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Luis Galván, el histórico de Talleres de Córdoba le tiene fe a la «T» y habla del «olvido a los campeones mundiales»

A sus 73 años, desde Córdoba, el histórico zaguero de la selección habla de Maradona, Messi, Menotti, el juego de antes y el de ahora y las dificultades para lograr que los dirigentes atiendan a los exjugadores.

 

Por: Cristian Grosso

Emblema de la “T”, sueña con el equipo de ‘Cacique’ Medina: “Talleres está bien, le tengo mucha confianza”.

Fernández está en el corazón de Santiago del Estero. Así se llama el pueblo, Fernández, a secas. De ahí es Luis Galván. Terminó el secundario, completó el profesorado y antes de los 20 años andaba de guardapolvo blanco desafiando caminos polvorientos. Todos los días hacía seis kilómetros en bicicleta desde su casa y daba clases en escuelitas rurales. Un aula de primero inferior y otra de tercer grado eran, por entonces, sus curiosas audiencia.

Ese hombre sería clave en Argentina ‘78.

Se fue a Córdoba detrás del sueño de ser doctor. Pasó por Barrio Jardín, descubrió a Talleres y creyó en una vida de futbolista. No sería sencillo. “El club no pagaba un mensual; había un premio por ganar, que era la mitad en caso de empatar, y no te daban nada si perdíamos”, recuerda. Entonces buscó los clasificados del diario y una madrugada se descubrió haciendo la cola para conseguir trabajo en una fábrica de Fiat. Cuando registró sus datos, la condición de docente le dio ventaja. Lo tomaron. Primero armó repuestos; después lo pasaron a una oficina. Mientras, jugaba en un Talleres que poco después se convertiría en sensación.

Ese hombre sería clave en Argentina ‘78.

Luis Galván fue un crack. De los 22 futbolistas argentinos titulares en las dos finales del mundo ganadas, sin dudas es el principal ‘desconocido’. Y eso habla más del resto que de su bajo perfil. La tonada santiagueña está intacta, pese a casi una vida en Córdoba. No tiene celular. A sus 73 años, trabaja en el predio de Talleres, retira a los nietos del colegio y algunas tardes comparte anécdotas con los parroquianos “en el bar del Humberto Bravo, tan campeón del mundo como yo, aunque se haya quedado afuera de la lista a último momento”, dice. Mario Kempes atrapó los reflectores en la final del ‘78 contra Holanda, pero muy probablemente Galván haya sido el mejor en la tarde inmortal. Hay un matiz. O como susurra César Luis Menotti: “Luis fue el más regular de todo el torneo”.

Galván al frente (a la izquierda de la imagen, Valencia), en uno de los homenajes de Talleres a sus ‘glorias’ de los años ’70

Dos semanas después de la final del mundo, el 9 de julio de 1978, Galván volvió a la cancha, a jugar. Ya no tenía que marcar a los holandeses de Rep, Rensenbrink, Neeskens o Nanninga, no, enfrente estaba Huracán de barrio La France, por la liga cordobesa. Talleres, con Galván, Daniel Valencia y la ‘Cata’ Oviedo, los campeones, convocados por el fixture que le tocaba a su club. Imposible imaginarlo hoy, ¿verdad? “Jugamos en la cancha de Belgrano, explotaba. Me acercaba al alambrado y la gente me decía: ‘Galván, Galván, vení, vení, te quiero tocar, saludame’. Yo les tendía la mano…, en esos primeros partidos estaba pendiente de todo lo que nos gritaban. Ese título fue increíble para todos”.

-¿No quiso jugar en Buenos Aires? ¿Nunca estuvo cerca?

-Sí, sí, sí, estuve muy muy cerquita de jugar en River. Lo que pasa es que uno es santiagueño…, y eso de separarse de la familia me costaba, ya me había costado mucho desprenderme de mis padres y mis hermanos para venirme a Córdoba… Todavía no estaba casado, iba a estar solo y Buenos Aires es muy grande, muy grande. Tenés que andar mucho para conocer. Me parecía algo muy difícil. River, especialmente con Labruna, me quería llevar. ‘¿Y si vamos a Buenos Aires Luis, le gustaría?’, me preguntó. ‘Dejeme pensarlo’, le respondí. Y pasaban las semanas y yo no le respondía nada. Hasta que me dijo: ‘¿Y, qué me dice, quiere venir o no quiere venir?’ Y entonces le respondía lo que él seguro ya se imaginaba: ‘No, no don Ángel, yo me quedo en Córdoba’. El paso por Talleres lo revitalizó a don Ángel, y le dio impulso para todo lo que haría después en River, porque antes, digamos, estaba como olvidado. Talleres le dio la chance.

-¿Le gusta el fútbol actual?

