Estuvo al mando como DT del Xeneize campeón de Diego Maradona en 1981
Por Sergio Levinsky
Silvio Marzolini murió a los 79 años luego de permanecer durante los últimos días internado en estado crítico. El hombre que se transformó en una leyenda de Boca dejó su legado en ese club no sólo como futbolista, donde mostró su elegancia en el lateral izquierdo, sino también como entrenador al frente del título de 1981 que tuvo a Diego Armando Maradona como símbolo. Su salud se había deteriorado en los últimos meses después de haber sufrido un ACV en junio del 2019.
“En nombre de la familia queremos comunicarles el fallecimiento del Señor Silvio Marzolini. Su mujer Malena, sus hijos, sus nietos y amigos lo despedimos en medio de un profundo dolor”, informó su familia por intermedio de un comunicado. “Queremos agradecer al cuerpo médico que lo atendió por toda la dedicación, cuidado y respeto que tuvieron con él. Al mismo tiempo agradecer al Club Ferrocarril Oeste, al Club Atlético Boca Juniors, y a su presidente el señor Jorge Ameal, al Club Atlético Banfield, a las peñas Boquenses que llevan su nombre, a la AFA y a todos los equipos que lo componen por el cariño y el respeto hacia él. Y en especial a todo el mundo del fútbol, hinchas y simpatizantes de todos los equipos que tanto estas semanas como a lo largo de muchos años nos han brindando todo el apoyo y el cariño hacia él. Que se siente desde siempre y para siempre. A nuestro amado Silvio quien dejó todo hasta el último minuto en la cancha. Gracias por tu ejemplo. ¡Volá alto! Te amamos y te honraremos para siempre”, expresaron.
Marzolini fue, para muchos, el mejor marcador de punta izquierda de la historia del fútbol argentino. Brilló en el Mundial de Inglaterra 1966 con la selección argentina, fue múltiple campeón con Boca y sex symbol de los años ’60. Además de ídolo como futbolistas, también consiguió el título Metropolitano de 1981 dirigiendo a Diego Maradona y a Miguel Brindisi, pero siempre mantuvo un bajo perfil, nunca dejó de instruirse y de ser muy autocrítico.
Con buena técnica, salida clara y elegante, garra en el momento de marcar, muy buena proyección por la izquierda y criterio para jugar, siempre fue fuerte en sus convicciones porque íntimamente estaba seguro de sí mismo. Fue así que pudo jugar en el Real Madrid, la Fiorentina, la Juventus o el Milan, pero prefirió siempre continuar en el Xeneize, equipo al que llegó procedente de Ferro Carril Oeste en 1960 y con el que consiguió todos sus títulos hasta su retiro en 1972.
Marzolini nació en Barracas el 4 de octubre de 1940. Creció en una familia de origen italiano (Eligio, su padre, carpintero, y su madre Emilia). No fue casual que desde muy pequeño comenzara a jugar al fútbol en el equipo Flecha de Oro. Poco tiempo después fue campeón de los Juegos Infantiles Evita con el Antártida Argentina. Apenas tenía 11 años y, pese a lo fino de su juego, lo colocaron de marcador de punta porque lo veían muy chiquito.
Recaló en Deportivo Italiano en plena adolescencia mientras trabajaba en el puerto como dibujante para una compañía subcontratada por Fiat y hasta jugó para el equipo de la empresa automovilística un torneo de italianos en la Argentina. Ahí fue invitado a ir a la Juventus. “Ganaba muy bien en mi trabajo, así que la empresa no entendía por qué yo quería comenzar de cero en el fútbol porque me decían que tenía futuro con mis dibujos. Cuando les dije que había pasado la prueba y me quería ir, me dijeron que me iba a arrepentir”, le dijo Marzolini al periodista inglés Jonathan Wilson para su libro Ángeles con cara sucia.
A los 14 años, siguiendo a su hermano, ingresó en la octava de Ferro. Ya tenía claro que lo suyo era el fútbol y estaba seguro de sus condiciones, por lo que le exigió a los dirigentes que lo dejaran jugar. Esa tensión derivó en que lo suspendieran por dos años en los que participó en torneos no afiliados a la AFA y gustó tanto que casi termina jugando en la Roma de Italia con tan solo 18 años. Sin embargo, el Verde del Oeste le negó el pase, pero al mismo tiempo, esa situación forzó que le prestaran más atención haciéndolo debutar en Primera poco después, el 31 de mayo de 1959 ante Boca (1-1).
