Era un duelo de contrastes. Entre el último campeón de Liga y uno que está haciendo su primera experiencia en la máxima categoría; entre un conjunto que juega para 85.000 personas y otro que lo hace para 3.000.
Una vez en el campo de juego, donde todo suele emparejarse, River se encargó de que esas diferencias que mantiene con Deportivo Riestra quedaran bien plasmadas: con tres goles en 40 minutos, el equipo de Demichelis se hizo un festín y escaló a lo más alto de la zona A.
El anticipo de Cristian Fabbiani (“jugarles de igual a igual, no dejarlos hacer su juego y presionarlos”, había dicho) se cumplió por algunos minutos. Los primeros, en los que Riestra salió motivado por las circunstancias -nuevo deté, localía y un gigante al que plantársele- y amagó con atemorizar a River. Amagó, claro. Porque terminaron pesando la jerarquía, la experiencia y el empuje de un once de gala -Micho guardó piernas en la semana y volvió a poner lo mejor- al que no le llevó mucho tiempo amigarse con un campo atípico, el más chico que le tocó visitar a River en la historia moderna, y copó la parada.
El mediocampo hizo su trabajo. Ahorcó al local, no lo dejó pensar en posibles contragolpes y les dio libertades a los delanteros para que hicieran lo que mejor saben. Esequiel Barco y Facundo Colidio, abrir los caminos por afuera. Miguel Ángel Borja, al que no paran de cumplírsele las plegarias, meterla: con la fortuna de los goleadores, esa que siempre es acompañada de un cañonazo o una delicia propias de quien es visto como el “mejor 9 del fútbol argentino” por su entrenador, aprovechó un toquecito en un rival para abrir el partido.
La dulzura del Colibrí, que no sabe lo que es entrar a un partido y no embocarla -ya lleva siete gritos en cinco juegos-, no es la única buena noticia que se lleva Demichelis del Bajo Flores. A la misma altura están la vuelta al gol de Nacho Fernández -y qué gol-, un referente al que le pone muchas fichas de cara a esta temporada y que refrescó al equipo con su presencia y liderazgo, así como el festejo de un Herrera que consciente de que tiene a Sant’Anna comiéndole los talones pudo descargarse en la red.
El triplete veloz, que dejó al local a un empujoncito del nocaut, vino bien para la administración de esfuerzos. En el marco de un calor agobiante (36°C y un sol pleno que no daba tregua), que invitaba a tirarse a la piletacomo lo hicieron cientos de jóvenes y adultos detrás de una tribunacopada por bombos y trapos albinegros, Demi cuidó jugadores y les dio minutos a los refuerzos -el 4 uruguayo y Rodrigo Villagra vieron acción- y a las estrellitas del semillero: Franco Mastantuono, arropado por los referentes y compinche de Ruberto y Cía., entró hecho un rayo. Impropio de un pibito de 16 años, una edad en la que prima la irregularidad y en la que cuesta asentarse. Demichelis le da lugar, y él no desentona nunca.
Lo que arrancó como un año difícil, por tantísimas bajas y un debut que no estuvo a la altura de la ilusión que corre por los pasillos del Monumental, dio un vuelco en un par de partidos. Este River fuerte, que parece robustecerse con el roce futbolístico, sigue ganando y también goleando. Pensando en un superclásico que ya no queda tan lejos en el calendario (se disputará el 25 de este mes), un grandísimo indicio.
Por: Fabrizio Silva