-Solo algunos partidos, pero muy pocos en realidad. Hay muchos roces. No digo golpes, sino fricciones debido a la intensidad y al apuro con el que se juega. No se trata bien a la pelota y hay una marca muy pegajosa.

-¿Le hubiese gustado ‘probarse’ en esta época?

-Y sí, si… y no nos hubiera resultado complicado. No digo que hubiera sido fácil, no, pero no nos hubiera resultado difícil jugar en la actualidad. Hoy se emplean muchos pelotazos, velocidad y menos juego asociado, por eso me parece que no sería tan difícil contrarrestarlo. En mi época estaban Bochini, Luque, Ramón, Díaz, Diego, Barbas, Calderón…, todos ellos adónde fueron triunfaron, por eso digo, que jugar ahora no resultaría tan difícil como lo imponían las exigencias de aquellos años.

-¿Qué le parece este Talleres puntero?

-No lo he ido a ver a la cancha por esto de la pandemia, hay que tener mucho cuidado, distancia…, sí lo he visto por televisión. Lo importante, para mí, es el manejo que está teniendo el técnico: dejar que el jugador haga en la cancha lo que más sabe, más allá de las indicaciones. Tal vez tendría que darles más indicaciones sobre cómo juega el rival, para que Talleres sepa defenderse mejor cuando el rival lo ataca. Pero después, me parece que les da libertad a los rápidos y a los habilidosos y eso es bueno. Así, el jugador se siente importante. No digo que no le interesa la propuesta del rival, pero le da más importancia al nivel de su equipo. Él ‘Cacique’ Medina les da mucho valor a sus jugadores. Tiene buen plantel, un buen equipo y dos o tres que hacen la diferencia. Talleres está bien, le tengo mucha confianza.

Galván hizo el curso de periodismo deportivo en Córdoba. Dos años. Entre los trabajos prácticos, más de una vez se apareció, grabador o anotador en mano, para entrevistar a desconocidos jugadores de la liga local. El campeón del mundo, retirado pero campeón del mundo para siempre, llegaba para hacerles una nota… “Colegas”, aclara hoy cuando lo recuerda, sin ninguna sobreactuación. Colaboró en alguna radio un tiempo, hasta que se dedicó de lleno a trabajar en Talleres.

¿De qué se ocupa hoy Galván? Ni coordinador ni entrenador. Elige la palabra y lo explica todo: “Profesor. Soy profesor de la escuela de fútbol. Talleres tiene casi 400 chicos y 18 profesores. A veces renegamos más con los profesores que con los chicos. Tenemos un predio magnífico, y yo voy recorriendo las canchas y les voy haciendo a los profes determinadas observaciones. De acuerdo a la edad de los chicos corresponde cierto trabajo y no otro, y todas esas cositas hay que ir corrigiéndolas”. Y esa tarea incluye el campo femenino, claro. “Tenemos muy buenas jugadoras, debemos lograr que no se nos vayan, porque algunas buscan horizontes en Rosario, en Buenos Aires. Cuando logremos que las chicas no tengan que trabajar y realmente sean profesionales, veremos que son capaces de hacer muy buenas carreras”.

-¿Cuántas veces volvió a ver la final del Mundial ‘78?

-Hace bastante que no la veo. En algún tiempo sí la veía, pero hace ya no, no, no la he vuelto a ver… Cuando la veía, cuando me veía, no lo podía creer. Fue un partido soñado, perfecto. Nada fue producto de la casualidad, todo se trabajaba. César que tenía una buena mirada: respetaban tus virtudes. Porque hay técnicos que, en su afán de imponerse, le indican a un jugador no gambetee tanto, por ejemplo, y el jugador se siente mal porque no puede explotar lo que mejor le sale. César, en algún momento, me agarraba y me decía: ‘Muy bien Luis, muy bien, por favor hábleles a todos y usted no se vaya muy lejos del área. Y háblele a Daniel, siempre, háblele que él quiere pasar al ataque siempre’. El Daniel no soportaba que su selección a los 5 o 10 minutos no estuviera ganando, entonces agarraba la lanza, como se dice, y se iba en un córner o en un tiro libre. ¡Y no volvía! El que siempre hacía los relevos, porque eso estaba trabajado, era el Tolo.

-¿Habla con Menotti?

