Platense pegó en los momentos precisos y arruinó la fiesta que había preparado el Rojo.
El equipo de Avellaneda perdió 2-1 y encima terminó con diez jugadores por la expulsión de Ostachuk, pero los aplausos del cierre indican que el crédito sigue abierto.
Con un compendio de eficacia en ataque y solvencia defensiva, Platense dio el golpe en Avellaneda y le arruinó la fiesta del regreso a casa a Independiente. Fue un 2 a 1 sin mayores lujos que mantiene al Calamar invicto ante el Rojo desde su regreso a Primera, y a que a la vez expone las complejidades que tendrá el Rey de Copas para convertirse en un equipo fiable y con aspiraciones.
Jugar ante un estadio repleto y responder a una expectativa desbordada es un examen de alto nivel para un conjunto mayoritariamente juvenil en edad, todavía más joven en funcionamiento y consolidación de una idea, y conformado por jugadores que en ningún caso son figuras estelares en el cielo futbolístico. Independiente debió afrontar la prueba en su estreno como local en el campeonato, y como suele suceder en estos casos, no fue capaz de superarla.
La gente del Rojo llenó cada rincón del Bochini, recibió a los suyos como si llegaran de ganar un título y se frotó las manos preparándose para una tarde feliz, pero en el torneo argentino las realidades suelen diferir mucho de los pronósticos previos. Nada más eficaz para bajarle los decibelios a la euforia de una tribuna que aquietar el ritmo de juego y, como mínimo, repartir el dominio de la pelota. Zorro viejo, Martín Palermo aplicó dosis suficientes de cada ingrediente para elaborar una pócima que al conjunto de Leandro Stillitano se le atragantó durante media hora.
Firme en la tarea de recuperación en el medio a través de Jerónimo Cacciabue y Nicolás Castro, sin fisuras en el centro de la defensa con el paraguayo Miguel Jacquet y Gastón Suso, y con la colaboración permanente de todas sus piezas, Platense enfrió el entusiasmo inicial sin necesitar de grandes alardes y puso en evidencia durante muchos minutos las carencias del Rojo para construir juego en el último cuarto de la cancha.
Aislado y sin participación Tomás Pozzo sobre la derecha, encapsulado Juan Cazares y aislado en la punta Matías Giménez, a Independiente solo le quedó la opción de responder con una presión igual de fuerte para al menos empardar en el duelo de apretar los dientes, y así los aplausos en lugar de premiar acciones de ataque solo surgían cuando Javier Báez, Sergio Barreto o Agustín Mulet ganaban al trabar con un futbolista rival.
Kevin López (cordobés, 21 años, inferiores en Belgrano y carrera profesional en Quilmes) fue el primero en entender lo que necesitaba su equipo. En su debut absoluto en Primera División -reemplazó al capitán Iván Marcone, expulsado la fecha pasada-, y situado a la izquierda de Mulet, percibió que no bastaba con trabajar en la recuperación y dio un par de pasos adelante para mostrar las variantes de un repertorio muy interesante: coraje para girar y trasladar, habilidad para la gambeta y buen panorama para el pase.
Su atrevimiento encontró la compañía de Rodrigo Márquez y las subidas de Ayrton Costa por izquierda, y durante un rato el Rojo se pareció al que sus hinchas esperaban y produjo un par de llegadas peligrosas antes del final del primer tiempo. Un tiro libre de Cazares rebotó el palo, le pegó en la cara a Ignacio Arce y se fue al córner; y un contraataque que manejó López y desvió Márquez.
Claro que por entonces la chapa ya marcaba un 1-0 a favor del Calamar. A los 20, y cuando nada había pasado en las áreas, Vicente Taborda descubrió un resquicio a espaldas de Edgar Elizalde y Nicolás Castro definió de zurda ante el achique de Rodrigo Rey.
Lo mejor del partido
La segunda mitad descubrió un pecado habitual en los entrenadores con poca experiencia. Se apresuró Stillitano en meter mano en el equipo, incorporó a Nicolás Vallejo para retirar a Mulet, pero en el movimiento retrasó a López, que perdió injerencia en el juego. Con ello el Rojo aumentó su dominio, aunque al mismo tiempo ganó confusión y en el río revuelto hizo negocio Platense. En su primera aproximación, Nicolás Servetto anticipó a Barreto a los 23 y cacheteó el 2-0 que pareció definitivo. Sin embargo, tres minutos más tarde y para nutrir la defensa, Palermo incorporó a Juan Pablo Pignani, quien antes de tocar la pelota forcejeó con Giménez, Darío Herrera (de floja actuación) vio falta y Martín Cauteruccio no falló en el penal para ponerle emoción al final.
Persistió el Rojo en el empeño, buscó variantes Stillitano con Santiago Hidalgo y Baltasar Barcia, pero aguantó bien Platense con la firmeza en el fondo de Jacquet y Suso (salvó un remate postrero de Cauteruccio que olía a gol) para llevarse una victoria de relieve. A Independiente se le arruinó la fiesta, pero los aplausos del cierre indican que el crédito sigue abierto. En definitiva, nadie repite el curso por no aprobar el primer examen..
Rodolfo Chisleanschi