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Sin sobrarle nada, Independiente se impuso a Gimnasia por la mínima cuenta

Una carambola le dio a Independiente su segunda victoria consecutiva por la Copa de la Liga Profesional. Con un gol de Silvio Romero derrotó por 1-0 a Gimnasia en Avellaneda, rompiendo una larga década sin triunfos frente al equipo del bosque platense.

El fútbol tiene siempre guardada una sorpresa bajo el brazo. Esta vez fue un error involuntario de los asistentes de Julio César Falcioni en el banco de suplentes de Independiente. A los 16 minutos del segundo tiempo, el director técnico decidió el ingreso de Alan Velasco. Su idea era quitar a Sebastián Palacios y dejar intacto su discutido entramado táctico de tres marcadores centrales, pero alguien anotó el número 24 en lugar del 34 y el que salió fue Sergio Barreto, uno de los zagueros.

Se desencajó el Emperador, obligado a alterar su defensa, y ocurrió lo imprevisto. Con cuatro atacantes en cancha, el Rojo forzó un córner, lo lanzó Palacios, cabeceó Juan Manuel Insaurralde a un palo y Silvio Romero empujó la pelota sobre la raya. Gol.

Después, ya en la conferencia de prensa, Falcioni reconoció su confusión: «Me equivoqué yo en el número. Fue un error mío. El cambio era por Palacios. Una vez concretado el cambio, quedamos con línea de cuatro. Una vez convertido el gol, rectificamos esa situación: entró [Adrián] Arregui para jugar con tres volantes».

Lo curioso es que el el entrenador se había quejado durante la semana del diferente tratamiento que se le daba a su muy criticado esquema de juego. «De otros dicen que juegan con tres centrales; de nosotros, que ponemos cinco atrás», razonó, aludiendo a River.

Es cierto que las equivalencias con el conjunto dirigido por Marcelo Gallardo se diluyen en cuanto comienza a rodar la pelota, pero hay que admitir que esta vez Falcioni brindó algunos argumentos como para sostener su queja. El equipo intentó mostrar un aspecto diferente respecto al de las primeras dos presentaciones, con la última línea plantada varios metros delante de su área, y Fabricio Bustos y Gastón Togni bien abiertos y lanzados al ataque.

Silvio Romero, Juan Manuel Insaurralde y más compañeros festejan un gol «contrafáctico»: Sebastián Palacios era el que iba a salir, pero ejecutó el córner que terminó en el tanto del capitán.Silvio Romero, Juan Manuel Insaurralde y más compañeros festejan un gol «contrafáctico»: Sebastián Palacios era el que iba a salir, pero ejecutó el córner que terminó en el tanto del capitán. Crédito: Fernando de la Orden / POOL ARGRA
Las variantes disimularon la orfandad que vivieron los delanteros en Paraná (1-0 a Patronato) y en el estreno frente a Lanús (1-2 en Avellaneda), y el resultado fue que durante un largo rato de la primera parte Independiente se hizo dueño del campo y la pelota. La novedad, sin embargo, descubrió otras falencias.

El Rojo tiene hoy por hoy inconvenientes que parecen insalvables en la gestación de las jugadas de ataque. La salida desde el medio es lenta con Pablo Hernández y muy imprecisa con Domingo Blanco, los que van por afuera están tan sobrados de velocidad (sobre todo Bustos) como escasos de claridad, y ninguno de los tres que jugaron desde el inicio en ataque provoca desequilibrio en los mano a mano. Pero además, nadie muestra mucha imaginación. La conclusión es que la creación de peligro se convierte en casi una quimera.

El Gimnasia de la dupla Messera/Martini es un poco la contracara. Llegó a Avellaneda con los buenos antecedentes de la actuación en la Bombonera y la goleada a Talleres, a partir de la agilidad que le imponen los más jóvenes del medio hacia adelante.

Esta vez demoró casi media hora en desactivar la presión local, pero en cuanto la pelota comenzó a viajar entre los pies de Matías Miranda, Víctor Ayala y Brahian Aleman (el más criterioso), el partido giró hacia el arco de Sebastián Sosa. El vértigo de Eric Ramírez -dos cabezazos desviados y una carrera que acabó con un «hombrazo» de Barreto que pudo derivar en penal- puso el resto para cerrar los 45 iniciales con el Lobo dejando una impresión más armónica.

La entrada de Lucas González le dio una marcha más al mediocampo rojo en el arranque del segundo tiempo, pero Gimnasia continuaba imponiendo su mejor manejo. Sosa le negó el gol a Marcelo Weingandt y un disparo de Nicolás Contín se fue cerca. Hasta que el diablo metió la cola, sucedió lo imprevisto y, en medio de la confusión de Falcioni y los suyos, el Rojo encontró la ventaja.

Después, fiel a sus convicciones, el Emperador acabó recomponiendo su dibujo preferido, Sosa se lució un par de veces, Romero estrelló un remate en un palo e Independiente acabó abrazándose a un triunfo que halló con mucho esfuerzo y una buena dosis de fortuna. Las discusiones sobre si juega con tres defensores o cinco prometen nuevos capítulos.

Por: Rodolfo Chisleanschi

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