La Selección Argentina llegó a la cita olímpica como uno de los equipos favoritos: por la camiseta, por la jerarquía individual y por los cuatro campeones del mundo. No obstante, el papelón de Marruecos en el debut lo mandó al mata-mata con el otro candidato: Francia.
Y la Albiceleste, con sus vaivenes, con sus lapsos de buen juego y otros en los que estuvo muy desordenado, estuvo a la altura, aunque el orgullo se encuentre un poco dañado por este 1-0 en Burdeos.
Francia era un rival más que especial. Por todo. Por los nombres, por el estadio, por el contexto hostil y por el funcionamiento que venía teniendo el equipo de Thierry Henry en estos Juegos Olímpicos. Por dicho motivo, Mascherano movió fichas en relación al triunfo ante Ucrania y salió con un 4-4-1-1 ( a veces 3-2-4-1, con García y Zenón dando amplitud) que tenía como objetivo no ir al golpe por golpe, sino esperar con la líneas bien juntas en su propio campo y construir desde la tenencia prolongada de la pelota.
Por su parte, Les Bleus apostaron por un 4-3-1-2, con Michael Olise moviéndose con libertad por detrás de Jean-Philippe Mateta y Alexandre Lacazette. La idea de Henry, al igual que durante su performance en el Grupo A, no fue disputarle la posesión a la Argentina, sino esperarlo en su propio campo, con los tres volantes repartiéndose los espacios intermedios, apostando por las transiciones rápidas a la espalda de los laterales. Desde ahí, Les Bleus encontraron la forma de causarle problemas a la Selección; sobre todo, en los primeros 20′.
El gol tempranero de Francia, con Mateta ganando fácil sobre el primer palo en una clara jugada preparada de pelota parada, no modificó el planteo inicial del partido, pero sí radicalizó la postura del conjunto de Henry. Con el 1-0 en la mochila, Les Bleus retrocedieron unos 20 metros, se colocaron en bloque bajo y dejaron que Argentina maneje la pelota sin problemas hasta 3/4. Y a pesar de que la Selección tuvo sus chances clarísimas (un remate lejano de Equi y un cabezazo de Giuliano abajo del arco), siempre dio la sensación de que Francia podía dar el golpe de gracia con su extraordinaria velocidad. Pero había apenas un gol de diferencia…
El retoque de Mascherano en el descanso le hizo muy bien al equipo, sacándolo a Zenón de la banda izquierda y dejándole el carril a Soler. Con el correr de los minutos, el desarrollo, mas no el resultado, era todo de Argentina. Quizás, sin tanto orden, sin tantas ocasiones, pero con un amor propio bárbaro que lo hizo asentarse en campo contrario. Ya sobre el final, la esperanza de la Selección estaba definitivamente atada al caos: línea de tres, dos volantes, cinco delanteros y a lo que venga. El apuro le terminó jugando una mala pasada a la Selección
Es tan cierto que Argentina estuvo cerca del agónico empate como que Francia pudo haber metido el segundo. Mientras que Julián y Gondou tuvieron sus buenas chances para firmar la igualdad, Olise festejó un 2-0 que terminó siendo anulado por infracción previa sobre Equi Fernández. Ni los 45′ del primer tiempo, ni los 45′ del segundo, ni los 10′ del adicionado le fueron suficiente a la Selección para romper la valla de una Francia a la que no le metieron goles durante estos cuatro partidos de los Juegos Olímpicos.
Muchas veces, la moneda cayó de nuestro lado. Es cierto. El palo de Rensenbrink en el ’78. La mano de Diego en el ’86. Los tres palos de Brasil en el ’90. Y la fenomenal tapada de Dibu Martínez contra Kolo Muani, en Qatar 2022. No obstante, en estos Juegos Olímpicos, el conjunto de Mascherano no tuvo ese guiño del destino necesario para sobreponerse ante la adversidad. No lo tuvo con Marruecos. No lo tuvo con Francia. Y a pesar del profundo dolor que genere ver a esta Selección afuera del podio, está muy lejos de la pena de perder la final de una Copa del Mundo. No se confundan…
Por
Matías Ortiz