Varias fechas más tarde lo expulsaron, cumplió una larga suspensión y justamente volvió ante el elenco de la Ribera para la revancha, en la Bombonera. Ferro no solo se impuso 2-1 con goles de Juárez y Berón (y descontó Herminio Pierino González para los locales), sino que anuló por completo al puntero Motoneta Nardiello. Ese equipo de Ferro, en el que atajaba Antonio Roma, terminó cuarto en el torneo que ganó San Lorenzo.
Con sólo 22 partidos en Primera, Marzolini era transferido a Boca junto a Roma en el verano de 1960. Era la época del llamado “Fútbol espectáculo” y el presidente del cuadro azul y oro, Alberto J. Armando, había decidido contratar a uruguayos y brasileños, por lo que llegaron al club 15 jugadores nuevos.
En Boca, Marzolini coincidió con un ciclo de esplendor en la década de los ’60 y fue campeón argentino en 1962, 1964, 1965, de los Nacionales de 1969 y 1970 y de la Copa Argentina de 1969, y llegó a la final de la Copa Libertadores de 1963 pero allí fue derrotado por el Santos de Pelé.
“Boca fue el primer equipo argentino que le dio importancia a la Copa Libertadores y así nos fue, llegamos a la final contra el Santos que era una maravilla, ellos jugaban muy bien. Yo creo que Holanda de 1974 fue el mejor en función de equipo, pero ese Santos era maravilloso en lo individual. No les pudimos ganar en Buenos Aires y ahí perdimos la posibilidad de ser campeones”, reconoció tiempo después de aquella definición sudamericana.
“En Boca fue clave la posición de Alberto Mario González porque, aunque jugaba de 11, era volante ventilador, por lo que me dejaba libre el corredor izquierdo”, recordó con el paso del tiempo. También fue importante en su carrera el ex jugador de los años ’40 Bernardo Gandulla. Había dirigido a Boca entre 1957 y 1958 pero permaneció en el staff en los años siguientes. “Recuerdo que cometí un error del que nadie se había percatado. Si el extremo lateral hubiese corrido más rápido, yo me habría quedado allí pensando ‘carajo, ahora cruza y hacen un gol’. Pero Gandulla me dijo ‘No es necesario que seas testigo: si estás fuera de la acción, tenés que correr al área y ver si conseguís esa pelota suelta’. Y tenía razón: los errores están ahí para ser corregidos”.
Marzolini integró grandes equipos de Boca en la primera mitad de la década del ’70, que se caracterizaban por la sólida defensa, desde un volante central como Antonio Ubaldo Rattín hasta defensores como el marcador de punta derecha Carmelo Cholo Simeone o marcadores centrales como José María Silvero, Alcides Silveyra o el brasileño Orlando.
Después vivió una transición hacia un equipo más ofensivo, que fue campeón del Nacional de 1969 con Alfredo Di Stéfano, o el del año siguiente con Silvero, ya como entrenador.
El título del Nacional de 1969 fue uno de los más festejados debido a que Boca jugó ante River en el Monumental en la última fecha con dos puntos de ventaja sobre su rival, y, tras ir ganando 2-0 con dos goles de Norberto Madurga, River consiguió empatarlo para un final de infarto. Durante los festejos, se abrieron los grifos en el césped y Marzolini decidió regresar a dar una vuelta olímpica solo, desafiando los chorros de agua.
También, le tocó vivir como jugador el nefasto episodio de la Puerta 12 en el Superclásico del Monumental en 1968, con un saldo de 71 muertos. “Yo era el capitán de Boca y no nos dimos cuenta de lo que pasaba. En el partido no pasó nada, no hubo problemas y nosotros nos enteramos al llegar a los vestuarios. Fue un desastre, algo que es imposible que se pueda repetir. Una barbaridad que nunca se pudo saber el motivo. Yo lo pasé muy mal durante toda una semana porque repercutió mucho entre nosotros”, declaró años después.
