aclara, no siente una reivindicación de su figura, pero sí de sus ideas: olfatea una incipiente “revalorización” en un sector de la sociedad de la convertibilidad, el plan que lo catapultó en los noventa y explotó tras la crisis de diciembre de 2001.
A 20 años de aquel estallido social, que lo eyectó de su sillón en el Ministerio de Economía y lo empujó al destierro político, el arquitecto del “corralito”, la medida que hizo brotar bronca y hartazgo de los hogares de millones de argentinos y precipitó la caída del gobierno de Fernando de la Rúa, no muestra ningún viso de autocrítica sobre su desempeño en la gestión de la Alianza. Al contrario, Cavallo está convencido de que hizo lo correcto al limitar las extracciones bancarias, pese a que su decisión detonó los cacerolazos y unió a millones de argentinos bajo un mismo grito de guerra contra el poder político: “que se vayan todos”.
Al ensayar una mirada retrospectiva sobre el proceso que lo condenó al confinamiento político, Cavallo repite que no había alternativa ante la “corrida” contra los depósitos que hizo temblar los cimientos de la economía y remarca que la hoja de ruta que había trazado en 2001 para sortear el terremoto económico era la adecuada. “El corralito no le quitaba los ahorros a nadie. La gente podía usar esos ahorros con tarjeta de débito, con cheque de mostrador o transferencia bancaria. Y no perdía absolutamente nada”, insiste el exfuncionario. Es más, sostiene que la recuperación económica posterior a la crisis del 2001 tuvo un costo social elevadísimo: “Fue mucho más alto que el que se había pagado por la recesión que duró desde 1999 hasta el 2001″.
-Usted dice que, pese a la delicada situación social, la Argentina “estaba en el camino correcto” en 2001.
-Por supuesto.
-¿No hace ninguna autocrítica sobre el “corralito” y su desempeño en ese momento? Su renuncia fue reclamada por todos los sectores del arco político.
-No. ¿Cómo voy a hacer autocrítica de lo que generó mi salida? Me sacaron precisamente para hacer las barbaridades que hicieron a partir de enero de 2002. Cómo voy a hacer una autocrítica, si yo estaba luchando denodadamente para evitar que hubiera un default, una devaluación y que ocurriera la catástrofe que se produjo en el 2002. A la gente la engañaron alevosamente, porque se manifestó en contra mío y del gobierno De la Rúa por la recesión y por la restricción para retirar efectivo. Y resulta que, como consecuencia de eso, asumió un gobierno [por Eduardo Duhalde] que le robó los ahorros, que produjo un aumento en la pobreza y un verdadero caos. Así que los que tienen que hacer autocrítica son los provocaron ese desastre en el año 2002.
Cavallo, el “padre” de la convertibilidad, dice que no se arrepiente de haber aceptado asumir como ministro de Economía en marzo de 2001, si bien reconoce que pagó un costo alto por su desempeño en el gobierno de De la Rúa. Los cacerolazos aún retumban en su memoria. “Cuando uno hace política, hay momentos que la pasa mal, pero eso nunca me afligió. A mí me transformaron en un chivo expiatorio. Y eso fue una política deliberada del gobierno que tomó el poder a partir de 2002″, lanza el exministro de Economía. Acusa a un sector del peronismo y al kirchnerismo de haber orquestado una “campaña para demonizar” su figura.
“Me quisieron borrar del mapa”, repite. También responsabiliza a José Ignacio De Mendiguren, quien estaba al frente de la Unión Industrial Argentina (UIA) a fines de 2001, a grupos mediáticos, a sus detractores en la UCR y a Elisa Carrió, entre otros dirigentes, de haber “boicoteado” las políticas que aplicó en 2001 “para darle una salida ordenada a la crisis que se estaba viviendo”.
Para Cavallo, el gobierno de la Alianza fue víctima de un “golpe institucional” de sectores que abogaban por el fin de la convertibilidad y la “pesificación compulsiva”. “Hice todo lo que estaba a mi alcance para poder preservar el clima de estabilidad y resolver los problemas que existían sin desorganizar totalmente de economía”, puntualiza.
