Julián Álvarez y su idolatría por Messi: deseos infantiles, fotos compartidas y sueños cumplidos. Durante años, la admiración por su ídolo lo llevó a fortalecer su carrera y finalmente, el joven de Calchín logró convertirse en compañero de su mayor ídolo.
Cada tanto aparece una versión nueva de una imagen prototípica en la que sólo cambian los protagonistas: un jugador ya consagrado pero joven (con la camiseta de algún club grande o de la Selección) se saca una foto con un nene, puede tratarse de un alcanzapelotas o de alguien al que sus padres acercaron a la concentración. La foto siempre tiene unos cuantos años de antigüedad y su gracia reside en que cuando empieza a circular por las redes sociales ambos juegan y brillan en el mismo equipo, son compañeros. Algunos ven esas imágenes como una casualidad; otros, como una profecía.
Lo cierto es que así como son pocos los que logran llegar a primera, también son pocas las fotos de esas que se llegan a conocer o que llegan a tener alguna significación especial.
Hace más de quince años que todos (sí, todos) los chicos del mundo que tienen la posibilidad se sacan una foto con Messi. En este tiempo cambiaron algunas cosas. Las posibilidades de registrar estos encuentros, con las cámaras de los teléfonos, cada vez son mayores. El otro cambio es la predisposición de Messi. En los últimos años entendió que él es Messi y que cada chico que se le acerca está viviendo uno de los grandes momentos de su vida. Se ve antes de cada partido de este Mundial cuando los chicos que ingresan con los equipos lo ven aparecer desde el vestuario y mientras esperan en el túnel crece el rumor y su apellido rebota contra las paredes, es lo único que se escucha junto al ruido de los botines contra el piso. Las voces delgadas y estridentes de los chicos repiten: “Messi, Messi, Messi, Messi”. Parece que el resto de los protagonistas, grandes estrellas del fútbol, desaparecieran. Y sólo quedara él. Que, sin importar que se trate de una semifinal de un Mundial como sucedió ayer, se acerca y choca las palmas con cada uno de los chicos y fuerza una sonrisa que camufla la tensión ante el gran desafío.
De esas fotos de Messi con chicos, hay una que se viralizó hace un tiempo. La imagen tiene algo más de diez años. Detrás un Messi, algo serio, como si sintiera el peso de tener que posar con cada desconocido que se lo pida. Delante se ve un nene que trata de controlar la sonrisa por estar con su ídolo. Ese nene es Julián Álvarez.
¿Cuántos jugadores jóvenes tendrán una foto con Messi? Debe haber varios. Pero casi ninguno se convirtió en su compañero y recibe sus asistencias en cada partido.
Es inevitable conectar esa foto con las del festejo del segundo gol argentino de ayer. Messi acariciando la cabeza de Julián, Julián abrazando a Messi con una sonrisa enorme.
Esa alegría gigantesca no es solo por hacer un gol (terminó haciendo dos) en una semifinal del Mundial sino por hacerlo al lado de su ídolo.
Al terminar el partido con Croacia, el capitán argentino alabó al centrodelantero del Manchester City. Habló de su entrega, de su generosidad, de su coraje, de su eficacia. Dejó de lado su cautela habitual para declarar, que le impide destacar a un compañero por sobre el resto, para subrayar lo que aportó Julián.
En la actualidad existen las estadísticas sobre todo. Una de ellas demostró que la segunda localidad con menos cantidad de habitantes en aportar un gol en este Mundial es Calchín, el pueblo cordobés del que salió Julián: 2.400 habitantes. El primer puesto se lo llevó, por tener un centenar de habitantes menos, el pueblo del volante uruguayo Giorgian de Arrascaeta.
Ahí en Calchín, Julián mientras jugaba en todas las categorías posibles y hacía goles con constancia, soñaba con ser Messi. Alcanzar sus récords, replicar sus goles. En los potreros de Calchín él tiraba paredes imaginarias con Lionel.
Mucho antes del Mundial, mucho antes de ser convocado a primera, mucho antes de que el sueño de jugar en primera estuviera siquiera cerca de concretarse, Julián Álvarez había expresado que su ídolo era Lionel Messi. Ahora está jugando con él.
Cuando Julián tenía 6 años, mientras transitaba sus primeros meses en la primaria, Messi debutaba en los mundiales en Alemania 2006. Pasaron cinco copas del mundo y Julián comparte plantel, charlas y goles con Messi.