-Hace mucho que no hablamos, perdí contacto por los teléfonos, ¿viste?, que van cambiando, les van agregando números, qué se yo. Tengo pensado ir a Buenos Aires para visitar a un hermano, y quizás ahí poder verlo también a Cesar, y a los muchachos… Cuando será el día que algún dirigente, o los que hoy están en la AFA, organizan algo y nos convocan a los muchachos del ‘78 y del ‘86 para recordar aquello; han sido nuestros mejores momentos a nivel mundial. Yo creo que aceptarían todos, o la mayoría, y eso sería muy bueno para nosotros… Pero qué se yo que pensar…

-Los campeones del mundo suelen quejarse de la AFA, se sienten solos…

-Esa sigue siendo una cuenta pendiente. Cuando nos juntamos aquí, con los muchachos de Córdoba, siempre nos preguntamos por qué este olvido. Hay muchachos que necesitan ayuda. Recuerdo que hace tiempo lo hablábamos con el Daniel, que fue nuestro gran capitán, y era el que podía levantar un teléfono y hablar con cualquiera que lo iban a atender. ¡Era Passarella! Pero ahora se hace difícil, llamás, llamás y llamás, y no te contestan, no sabés si siguen teniendo el mismo teléfono…

Talleres si, nos ha hecho algunos homenajes entre cinco o seis muchachos… Y si tenemos que pagar nosotros la juntada, la pagamos, porque nos encantaría reunirnos a todos. ¿Pero qué problema tenemos acá? Quien maneja la institución, el señor Fassi, viaja constantemente a Buenos Aires o a México con su grupo de empresarios. Y se hace difícil poder encontrarlo. Hace un montón de tiempo que quiero comentarle los trabajos que se están haciendo, que se puede agregar, y no lo encuentro. Te dicen ‘va a venir mañana’ y después te cuentan que se le postergó el vuelo o qué se yo… No, no lo puedo encontrar. Y el empezó con nosotros, si con el que más hablaba era conmigo porque yo era el capitán del equipo cuando él recién empezaba como preparador físico. Fijate vos las vueltas de la vida.

-Usted estiró su carrera hasta pasados los 40 años. ¿Es difícil el retiro, el día después?

-Sí, sí, el día después es muy difícil, muy muy difícil. Yo jugué hasta grande…y me costó. Si vos te retirás y a la semana te contratan para trabajar en algún lado sería sencillo, pero eso no pasa. A la mayoría les cuesta. ¿Cuántos jugadores del ‘78 y del ‘86 han podido afirmar una carrera como entrenadores? Muy pocos, poquitos… Marito Kempes, el mismísimo Kempes, ha dirigido nada, muy poquito. Ardiles, Passarella, algo Villa, el Tolo Gallego… ¿Y del ‘86? Burruchaga, Batista, Pumpido, el Diego, claro, muy pocos. Otros han trabajado con las divisiones inferiores, que no es lo mismo. Dejás de jugar y ya nada es igual.

“Creo que me hubiese ido bien marcándolo a Messi”

Cuenta la leyenda urbana que Amadeo Nuccetelli, el presidente revolucionario de Talleres entre 1974 y 1987, estaba obsesionado con Maradona. Que intentó comprarlo tres veces, en 1976, en 1978 y que volvió a intentarlo en el ‘80. Que llegó a ofrecerle 1.300.000 dólares a Argentinos Juniors. Nunca ocurrió, claro. Pero en la carrera de Maradona, Talleres apareció en dos instantes inolvidable: el 20 de octubre de 1976, su debut en Argentinos, y el 22 de febrero de 1981, la presentación en Boca. ¿Quién jugó ambos partidos? Luis Galván.

“El Diego ha sido un chico humilde –abre Gaván–. Preguntaba, respetaba a los Passarella, a los Fillol… cuando nos juntábamos en una habitación los jugadores, antes del Mundial ‘78, y más allá de que él no era titular, el Diego siempre estaba. Ya cuando se reincorporó al grupo, después del Juvenil y camino al ‘82, fue diferente: tenía su personalidad, se ponía adelante en el grupo, pedía hablar y si llegaba algún dirigente de la AFA tomaba la palabra”, recuerda. Y viaja a aquella intimidad: “Un par de veces fui a su casa, él me invitó. Si nos daban libre, los que éramos del interior no hacíamos tiempo para ir y volver porque no había la frecuencia de vuelos de hoy. Diego sabía que nos teníamos que quedar en Buenos Aires, entonces, como eran muy amigos con Valencia, nos llevó a su casa, con su mamá doña Tota y con don Diego. Conocimos sus orígenes. ¡Y la gente! ¡Como lo querían por Dios, por Dios! Llegaba el Diego al barrio y todos salían a saludarlo. Y él los saludaba a todos”.

-¿Cómo le iba cuando lo enfrentaba?

-Bien, bien, me fue bien… Una vez, charlando entre los muchachos, le preguntaron: ‘Y vos Diego, ¿qué decís de Galván? ‘Jugaba muy bien…, por ahí pegaba un poquito’. Yo trataba de no dejarlo agarrar la pelota. Si podía, él te iba a tirar un caño, una gambeta…, él veía todo, todo el espacio, levantaba un poquito la cabeza y ya sabía adónde estaban los compañeros. Como Messi, cuando agarran la pelota te hacen un desastre.

