Fue un triunfo histórico. Deportivo Riestra le ganó su primer partido a un equipo grande en Primera. Hizo sufrir al Independiente de un Carlos Tevez que nunca le encontró la vuelta y que terminó desorientado.
El local no sólo se impuso, sino que además lo hizo con autoridad. Porque el partido fue una paliza táctica de un equipo que defendió cada pelota a punta de pistola y que jugó cuando se le presentó la oportunidad de hacerlo. Un conjunto duro, que se puso la ropa de fajina, que nunca precisó tener la pelota para imponer su plan de juego y darle una dura trompada en la cara a un Rojo que estaba ante la posibilidad de quedar puntero en soledad y que terminó lleno de dudas.
El Malevo jugó en bloque, con dos líneas de cuatro bien apretadas. Fue un equipo compacto y ordenado, que apostó a los desbordes de Ramírez por derecha y Pereira por izquierda. Herrera cumplió un rol clave: se alejó del área para recibir de espaldas y descargar hacia los costados. Al Rojo, que salió a la cancha con el sistema 5-3-2 que había empleado ante River (1-1), le sobró un defensor y le faltó un volante para crear y romper a la sólida defensa del local. A pesar de que tuvo un 73% de posesión, la tenencia fue inocua y, en gran medida, en campo propio.
La posesión no fue sinónimo de control del encuentro. A los dirigidos por Tevez se los notó incómodos, les faltó elaboración y se aproximaron muy poco al área contraria. Eso le permitió a Riestra ganar el medio y soltar a los volantes externos. En definitiva, el primer tiempo se jugó como quiso el dueño de casa, que llevó el partido a una lucha física, al juego aéreo en el que siempre se impuso, y a ganar todos los rebotes. La ventaja que consiguió con un gol de Ramírez fue justa: antes ya había tenido tres situaciones claras. Carlitos se percató de esa falencia y es por eso que pateó el tablero y dispuso dos cambios a los 33′: Luna y Martínez por Laso y Neves para modifica el esquema y pasar a un 4-4-2. Las variantes fueron una confesión de la paliza táctica y estratégica y alteraron un poco la dinámica y la tendencia del encuentro, pero al conjunto de Avellaneda igual le costó progresar en el campo y generar peligro.
Tevez hizo otro cambio en el arranque del complemento: Ruiz ingresó por Saltita González, se ubicó por derecha, Luna pasó al sector izquierdo y el doble cinco quedó compuesto por Martínez y Mancuello. Independiente adelantó las líneas y los defensores terminaron parados prácticamente en la mitad de la cancha ante un adversario que no tuvo la pelota y al que, además, en ningún momento le interesó administrarla. Riestra cubrió los espacios con mucha concentración e hizo correr el reloj. El Apache buscó más fútbol con los ingresos de Maestro Puch y Toloza por Giménez y Sporle. El Rojo volvió a cambiar el dibujo, que mutó a un 3-1-3-3 con Martínez metido entre los centrales ante la pérdida y con superpoblación de futbolistas de características ofensivas. Independiente intentó empujar, pero fue desordenado, no tuvo una idea que alumbre el camino y jugó a los ponchazos: dependió de centros y arrestos individuales. Y le costó construir mediante el juego asociado.
Independiente jugó pésimo. Fue un equipo sin ideas, sin fútbol, superado en lo estratégico y sin sentirse cómodo nunca. Los cambios fueron manotazos de ahogado. Hubo un conjunto que supo muy bien lo que tenía que hacer y otro que no. Hubo un equipo que pergeñó un plan y lo aplicó desde el primer minuto y otro al que se le quemaron todos los papeles. Independiente perdió sin atenuantes. Quedó rojo. De bronca. Y también de vergüenza.
Favio Verona (Olé)
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