El estallido de la crisis económica y social y la represión policial en las protestas dejaron decenas de muertos en todo el país. Luego de que se anunciara el “corralito”, referentes de la oposición, exaliados al gobierno, empresarios y referentes sociales reclamaron a De la Rúa la renuncia de Cavallo, quien se enteró por televisión de que sería echado, mientras el expresidente grababa el anuncio en el que decretaba el estado de sitio. “Lamentablemente, una gran parte del espectro político, incluidos muchos integrantes del propio partido radical, creó obstáculos a De la Rúa. Por supuesto, había un clima social muy complejo, pero, finalmente, la forma cómo se encaró el problema, una vez que provocaron el cambio de gobierno, fue lo peor que podía ocurrir”, insiste Cavallo, quien difundió un documento de 17 páginas para explicar el proceso económico del gobierno de la Alianza. Dice que se lo había encargado De la Rúa para un libro en el que trabajaba antes de su fallecimiento.
Al gobierno de Cristina Kirchner le atribuye, entre otros “ataques”, el escrache que sufrió en 2014 cuando asistió a la sede de Puerto Madero de la Universidad Católica Argentina (UCA) para brindar una conferencia. En ese momento, mientras enfrentaba el juicio por el megacanje de 2001 –lo absolvieron en 2014-, fue atacado a huevazos por integrantes de la agrupación Quebracho, liderada por Fernando Esteche. También apunta al peronismo por su detención en 2002, en la causa por el contrabando de armas a Croacia y Ecuador, o el cacerolazo que padeció en 2008 cuando asistió a dar una charla en la universidad de la Sorbona, en París. “Eso de que yo no podía salir a la calle es una mentira –enfatiza-. Cuando sufrí ataques, fue todo planeado. Yo sé diferenciar cuando una reacción popular es espontánea. Y creo que una buena parte de lo que pasó el 19 y el 20 de diciembre de 2001 fue espontáneo; era gente que estaba disconforme, pero también hubo grupos, que estaban acostumbrados a provocar disturbios y que iban a asaltar a los locales chinos. Se mezclaron las dos cosas”.
Al repasar sus primeros años de exilio político, Cavallo dice que “nunca se escondió”, pero se victimiza: insiste en que sufrió una campaña de desprestigio por parte del “poder de turno”. Y que, por esa razón, no podía trabajar en el país –”quienes me podían contratar sabían que los iban a escrachar o atacar”, dice- y tuvo que dar clases durante diez años en universidades del exterior, como Harvard o Yale, para sustentarse. Así, sostiene, consiguió una jubilación en Estados Unidos y un seguro de salud. “Fue insólito lo que me hicieron: me embargaron todos los bienes y no podía tener una cuenta corriente. Yo quedé absolutamente sin dinero, sin recursos”, afirma.
Fuente de consulta
Desde hace varios meses, Cavallo intensificó sus diálogos con referentes de Juntos por el Cambio, como el expresidente Mauricio Macri; el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, o la titular de Pro, Patricia Bullrich. Para él, “no es una novedad” que lo consulten. A todos ellos los conoce desde que él era ministro. También conversa con frecuencia con el libertario Javier Milei y el exsenador Miguel Ángel Pichetto, referente de Peronismo Republicano, a quien califica como un dirigente “bien intencionado” y con “buenas ideas”. Además, asegura, habla con “todos los dirigentes del radicalismo” y con el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti. Si bien fue aliado electoral en el 2000 en la Capital de Alberto Fernández, Gustavo Béliz, Julio Vitobello y Jorge Argüello, entre otros altos funcionarios, dice que “nadie” del Gobierno lo llamó. “Nunca me hablaron, pero imagino que me leen”, suelta, con un tono irónico.
-A veinte años de la crisis de 2001, ¿qué significa para usted que lo consulten referentes de la oposición? ¿Se siente revalorizado?
