River rescató un empate en Tucumán y lanza un mensaje: hasta cuando no le sale una, saca un conejo de la galera. Con suplentes y un jugador menos durante casi todo el partido, demostró otra cara de su personalidad, en la semana previa de Fluminense y Boca.
Por: Ariel Ruya
River tiene un aura especial. Juega mal, pierde. Está confundido, atado. Los suplentes no reaccionan. Y, sin embargo, el líder capitaliza hasta lo que no propone. A cinco minutos del final, luego de un córner, Pereyra, el mejor de la cancha, cabeceó para atrás y cambió la historia: en contra. Y el líder rescató un empate (el primero del ciclo Demichelis) valiosísimo. Indispensable para lo que vendrá.
Desordenado, nervioso, con la cabeza en otro lado: así fue la sorpresiva primera mitad del líder. No sólo fue superado por un combativo y disciplinado Atlético Tucumán (que un puñado de días atrás se impuso sobre Racing, en Avellaneda), sino que pareció estar fuera de órbita. Le costó hacer pie, casi desde el arranque. Y hubo una insinuación de mejoría en los minutos finales, con el resultado desfavorable y con un intérprete menos.
Hay una realidad irrefutable: los suplentes no tienen el mismo ritmo que los titulares. Sucedió algo parecido en Rosario, cuando River encontró milagrosamente un gol en el final del choque contra Newell’s. Pero aquella noche, en líneas generales, el conjunto rosarino fue levemente superior en aspectos puntuales del juego. Esta vez, ocurrió otro asunto, más inquietante: el gigante perdió la cabeza.
Perdía, jugaba mal, sufrió una expulsión inesperada y hasta Armani anduvo en otra sintonía: fue a buscar una pelota para sacar desde el arco por una posición adelantada porque el juez de línea levantó el banderín, pero Fernando Rapallini nunca convalidó esa acción y Atlético estuvo a punto de estirar el marcador.
Luego de ocho partidos con vallas invictas, fue Mateo Coronel el encargado de quebrar el cero para Atlético Tucumán, al capitalizar un pase al medio de Sánchez y una muy lenta respuesta de Maidana. El VAR, como suele suceder, se tomó su tiempo y el gol fue confirmado. Siete minutos después, José Paradela se ganó dos tarjetas amarillas en un lapso de… 60 segundos.
Primero, Rapallini lo advirtió por agarrar la pelota para un lateral cuando no había salido, y luego le cometió falta a Pereyra (al límite de la roja) antes de ejecutar un tiro libre. River debió jugar unos 70 minutos con 10 jugadores.
La confusión fue tan grande, que hasta lo afectó al arquero. Cuando Armani fue a buscar una pelota detrás de su arco, Marchiori, del otro lado, aprovechó para salir rápido con un pelotazo para Estigarribia; sin embargo, con el arco libre, el delantero elevó el remate. El arquero de River (y todo River), era la imagen de la incredulidad.
Los suplentes tropezaron, además, con el sistema. Tres atrás (flojos los tres, Maidana, Mammana y Rojas), dos 9 de área en el ataque, como Borja y Rondón. Y una larga nómina de volantes con diversas características, conservadoras y audaces. Así, el Millonario, con un equipo distinto al habitual, pasó por Tucumán antes de una semana importante que implicará el viaje a Río de Janeiro para medirse con Fluminense, puntero del grupo D de la Copa Libertadores, y después, el primer Superclásico contra Boca, con Martín Demichelis como entrenador.
Atlético Tucumán jugó con alma y vida. Envalentonado por el triunfo contra Racing, apeló a los puntos flojos del líder.
Con el ingreso de Casco por Rojas se intentó dos cuestiones: darle mayor orden a la defensa y tener una alternativa de ataque por la banda. River se pareció algo a River en la parte final, pero se notó su incomodidad estructural, más allá de jugar con un jugador menos.
Con ráfagas de Solari por la izquierda y corridas de Casco por la derecha, se afirmó mejor el equipo millonario en los últimos minutos. Recuperó destellos de su clase, aunque sólo destellos. Y entre la desesperación de River, Pereyra. El 10, con espacios y la cabeza fresca, es una amenaza. Una grata revelación que provoca alegría y preocupación en Tucumán. Lo primero: su clase divierte, entretiene. Lo segundo: será muy difícil mantenerlo, porque lloverán ofertas. En el final, cometió un desliz enorme. Fatal.
Como marca su estilo, Demichelis rompió otra vez su estructura: adentro Barco y Beltrán, afuera los dos número 9. La gambeta y el olfato goleador fueron la tentación final. Y a cuatro minutos del cierre, River, que tiene un aura especial, encontró el empate, con una fortuna… de campeón. Córner de Barco, cabezazo del 10. En contra.
Atlético Tucumán es un rival que complicó a River en los últimos años: cinco empates y una derrota. El Millonario ganó por última vez en Tucumán en marzo de 2019 por la Superliga 2018/19 por 1-0 y en sus siguientes visitas sufrió una derrota (3-0 por la Copa de la Superliga 2019) y tres igualdades 1-1 seguidas en 2020, 2021 y 2023. Esta vez, rescató otro 1-1. Y de la galera.
Ariel Ruya