Agustín Palavecino, Julián Álvarez y Braian Romero (2) anotaron los goles para el Millonario en un Monumental que montó una verdadera fiesta.
Marcelo Gallardo celebró su primer título a nivel liguero y el decimotercero desde su desembarco como DT en Núñez.
16 victorias en 22 presentaciones. 48 goles a favor y apenas 13 en contra. 12 puntos de ventaja sobre Talleres de Córdoba y Defensa y Justicia, sus más inmediatos perseguidores.
River Plate es otra vez campeón del fútbol argentino. Justo y arrollador campeón de la Liga Profesional. Derrotó 4-0 a Racing con goles de Agustín Palavecino, Julián Álvarez y Braian Romero (2), y se colocó la corona tres fechas antes del epílogo de la competencia. Todo un símbolo de su abrumadora superioridad.
Luego del imponente recibimiento que le dedicó al público a la Banda, el local se sorprendió con el esquema y la propuesta de Racing. Un 3-4-3 con Pillud como uno de los centrales y presión en la salida, que casi le reporta la apertura del marcador a los 3 minutos, cuando Copetti le robó la pelota a Paulo Díaz dentro del área, pero Armani se impuso en el mano a mano.
Tras esos primeros compases de confusión, poco a poco, River fue haciendo pie, más allá de que debió cubrir varios baches que le abrieron las bajas, como las de Enzo Pérez (salió Ponzio como titular), y Angileri-Casco (Pinola surgió como lateral izquierdo).
Así, a los 12′, el líder del torneo contó con su primera aproximación clara: Álvarez centró, Romero se vio favorecido por una pifia, pero su remate no salió ni con demasiada fuerza ni bien direccionado, y Arias envió al córner.
La acción sirvió como bisagra en el desarrollo de la etapa inicial. Porque a partir de allí Enzo Fernández y Palavecino fueron tomando confianza. Y, sobre todo a partir del tándem Rojas-Simón, sumado a la habilidad de Álvarez, empezó a encontrar los caminos al arco de la Academia.
A los 24, Simón envió un centro al espacio que atacó el Araña, que cabeceó desviado. Y a los 31, Fernández juntó rivales a pura pisada y soltó el balón cortado para Palavecino, quien definió de caño para rubricar el 1-0.
Fue el punto de partida de los mejores momentos del dueño de casa. Dos veces Romero de cabeza pudo estirar la distancia, para tranquilidad de los fanáticos. Lo mereció.
Los orientados por Gago salieron a la segunda parte con tres cambios, con el objetivo de torcer el rumbo del clásico: entraron Miranda, Orban y Lisandro López. Pero River no lo dejó reaccionar. Al minuto del complemento, Romero hizo temblar el arco con un tiro en el palo. Y a los 2, Álvarez definió cruzado para firmar el 2-0 y su decimoséptima conquista en el certamen.
El gol dejó groggy a la Academia, que quedó relegado al rol de partenaire. El Millonario, aún en posición de probarse el traje de campeón, sostuvo la seriedad y la presión habituales. Así, cada aataque llevó la fragancia del gol.
Y a los 22 minutos, el 3-0 llegó con suspenso, luego de una definición de Braian Romero que cruzó lentamente la línea, luego de una muy buena jugada colectiva. El punta, una máquina de correr e intentar, había contado con varias posibilidades. Fue un premio a su empuje permanente.
Y siguió buscando River, como si el partido estuviese 0-0, como si necesitase otra pátina de brillo la consagración. Encontró a los 32, cuando Carrascal se sumó al pressing, robó en campo contrario, y cedió para Romero, que apuntó su segundo grito y el cuarto en el score.
Este River no es el opulento de años anteriores, se fue desprendiendo de figuras que hicieron diferencia y que lo llevaron a ganar la Copa Libertadores y a jugar la final que finalmente perdió ante Flamengo, en Perú, y sufrió bajas trascendentes, como las de Matías Suárez o Nicolás de la Cruz. Pero Gallardo le dio un funcionamiento, una dinámica propia de su sello y contó con la aparición de algunas jóvenes figuras como la del desequilibrante Julián Álvarez, quien es hoy probablemente el mejor jugador del fútbol argentino, más Benjamín Rollheiser, Santiago Simón, Enzo Fernández y Felipe Peña, entre otros.
Álvarez, con 17 goles, es el máximo artillero del certamen y con su inminente futuro en el fútbol europeo es el factor más desequilibrante de un conjunto que se “refundó” y reemplazó a la figuras de la mejor manera, con superlativo rendimiento individual, colectivo y ganando en todas las canchas.
El epílogo quedó dedicado al “ole” que bajó de las tribunas y a las ovaciones personalizadas. Para Gallardo, el más vitoreado, para Ponzio, Enzo Pérez, Maidana o Álvarez. Una caricia para los que consiguieron un nuevo impacto. Y pagaron el pagaré que le faltaba al exitosísimo ciclo Gallardo.
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