RANCAGUA, Chile.- Con personalidad, la Argentina logró la clasificación para el Mundial de Polonia. La victoria 2-1 sobre Uruguay, por la 4ta fecha del campeonato Sudamericano Sub 20, le dio el pasaje a la Copa del Mundo.
El clásico rioplatense, como en la etapa de grupos, se le presentó a la selección como un juego para dar el salto y convencerse que tiene argumentos para escribir una nueva historia. Ganó con fútbol, con estrategia y también con temple para sostenerse con un futbolista menos, después de la expulsión de Facundo Medina. El final apretado resalta el valor del éxito, tras despejar los fantasmas que se le presentaron en el recorrido. Argentina sacó boleto antes de lo esperado, por eso el festejo en ronda en la mitad de la cancha, apiñados, abrazados, unidos, porque la unión hizo la fuerza.
Cuando se esperaba un partido con ritmo intenso, como se presentan la mayoría de las veces estos clásicos, el inicio fue a fuego bajo. La tabla de posiciones, se medían el primero y el perseguidor inmediato, con apenas una unidad de diferencia a favor de Uruguay, y la alta temperatura -los meteorólogos señalan que el lunes, justo cuando el certamen termine, cesará la ola de calor-, dos factores que desaceleraron las pulsaciones. Los juveniles se quedaban en intenciones, las transiciones no prosperaban entre las imprecisiones y las faltas, que resultaron una constante durante el primer episodio.
En ese contexto de juego sin vuelo, Uruguay lograba asomar como un conjunto más peligroso, al menos en intenciones. Un remate de Schiappacase y otro de Dávila fueron dos avisos; el primero lo controló Roffo y en segundo no encontró el marco del arco. Hasta un tanto anulado por posición adelantada de Schiappacase -bien sancionada por el árbitro paraguayo Arnaldo Samaniego-, acciones que se contabilizaron a favor de la celeste, mientras que a la Argentina no descubría el camino para atacar el arco rival.
Una defensa remendada como la que presentó la selección, después de la sanción de una fecha que cumplió el capitán Nehuén Pérez y la contractura que padece Ortega en el muslo posterior izquierdo, no era el punto flojo argentino: Uruguay progresaba desde la zona de los volantes, donde Acevedo y Sanabria rescataban las pelotas sueltas para apoyar a los medios ofensivos.
Necesitó poco la Argentina para marcar la diferencia. Con pausa, Vera -tomó la posición de Santiago Sosa como doble cinco con Moreno, mientras que el mercedino actuó de primer zaguero central- y su compañero de fórmula pulsearon el control. Gonzalo Maroni, que empezó por la derecha, se volcó a la izquierda y en la primera jugada tiró un caño; Julián Álvarez controló y alargó para Aníbal Moreno, que a la carrera, de frente al arco, clavó el balón en el ángulo superior derecho de Renzo Bacchia Rodríguez.
Se estremeció Uruguay y el partido ingresó en la fricción. Volaron las amarillas para Vera, Maroni y Busquets en apenas cuatro minutos, entre los 31 y 35 del primer tiempo; más tarde la recibió Elías Pereyra. Las faltas se presentaron como un argumento ofensivo para los charrúas: Elizalde, el zaguero central, en un movimiento ensayado, desperdició una ocasión para empatar. Y el final del capítulo de arranque encontró a argentinos y uruguayos a los empujones en el medio del campo.
La Argentina bajó las pulsaciones aceleradas de aquel final con un inicio electrizante. Trepó Pereyra hasta el último metro de la cancha y lanzó el centro bajo; Gaich no pudo girar, pero la pelota le quedó a Maroni, que remató y el balón se estrelló en el poste. El mismo Maroni recogió el rebote y marcó el 2-0. El cronómetro marcaba 40 segundos.
Tuvo Gaich el tercero, respondió Bacchia Rodríguez en el mano a mano; atacó Uruguay, que en Zalazar y Batista tuvo situaciones, mientras que Sosa y Barquett hicieron dos despejes bajo el arco. También la selección aportó riesgo, con una corrida de Maroni, después de un despeje de Gaich, desde el piso en posición defensiva; la definición del talentoso jugador de Talleres se perdió apenas desviada. En esa ida y vuelta asomaron los espacios, el vértigo y los excesos, como el golpe de innecesario de Medina a Pablo García que le significó la expulsión. Así, la Argentina terminó jugando con Sosa y Vera, dos volantes centrales, como zagueros centrales.
Aguantó el embate del final la selección, más allá del descuento de Schiappacase en el cuarto minuto adicionado. Firme, demostrando una vez más que a este grupo que tuvo escaso tiempo de preparación los desafíos no lo incomodan, la Argentina ganó el clásico, se posicionó puntera y sueña con consagrarse.