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Cargar combustible más barato te puede costar muy caro

En la Argentina, cargar combustible en el auto es una inversión cada vez más onerosa. Y lo es más todavía desde esta semana, con el aumento promedio del 4% autorizado por el Gobierno y ya aplicado por las petroleras, que llegó para romper el congelamiento de precios que había dispuesto, por 90 días, la misma Casa Rosada tras las elecciones primarias.

En un contexto de inflación creciente, el elevado costo de vida lleva a muchas familias a realizar recortes en sus gastos. Por eso se registran caídas en la venta de naftas y gasoil, sobre todo en las líneas premium, lo que lleva a una pregunta obligada: ¿cuán grande es el riesgo que corre un vehículo al cargar el combustible inadecuado? Porque hay motores que están preparados para un determinado nivel de octanaje, y usar uno de inferior calidad puede afectarlo.

De acuerdo al último informe publicado por la Confederación de Entidades del Comercio de Hidrocarburos y Afines de la Argentina (Cecha), correspondiente al primer semestre de este año, la demanda global de combustibles sufrió una caída del 5,28% entre junio de 2018 y el mismo mes de 2019, y de 1,18% entre enero y junio de este año. Claro que la baja interanual es muy notoria en la nafta premium, con un 24,4% y 11 meses consecutivos de retracción en las ventas.

El expendio del gasoil más costoso, en tanto, bajó un 7,85%, tras nueve meses seguidos de retroceso. En cambio, la venta de nafta súper creció un 5,76%. Y en el caso del gasoil de menor octanaje, el incremento interanual fue del 7,83%. De esta forma, se está frente a un escenario más que probable de muchos usuarios que dejaron de cargar premium para inclinarse por las de menor precio.

Y la explicación de esos números radica en la diferencia de precios. Según la lista de YPF, y tomando como referencia un auto con 50 litros de capacidad, llenar un tanque con nafta premuim puede costar alrededor de 330 pesos más que con súper, y la brecha en el gasoil es aún superior, ya que puede superar los 400 pesos.

Pero aunque la decisión de qué tipo de combustible se carga en cada auto es de cada propietario, ellos deben ceñirse a las recomendaciones realizadas por el fabricante del vehículo si es que quieren evitar daños y alargar la vida útil del motor. Porque los riesgos existen.

«En el caso de los motores nafteros, se pueden dañar los pistones o incluso hasta las bielas y el cigüeñal en casos muy extremos. En el caso del Diésel, se perjudican los inyectores y todas las partes móviles del interior del motor, y se acorta mucho su vida útil. Por otro lado, es habitual que un inyector se trabe quedando permanentemente abierto y deteriore severamente el pistón», le explicó a Infobae el ingeniero Gustavo de Carvalho, gerente técnico de Cesvi Argentina.

El especialista indicó que «la nafta premium genera menos depósito de residuos en el interior del motor, pero la diferencia más importante es el octanaje. La convencional tiene como mínimo 95 RON, y es la que se utiliza en motores de baja compresión, mientras que la premium tiene como mínimo 98 RON y es la recomendada para motores de alta compresión».

De Carvalho apuntó además que «un motor de baja compresión admite ambos combustibles, pero en un motor de alta compresión se debe utilizar nafta de 98 RON como mínimo». Y lo argumentó: «La nafta de bajo octanaje utilizada en un motor de alta compresión genera lo que se denomina detonación. Esto significa que la combustión comienza antes de que se genere la chispa en la bujía, que resulta sumamente violenta y ocasiona un clásico ruido metálico que en pocos kilómetros recorridos, termina por dañar seriamente los componentes internos del motor».

En el caso del gasoil, la diferencia se establece en la cantidad de azufre presente en el fluido. «El convencional, o grado 2, tiene no menos de 1500 PPM (partes por millón), mientras que el premium, o grado 3, tiene como máximo 50 PPM», sostuvo el ingeniero del Cesvi. Y como en las naftas, un vehículo Diésel preparado para usar gasoil grado 2 puede cargar el superior sin que haya problemas, pero a la inversa sí pueden aparecer los inconvenientes.

«Los antiguos motores Diésel se valían del azufre presente en el gasoil grado 2 para lubricar el sistema de inyección de combustible. Por otro lado, los actuales, para cumplir con las normas de contaminación, toman parte de los gases de escape y lo reinyectan al motor, con lo que logra disminuir emisiones muy contaminantes como son los óxidos de nitrógeno. Pero el azufre proveniente del gasoil estará presente en los gases de escape y al reinyectarse se combinará con la humedad propia de la combustión, generándose ácido sulfúrico. Este ácido en altas concentraciones, en poco tiempo termina deteriorando severamente las piezas del motor y acorta muchísimo su vida útil», resaltó De Carvalho.

Y amplió: «De ahí que en todos los motores Diésel modernos incorporan las llamadas válvulas EGR para recircular los gases del escape, sea tan importante utilizar gasoil grado 3, que tiene como máximo 50 PPM de azufre. En este último combustible con poca concentración de azufre, las propiedades de lubricación se logran con aditivos específicos para tal fin».

Por tales motivos, también se debe desmitificar otra tendencia: que en todos los casos es posible combinar la carga de nafta súper y premium, lo que a la larga generaría un ahorro de dinero. El ingeniero resaltó que «es perfectamente factible en motores de baja compresión, aunque absolutamente sin sentido, porque van a funcionar perfectamente con 95 RON. Sin embargo, en motores de alta compresión, esto no se debe hacer de ninguna manera». Y la misma lógica se tiene que aplicar en los motores Diesel.

En el caso de los vehículos con motores con turbocompresores y los híbridos (pueden funcionar tanto con combustible de petróleo o a electricidad), no necesariamente pueden estar obligados a usar combustibles premium, sino que en ambos «se debe seguir la indicación del fabricante».

Por ello es fundamental consultar el manual del vehículo para cerciorarse de que se está cargando el combustible adecuado. Porque si hay un error, y como reza el dicho popular, lo barato puede salir muy caro.

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