Siempre fue muy autocrítico y una prueba de eso ocurrió en 1968, en una entrevista que le realizó el periodista El Veco para la revista El Gráfico, que se tituló “Quisiera cambiarme el apellido y empezar de vuelta”. En él, siendo ya un jugador consagrado, reconocía que “vivo el mismo problema que Perfumo o Ermindo Onega. Siempre nos piden un ’10′ y no podemos equivocarnos nunca. El domingo pasado contra River, jugué mi mejor partido desde que estoy en Boca pero sigo siendo ‘este Marzolini’ y no el otro. Y no crea que me engaño con el ruido. Para todo el mundo, mi mejor año fue en 1966 y, para mí, jamás tuve una temporada como la de 1962. Arranqué este año falto de confianza y por lo tanto andando mal. Y cuando uno anda mal, hace la simple. O sea que si el wing me enfrentaba no buscaba esquivarlo, sino que se la daba al arquero. Siempre me gustó jugar libre, tocar y mandarme arriba. No me conformo con defender, con quedar atrapado allá atrás y por eso es que dudo si esta es mi función en un equipo o si puedo cumplir otra, no sé cuál puede ser… ¿sabe en lo que he pensado? En retirarme antes de tiempo, cuando tenga resuelta mi situación económica y en un momento en el que las cosas me salgan bien. No esperar a que me echen. Irme a los 30 de pronto, no sé…”.
Sin embargo, su retiro del fútbol no fue como esperaba. No se fue bien de Boca porque había tenido una activa participación en la huelga de futbolistas de 1971 y eso no le gustó al presidente Armando, que le puso trabas a la firma de un nuevo contrato y también le negó una transferencia al fútbol francés. Terminó dándole el pase libre en 1972, pero con la única condición de jugar en el Interior, cuando el DT Rogelio Dominguez no lo dejó jugar ningún partido y le ofreció un lugar en la Tercera. “Preferí irme así, con la imagen intacta. ¿Para qué homenajes o despedidas? Yo le di mucho al fútbol pero el fútbol me dio mucho más. Le estoy agradecido” y entonces decidió retirarse a los 31 años con 406 partidos y 10 goles en su carrera.
Marzolini tiene el récord de Superclásicos jugados junto con Roberto Mouzo (29). En una encuesta organizada por El Gráfico en 1975, fue considerado el mejor marcador de punta izquierdo de la historia del fútbol argentino (Carrizo; Sosa, Perfumo, Albrecht, Marzolini; Moreno, Nestor Rossi; Corbatta, Pontoni, Martino, Lousteau). Con su retiro, dejaba atrás inolvidables duelos con Raúl Bernao, Luis Cubilla, Hector Facundo o Pedro Gonzalez.
Pudo haber ido al Milan en 1963, y al Real Madrid o a la Fiorentina en 1966 a partir de su brillante paso por la selección argentina, en la que jugó 28 partidos y participó en dos Mundiales, 1962 (“no teníamos amistosos, no teníamos nada, y así fuimos al torneo sin saber lo que pasaba en Europa”) y 1966 (en éste fue considerado el mejor lateral izquierdo de campeonato, incluso por delante del italiano Giacinto Facchetti y del brasileño Nilton Santos).
Cuando terminó el partido de los cuartos de final ante Inglaterra, el de la expulsión de Rattín, intercambió camiseta con Bobby Charlton y la usó por años como pijama, aunque la entregaba cada tanto para ser exhibida en museos. “Ese Mundial ya fue distinto que el de Chile porque conocíamos, teníamos más posibilidades, llegamos a formar un grupo muy unido. Lo que pasó contra Inglaterra fue una injusticia porque ya nos había dicho el DT Juan Carlos Lorenzo lo que también advertía el presidente de la AFA, Valentín Suárez: que tuviéramos cuidado, que Rattín tenía que hablar con el árbitro para quejarse y pedir el intérprete, que mostrando la cinta de capitán lo podía hacer, y eso no existió”, recordó más de una vez entre risas.
Una de sus mayores amarguras con la camiseta albiceleste fue la eliminación del Mundial de México 1970 ante Perú en la Bombonera en 1969 y dos años más tarde, también participó de los hechos violentos ante los peruanos de Sporting Cristal, con la camiseta de Boca, por la Copa Libertadores. También fue campeón de los Panamericanos de Costa Rica en 1960.
En 1968 fue convocado para integrar el equipo de “Resto del Mundo” con Franz Beckenbauer, Bobby Charlton, Albert y Farkas para un partido en el Maracaná.
