El equipo millonario venció por 3-0 por la décima fecha y le arrebató la punta del grupo A
Por: Rodolfo Chisleanschi
Carlos Tevez volvió a pisar el Monumental con los recuerdos ya añejos de las batallas como jugador vistiendo la camiseta de Boca, y el más cercano de su aparición en el banco de suplentes como técnico de Rosario Central, con triunfo por 2 a 1, la tarde de la despedida de Marcelo Gallardo el año pasado, y la frescura de una actualidad floreciente, con invicto incluido dirigiendo a Independiente. Sin embargo, la nueva visita del Apache al templo riverplatense siguió más la línea de las últimas performances del Rojo en ese estadio (8 derrotas, 1 empates y una única victoria en las 10 ocurridas desde 2009) que la suya propia, mucho más positiva en los resultados.
El Independiente sólido, confiado y eficaz que venía asomando en los anteriores partidos de la Copa de la Liga apenas se asomó por Núñez, y es válido cuestionar si lo que falló fue el planteo de Tevez -hasta ahora casi siempre acertado en todas las decisiones-, las respuestas individuales de los jugadores, o ambas a la vez.
“Hoy estamos en condiciones de competir contra cualquiera”, había dicho el Apache en la conferencia de prensa previa, y su planteo respondió con fidelidad a esa predisposición para discutir el desarrollo del juego sin importar el rival que se tenga enfrente. “Era el momento de plantear el partido de igual a igual para ver para qué estamos, para probarnos y saber dónde estamos parados. ¿Si no lo hacíamos hoy, contra el campeón y en su cancha, cuándo nos íbamos a medir con uno de los equipos que está peleando el campeonato? Mejor hoy que en los playoffs”, pareció responderse a sí mismo una vez terminado el partido. Un rato antes, todavía sobre el césped, Rodrigo Rey había adelantado una explicación parecida: “Ellos tuvieron una gran noche y a nosotros no nos salió el plan con el que vinimos”.
Lo cierto es que, exceptuando los primeros minutos de cada etapa, la superioridad de River fue manifiesta en todos los sectores de la cancha. ¿Pudo haber cambiado algo si el 5-3-2 con el que el Rojo encaró la segunda mitad hubiese sido el diagrama desde el inicio? Se sabe que se trata del diseño preferido del técnico desde que lo probó en primera persona durante su etapa como futbolista de la Juventus y que ya utilizó en varios partidos anteriores. “Salimos con 4 en el fondo porque quise darle continuidad a lo que hicimos contra Barracas, la responsabilidad es toda mía”, fue su autocrítica al respecto.
Lo mejor de River vs. Independiente
La idea inicial del Rojo pretendió repetir la estrategia de presión asfixiante y bien alta que tan buen resultado le dio en el clásico frente a Racing, pero el intento duró muy poco, y en eso tuvo mucho que ver la indiscutible mayor jerarquía de los jugadores locales. La movilidad de los volantes de River y el retroceso de Esequiel Barco limpiaban la salida y encontraban líneas de pase para progresar en el campo con toques veloces y precisos que hacían llegar tarde a los volantes de Independiente y obligaban a la defensa a embutirse contra su área.
El primer síntoma de que algo del plan previsto no estaba funcionando se dio a los 21 minutos, cuando un choque de cabezas entre Damián Pérez y Joaquín Laso detuvo el juego. Tevez y su ayudante principal, Nicolás Chiesa, fueron llamando a varios de sus hombres -Iván Marcone, Matías Giménez, Alexis Canelo, Lucas González y Braian Martínez- para sostener una larga charla con la intención de recomponer la forma de cubrir los espacios en el medio.
Seguramente les habrá faltado tiempo para conversar sobre el otro gran déficit que mostraba su equipo: la incapacidad para mantener la pelota en su poder más de unos pocos segundos debido a la desconexión de volantes y delanteros entre sí y, fundamentalmente, a la eficacia de River en la presión. La búsqueda de soluciones tras el descanso y la recuperación del 5-3-2 pareció mejorar al Rojo en el arranque de la segunda parte, pero quedó ahogada con el contraataque que manejó Santiago Simón y concretó Miguel Borja para poner el 2-0.
“Después de eso pensé más en cuidar las piernas para el domingo que viene que en el resultado de esta noche”, confesaría más tarde Tevez, que aceptó su primera caída como entrenador del Rojo con idéntica calma y la misma apariencia de tranquilidad que ha tenido antes, durante y después de los partidos desde su debut en el equipo de Avellaneda. Ni siquiera le alteraron los silbidos, insultos y cánticos que le dedicaron los hinchas locales durante varios momentos de la noche.
El Apache, mostrando todavía el hematoma en el ojo izquierdo dejado por el golpe que se dio la semana pasada y con una pequeña cinta adhesiva señalando el lugar de la herida que debió recibir diez puntos de sutura, observó casi todo el encuentro de pie y pegado a la raya de cal. Con los brazos cruzados, el gesto adusto y pocas quejas soportó sin moverse el chaparrón de los goles millonarios, tal vez convencido de que su equipo también necesitaba vivir lo que él estaba viendo en el campo.
“Es una derrota que te hace crecer, no es para preocuparse. Lo tomo como algo que nos va a servir para lo que viene. La gente tiene derecho a ilusionarse igual, pero nosotros debemos hacer nuestro análisis y seguir progresando desde el punto donde ahora estamos”, fue el cierre del Apache antes de marcharse. Carlos Tevez padeció su primer traspié como técnico del Rojo y lo aceptó sin excusas ni dramatismo. “Algún día nos tocará perder y tendremos que seguir trabajando igual, sin olvidarnos de dónde estábamos hace dos meses”, había anticipado el lunes. El próximo domingo, contra el descendido Arsenal y en su estadio, él y sus jugadores tendrán la oportunidad de demostrar hasta dónde les afectó el tropiezo.
Rodolfo Chisleanschi