Entre sus compañeros y aun entre sus rivales deben ser muchos (casi todos) los que idolatran a Messi. Pero son pocos los que logran jugar con él como si fuera un compañero más, sin dejarse cegar por la admiración y el cariño.
En este caso (también se puede decir lo mismo sobre Lautaro Martínez) la diferencia reside en la fortaleza mental y en que Julián privilegia siempre al equipo por sobre lo personal. Hace lo que el equipo necesita. Corre, marca, pelea cada pelota, presiona, hace goles. Y nunca decrece la intensidad. No lo obnubila la idolatría evidente (y razonable) porque no se permitiría poner su deseo de congraciarse con su ídolo –es decir tener una actitud egoísta- por sobre lo que el equipo requiere de él.
En el segundo gol argentino de ayer, Julián empieza la jugada en el vértice del área chica propia. Argentina defendía un córner y allí se suelen parar para despejar con el cabezazo defensivo los puntas de cualquier equipo. Pero Croacia decidió jugar corto y Julián salió disparado a tapar el centro; con su cuerpo logró atenuar la violencia del tiro y desviar el centro, que tras el rebote en él cayó en un defensor argentino. A partir de ese momento salió despedido con la esperanza de encontrarse en algún momento de la carrera con la pelota. Lo consiguió después de un toque de Messi. Cuando empezó su carrera estaba casi diez metros detrás de mitad de cancha. Luego siguió un arranca veloz y vertical. Los compañeros le pasaban por los costados pero él pareció encontrar una opción menos arriesgada que el pase a los que corrían a toda velocidad contra el área. La opción más segura: atravesar a los rivales, pasarlos, literalmente, por el medio.
Siempre es un deleite ver un deportista de alta competición en “La Zona”, en estado de gracia: ese estado, algo inexplicable, que cubre al jugador con una pátina que le da inexpugnabilidad y en el que todo lo que intenta le sale. Algunos creyeron que los goles en serie de Julián en su último año en el fútbol argentino se debían al bajo nivel de los rivales y de que Julián estaba gozando de una racha, que ya se acabaría. Llegó la venta al Manchester City (algunos se confundieron y creyeron que el traspaso sería al City Group y que sería cedido a algún equipo menor del mismo grupo inversor. Pero la sana ambición de Julián, el ojo de tigre, no lo iba a permitir, mucho menos en un año mundialista. Al llegar a Inglaterra sólo recibió elogios, reconocimiento público y muchos minutos por parte de Guardiola.
Julián sabe que la mejor manera de demostrar su admiración es hacer bien su trabajo. Pasarle la pelota cuando es la mejor opción (casi siempre en el caso de Messi), perseguir marcadores centrales, hacer trayectorias de setenta metros. Sabe que el esfuerzo, las decisiones generosas, la disciplina táctica y la voracidad por el gol son el mejor homenaje a los sueños de aquel chico que corría en Calchín.
Podría hablarse ya de un género. El de los videos de argentinos que se consagran en mundiales de fútbol tomados cuando tenían poco más de 10 años explicitando su deseo de jugar un Mundial.
El de Diego Maradona debe ser uno de los más conocidos de él, a pesar del blanco y negro y de la imagen granulada. En un potrero, con una pelota de cuero gastada y algo ovalada que parece pesar varios kilos, con las medias bajas, Diego hace jueguito con la zurda, luego la lleva hacia la cabeza y no la deja caer. Hay un corte abrupto y un periodista lo entrevista. Le pregunta cuál es su sueño. Diego, con los rulos amontonados en la frente, dice con seguridad (e ilusión): “Mi sueño es jugar el Mundial”. En realidad Diego dice que sus sueños son dos: Jugar el Mundial y salir campeón (aunque muchos corten el final de la frase lo que dice es “salir campeón… con la octava”).
Hace unos días sabemos que hace once años se filmó otro video similar, otro nene repite esa escena, aunque sin saberlo. Un periodista de Calchín entrevista a Julián Álvarez después de un partido en el pueblo. Le pregunta cuál es su sueño: “Jugar un Mundial”, dice el chico. “¿Tu ídolo?”, vuelve a preguntar el periodista local. “Messi” responde Julián con una sonrisa y casi sin pensar la respuesta, como si la pregunta no pudiera admitir otro nombre como resolución.
Ya dijo Borges que al destino le agradan las repeticiones y las simetrías. Ojalá el domingo esas simetrías entre los dos videos se conviertan en perfectas.
Matías Bauso