-¿Cómo hubiese intentado marcarlo a Messi?

-Siempre hubiese tratado de anticiparlo. Creo que me hubiera ido bien marcándalo a Messi. ¿Por que? Porque es un jugador que una vez que domina la pelota y te encara o te gira, ya se hace muy difícil de controlar. Si te amaga y arranca, ahí te saca medio metro. Decí que él no emplea mucho el remate desde afuera del área, él prefiere acercarse al arco y así hace los goles. Si hubiera tenido un buen remate de media distancia, a la carrera, uffff, hubiera marcado muchos más goles todavía. Labruna, Pedernera y César, siempre me insistían: ‘No lo deje recibir al rival, usted tiene un buen anticipo’. Yo solo jugaba, no sabía por qué hacía lo que hacía, hasta que esos maestros me empezaron a elogiar esa… virtud, digamos, que me veían. Por eso siempre hubiese intentado anticiparlo a Messi.

El zaguero de la doble estatua y la camiseta número 7

Jacques Ferran murió en febrero de 2019, a los 98 años. Francés, periodista deportivo, un intelectual de enorme prestigio. Junto con algunos compañeros del diario L’Equipe, fue el creador del reglamento original de la Copa de Europa, hoy la Champions. También, ya como director de France Football, impulsó de la creación del Balón de Oro. Fue Ferran, en la noche del 25 de junio de 1978, presente en la fiesta de los campeones del mundo en el hotel Plaza, quien se acercó a Roberto Saporiti –se conocían del paso del ‘Sapo’ por Europa–, y le susurró: “Galván ha estado a la altura de Kempes hoy, o más, porque cuando Holanda empató, nunca ha perdido ni la calma ni la prestancia para salir jugando”. Todos los medios que por entonces calificaban con puntaje, coincidieron: 10 para Galván.

Apenas cinco meses antes, Galván no estaba en la selección. En enero del 78 había perdido la famosa final del Nacional ‘77, la que Independiente le arrebató a Talleres, con tres jugadores menos, con el gol de Bochini para el consagratorio 2-2. En febrero, la T participó en la tradicional Copa de Oro marplatense, sin Valencia, Oviedo y Bravo, que estaban concentrados con la selección en la Villa Marista de Mar del Plata. Galván se fue a descansar a su Santiago del Estero. Menotti lo conocía –Luis había integrado la selección del Interior–, y lo mandó a llamar.

“Me avisó Saporiti que me integraba a la selección mayor –cuenta Galván–. Pero después me entró la duda, ¿sería real? Tenía que presentarme en Mar del Plata y tomé el vuelo, pero seguía inseguro, pensando que podía ser una equivocación, o yo había entendido mal. Por si acaso, al llegar, en lugar de irme al predio me fui a un hotel. No quería hacer un papelón en caso de que no fuese cierto”. La citación no estaba en los medios, era otra época. “Al otro día me animé, llamé a la concentración y me atendió Rogelio Poncini [ayudante de Menotti]. Y me dijo: ‘Eh…, Luisito, te estuvimos esperando. Entonces le dije que el vuelo se había demorado. Era verdad el llamado…”. Increíble: lo firma Galván, 10 puntos en la final del mundo que tendría por delante.

Aun casi anónimo, Galván tiene dos estatuas. Sí, dos. Una en la cancha de Independiente de Fernández, donde nació futbolísticamente, y otra en el flamante estadio Madre de Ciudades, en Santiago del Estero. Y luce otra marca que no debe tener equivalencia en el planeta: en 1965 Boca hizo una gira por el norte del país. Jugaba Menotti en el Xeneize. En Santiago se armó un combinado, y entre los ‘refuerzos’, Galván, de 17 años. Sí, se enfrentaron. Galván se lo guardó por mucho tiempo, hasta que un día, ya retirado, se lo contó a César y le mostró el recorte de un diario de la época con las formaciones.

Sobre un mueble en el living de su casa en Córdoba, Galván guarda el premio que más aprecia: jugador Fair Play 1978 al futbolista más caballero del Mundial. “Lo he llevado alguna vez al club para contarles a los chicos sobre el valor de la conducta”, menciona. Y revela una cábala: en la foto de la formación salía abajo, hincado, adelante de Fillol. Extraño: los zagueros van parados. Llevó el número 7 y no le gustaba, pero fue por orden alfabético (En España ‘82 le tocaría el 8). Por esa casaca 7 de la final le han llegado a ofertar mucho, pero mucho dinero. La del primer tiempo: la del segundo la intercambió con Dick Nanninga…, sí, el holandés que llevó al tiempo extra en el minuto 82. “¿Sabés qué me dijo Menotti antes de la final? ‘Luis, hoy sea el de Talleres’. Uhhhh, yo me sentía inmenso esa tarde. Nada podía salir mal”.

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