La Sub 23 derrotó 2-0 al equipo europeo, pero debido al 3-0 de Marruecos terminó como escolta del grupo B y podría cruzarse con el anfitrión.
Como si la Copa del Mundo de Qatar no hubiese calado hondo en el dolor. Como si los chiflidos a Lionel Messi en el Parque de los Príncipes no hubiesen sido ruidosos. Como si el famoso video de Enzo Fernández no hubiese generado tanto escándalo entre los jugadores franceses del Chelsea. Como si no hubiesen abucheado el himno argentino en Saint-Étienne hasta el punto de que los futbolistas no lo pudieron escuchar. Como si el Stade de France no hubiese recibido a Los Pumas 7’s con suficiente hostilidad. Como si todo el morbo de estos meses no hubiese suficiente, ¡podría haber un Argentina-Francia en los Juegos.
En Lyon, Argentina no se floreó ante Ucrania. La fórmula que le había dado resultado a Javier Mascherano ante Irak no fue suficiente para inclinar rotundamente la balanza en el cierre del Grupo B. A la Selección le costó… La tenencia no le dio resultado, no generó tantas oportunidades, fue perdiendo la paciencia, se fue quedando sin nafta sobre el final y hasta sufrió en varios lapsos del partido. Sin embargo, contó con dos cartas ganadoras dentro de su baraja: Thiago Almada y Claudio Echeverri. Ambos enganches, de jerarquía indiscutida, aparecieron en momentos clave para firmar el 2-0 que puso a la Albiceleste entre los ocho mejores de París 2024.
Como en su único penal con el Barcelona, Mascherano decidió patear fuerte al medio. En Lyon, el Jefecito salió con la combinación de jugadores que había hecho una presentación formidable en la segunda fecha. El 4-4-2 que paró en Lyon fue bastante mentiroso. Un punto de partida para que los futbolistas se muevan en el terreno y terminen conformando un 3-2-4-1, con Julio Soler y Giuliano Simeone generando amplitud, mientras que Thiago Almada y Julián Álvarez buscaban espacios por detrás de la línea de volantes del rival.
Del otro lado, Argentina encontró un equipo que conocía perfectamente su condición de inferioridad. Ruslan Rotan decidió que Ucrania se pare en un claro 4-4-2 asentado en la mitad del campo, con las líneas bien juntas y achicando hacia adelante, con una hectárea entre el arquero y sus defensores. A partir de allí se puede entender la entrada de Giuliano, quien fue una amenaza permanente al picar a la espalda de su lateral.
En la primera media hora, Argentina movió la pelota con mucha fluidez, de banda a banda, con un Equi Fernández que nuevamente manejó los hilos del equipo. Además, la presión intensa volvió a ser una gran carta para la Selección, recuperando la pelota en campo contrario. Sin embargo, con el correr de los minutos, y con el 0-0 estampado en el marcador, el conjunto de Mascherano fue cayendo poco a poco en la desesperación y en la imprecisión, perdiendo el control de las acciones e invitando a Ucrania a que se anime.
Paradójicamente, las jugadas más claras de Argentina no fueron producto de una larga tenencia de la pelota, sino de transiciones en velocidad. Giuliano, Julián y Gondou tuvieron sus chances a partir de buenas intercepciones en la mitad del campo. No obstante, faltaba esa cuota de genialidad, de engaño, de precisión que supo tener Thiago Almada para realizar una jugada messiánica en el inicio del complemento y colgarla en el ángulo izquierdo del arquero Kiril. Como ante Marruecos e Irak, la Selección necesitó de su 10 para clarificar el panorama. Y apareció.
A los 60′, la aguja del tanque de nafta empezó a marcar la zona roja, la de reserva. Y es que, ya en el último tercio del partido, Argentina bajó notablemente la intensidad, comenzó a llegar tarde a los cruces y los ataques fueron mas bien esporádicos. Masche, atento, hizo los movimientos de fichas apropiados para no sufrir de más. El DT puso a Santiago Hezze (volante central) y a Kevin Zenón (por la banda izquierda) para conformar un 4-4-1-1, con el objetivo de tapar las subidas de los laterales. Y, cuando Ucrania se asentó definitivamente en campo argentino, producto del cansancio de sus delanteros para realizar la primera presión, metió a Lucas Beltrán y al Diablito Echeverri.
El plan de los últimos 10′ estaba muy claro: aguantar el ataque desesperado de Ucrania, necesitado de un gol para mantener vivas sus esperanzas olímpicas, y buscar de contraataque el golpe de gracia. Marco Di Césare y Nicolás Otamendi, de rendimientos superlativos, fueron trascendentales para mantener el cero a partir de cortes providenciales y bloqueos de remates a quemarropa. Y, de cara al arco contrario, entre Zenón y el Diablito gestaron un 2-0 más a tono con la jerarquía del equipo argentino que con lo que realmente había pasado en el Lyon Stadium.
Había pocas chances de que Argentina y Francia se vean las caras antes de la final en el Stade de France. El destino, caprichoso, así lo quiso. En los papeles, los equipos de Mascherano y Thierry Henry partían como favoritos a quedarse con sus respectivos grupos. No obstante, nadie podía prever el papelón de Saint-Étienne, que finalmente fue decisivo para que la Selección finalice detrás de Marruecos. De esta manera, se abre un nuevo capítulo de esta rivalidad moderna. Porque Brasil es el rival de toda la vida y Alemania es una constante en los Mundiales, pero al día de hoy no hay mayor contrincante para la Selección Argentina que Francia. Y más en unos Juegos Olímpicos desmedidamente hostiles para nuestros atletas. En Burdeos, serán 11 contra 42.000, pero con el aliento de 45 millones.
Por
Matías Ortiz
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