-La gente recuerda lo bueno que fue el plan de la convertibilidad, la estabilidad que tuvimos durante diez años y la transformación económica que se llevó a cabo en ese momento. Y ve cómo todo eso se destruyó a partir de la pesificación compulsiva que decretó Duhalde en enero del 2002. Esa fue la verdadera motivación del golpe institucional del 2001. Hubo todo un movimiento que quería salir de la convertibilidad y pesificar para producir una transferencia de riqueza monumental.
A Macri, Larreta o Bullrich les recomienda que lean su libro “Historia Económica de la Argentina”. “Yo les digo: ahí van a tener prácticamente resumida la experiencia de todos los planes de estabilización, de todos los planes de crecimiento y de por qué no se llegó a buen puerto en muchos casos. También por qué hubo crisis y lo mal que se resolvieron en algunos casos. Por eso es que nunca hemos logrado tener un proceso sostenido de crecimiento”, relata Cavallo.
La titular de Pro, quien fue ministra de Trabajo y Seguridad Social en el gobierno de la Alianza, reconoce que Cavallo, a quien pondera como uno de los “mejores economistas”, es una fuente de consulta. Como reveló LA NACION días atrás, el exministro de De la Rúa y de Carlos Menem mantuvo dos encuentros con Larreta, a quien conoce “desde que era chiquito”. También se vio a solas hace un puñado de semanas con el expresidente Macri. “Hablan de todo, política y economía”, cuentan en el entorno del fundador de Pro.
“Larreta trabajó en el equipo económico cuando yo era ministro y a Macri lo conozco desde que era empresario. Si me consultan, cómo no voy a conversar con ellos”, dice. Jura que él no dejó trascender esas charlas, porque, sostiene, no necesita mostrarse “influyente” ante la sociedad. “Yo influyo con mis ideas, opiniones y escritos. A algunos no les parece bien lo que yo pienso, pero, bueno, allá ellos. En cambio, otros quieren conversar conmigo para aprender de la que experiencia que tuve. Yo estoy dispuesto a ayudar para que algún día este país salga a flote”, comenta.
-¿Los líderes de la oposición le piden consejos?
-Es una charla como la que seguramente tienen con mucha otra gente para tratar de utilizar la experiencia, pero no me piden absolutamente nada. Hablamos de lo que les sucedió a ellos en el gobierno y de lo que me pasó a mí; de las políticas de los noventa en comparación con lo que ellos intentaron implementar, y con la que se está aplicando actualmente. Considero que buscan, como cualquier dirigente sensato, abrevar en la experiencia.
Pese al fracaso de la gestión económica de Macri, Cavallo pondera a los exministros que manejaron la botonera del Palacio de Hacienda en la gestión de Cambiemos. Elogia a Hernán Lacunza, Nicolás Dujovne y Federico Sturzenegger. También destaca al diputado nacional Luciano Laspina (Pro) y a Carlos Melconian, quien asumió en el Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (Ieral), de la Fundación Mediterránea (el think tank que sirvió de plataforma política de Cavallo), para diseñar un plan económico para el próximo gobierno.
“No me sorprende que se esté revalorizando lo importante que fue la estabilidad -dice Cavallo-. A medida que los economistas jóvenes y los estudiosos vean realmente qué es lo que estaba pasando en ese momento, van a advertir que, en realidad, la peor forma de encarar la solución de la crisis financiera que existía fue la que finalmente se adoptó.”
Y sigue defendiendo a ultranza a su criatura: el plan de la convertibilidad. “Los resultados han sido muy malos para la Argentina porque es la estanflación que estamos viviendo ahora, tiene su origen, entre otras cosas, en el abandono de un sistema monetario que había sido capaz de darnos diez años de estabilidad”, completa.
-Dice que Cambiemos cometió un error al no tener un líder del equipo. ¿Sugiere que a Macri le faltó un ministro con su perfil?
-Nunca voy a decir eso. No es una cuestión de personas, sino de cómo se conforman los equipos y una cuestión de organización del Gobierno. No ponga en mi boca algo así.