Alan Soñora, sobre el final del partido, tuvo en sus pies la chance de darle al Rojo una ventaja clave de cara a la revancha.
El remate del talentoso juvenil del Diablo salió desviado, besando el palo derecho del arquerito Leonardo Morales y dejando abierta una serie que parecía destinada a llegar al segundo partido tan igualada como antes de comenzar. Pobre pibe, que deberá lidiar con psiquis en las próximas noches y esos malditos centímetros que le impidieron ser héroe en La Fortaleza.
Ahora bien, aunque probablemente no sea suficiente consuelo ni le ayude a Soñora a evitar las pesadillas, esa jugada que desperdició a los 46 minutos del segundo tiempo no fue más que el triste corolario de los 90′ previos, en los que ninguno de los dos equipos logró quebrar la paridad. Y la explicación para que esa igualdad se sostuviera hasta el final suena bastante sencilla: faltaron los goles porque faltaron los goleadores. Sin Nicolás Orsini ni Silvio Romero, ambos afuera por lesiones musculares (el Chino estuvo en el banco de la visita pero no ingresó), ni Pepe Sand en el Grana, ni Messiniti en el Rojo pudieron disimular sus ausencias.
Pero caerles a ellos dos sería injusto. Hubo otros factores que se jugaron en el partido y que se sumaron a la teoría del cero inquebrantable: los 37° de sensación térmica, por ejemplo. que aportaron a que el complemento se planche tras un arranque en el que hubo más chances; las buenas respuestas de Morales y Sosa en los arcos; y el no querer arriesgar de más cuando todavía falta la revancha en el Libertadores de América.
Claro, para Lanús, que había ganado sus otros partidos de local en la Copa (incluido un 3-2 agónico frente a San Pablo), jugársela en ataque y tener que sacar del medio no era negocio, ya que, si bien esta vez no hizo la diferencia en su casa, tampoco corre de atrás con el gol de visitante. La misma razón por la cual a Independiente el resultado le deja un sabor agridulce: mantiene el invicto y está bien parado para el encuentro de vuelta, pero dilapidó las oportunidades de convertir fuera de casa y, ahora, deberá cuidar el cero en su arco porque si de los de Zubeldía meten un gol, el Diablo estaría obligado a ganar.
Pero esa última parte mejor que no se la recuerden a Soñora, que ya bastante tendrá con sus propios demonios para dormir las próximas noches.