Una vez que dejó el fútbol, tuvo su primera experiencia como director técnico en All Boys en 1975, aunque su experiencia más fuerte fue en Boca, en 1981, justo con la llegada de Diego Maradona y Miguel Brindisi. “Hicieron un campeonato bárbaro y a todos los equipos grandes les sacamos más de 10 puntos en tiempos que se puntuaba de a 2. El partido más importante fue el 3-0 a River en la Bombonera porque el ganar por tanta diferencia a mí me demostraba que estábamos con posibilidad de ser campeones porque River tenía 8 jugadores internacionales. Le di más importancia a eso que al campeonato en sí”, comentó más tarde en una entrevista.
Le había tocado dirigir a un Maradona joven, que cada vez se hacía más famoso y que estaba a punto de emigrar al fútbol europeo. La relación de respeto era tal, que estando el Diez en el recital de Eddy Grant en el Luna Park, quien era furor con Living in the front line o Can’t get Enough ofyou, en una de las visitas más recordadas del año (la otra fue la de Queen en Vélez, a la que Maradona también concurrió), llamó entonces a Maradona al escenario y los focos se posaron sobre él. “¿Está por ahí Maradona? Iluminen a Maradona”. Primero, escurridizo, el ’10′ se negó y dijo “no puedo, el DT se va a enojar” por temor a represalias de Marzolini. Pero luego, con el guiño de su entonces agente Jorge Cyszterpiller, accedió. Se abrazó con Grant y bailó unos segundos.
Marzolini tuvo una segunda oportunidad de dirigir a Maradona en 1995, en su regreso del fútbol europeo, y ahora acompañado de Claudio Caniggia, pero se trataba de un año electoral en Boca, muy convulsionado, y terminó perdiendo el título ante el Vélez de Carlos Bianchi. La derrota clave había sido el 6-4 ante Racing (dirigido por Miguel Brindisi) en la Bombonera justo el día que Mauricio Macri le ganaba las elecciones a Antonio Alegre.
El día que Boca perdió definitivamente ese campeonato, Marzolini trajo su propio grabador para hablar con la prensa, “para que no se tergiverse” lo que dijo: que a mitad de año le había hecho una propuesta a la comisión directiva para depurar el plantel “pero no la aprobaron porque era un año político y no convenía. Nosotros decidimos continuar, que no era lo mejor y por eso la culpa no la tiene la directiva”. Boca llegó a llevar 6 puntos de ventaja por lo que reconoció que “el campeonato lo perdimos nosotros”, y agregó que con Maradona “tuve una relación que no tuve en 1981 cuando salimos campeones. Encontré a alguien que me respaldó siempre y públicamente, pero no era el de 1986 ni Caniggia, el de 1990”.
En 1998 se hizo cargo de la dirección del departamento de juveniles de Banfield, que sacó jugadores como Darío Cvitanich, Jesús Dátolo, Gabriel Paletta, Mariano Barbosa o Daniel Bilos. Y en 2008 se retiró del fútbol.
Se dedicó también al periodismo y fue asesor de la Secretaría de Deportes de la Nación, y tiene una estatua en el Museo de la Pasión Xeneize, inaugurada en diciembre de 2015. Galán, sex symbol de la época, participó en 1967 en la película “Cuando los hombres hablan de mujeres” dirigida por Fernando Ayala (1971), en “Paula contra la mitad más uno”, dirigida por Néstor Paternostro también en 1971), y en la comedia “Te rompo el rating”, con Jorge Porcel y el periodista Néstor Ibarra, en la que hizo de sí mismo (1981).
“Cuando volví del Mundial 1966 decían que era lindo y entonces me convocaron a publicidades y películas. En “Cuando los hombres hablan de las mujeres me di el gusto de trabajar con Luis Sandrini y Beatriz Taibo y Enzo Viena”, rememoró.
El 23 de junio de 2019 tuvo un ACV y había sido internado de urgencia en el Sanatorio Fleni. Marzolini, ya alejado del fútbol, siguió recurriendo a su voluminosa biblioteca y pese a los años, lo saludaron con afecto en cada rincón del país y tiene peñas a su nombre en varias ciudades. Muchos le recordaron haber tenido aquellas camisetas de Boca sin publicidades y con el número tres de cuero en sus espaldas, por lo que representaba aquel rubio elegante que en su tiempo, llegó a ser considerado el mejor del mundo en supuesto.