Los hits, desde el clásico “Muñeeeco, Muñeeeco” hasta el “es el Muñeco Gallardo que volvió a Núñez para ser campeón”, reflejaron el cambio de clima en Núñez, con hinchas que hasta rompieron en llanto al ver al DT más ganador del club otra vez en Núñez.
Pero en el campo de juego, lo que que no cambió es River. Porque más allá de esos 15’ iniciales furiosos, con gol incluido del Diablito Echeverri, de algunos retoques tácticos con el estilo MG y del desequilibrio de Franco Mastantuono, se fue desinflando a la par de que el Globo, un señor puntero, recuperaba aire y termino con la sensación de que lo pudo ganar. Porque más allá de la felicidad por tener a Napoleón en casa en otra noche histórica, River dejó un signo de interrogación de cara al choque de este miércoles ante Talleres, que llegará con un pedido anticipado y al unísono por parte de 85.000 personas: “Quiero la Libertadores” y “en la Copa tenemos que ganar….”.
A las 21:28, dos minutos antes del horario del comienzo del partido, River ya estaba listo para el pitazo inicial. Y esas ganas fueron las que redujeron al líder de la LPF por más de un cuarto de hora. Porque ese contagio que bajaba de las tribunas se materializó en la sociedad de Mastantuono con Echeverri, que arrancó recostado por la izquierda pero encarando hacia adentro para romper la zaga de Huracán como lo hizo en un golón a puro potrero. Con ese desparpajo que lo caracteriza, se la tiró por un lado a De la Fuente y la fue a buscar por el otro y el cierre de Pereyra se transformó en un pase para una mediavuelta que entró ajustadita al palo. Pero aquella definición con precisión quirúrgica no fue la misma que tuvo Adam Bareiro y la contra -tras error de Fattori- terminó con un tiro en el palo que con el resultado puesto hizo extrañar a Borja.
A pesar de la turbulencia que sufrió Huracán, con Mazzantti preocupado por contener a un Enzo Díaz lanzado para dejar por momentos una línea de tres atrás y con el tándem Peña-Aliendro plantando bandera en el medio, el puntero demostró que no está arriba de casualidad. Y mientras el #7 de River todavía se lamentaba por la situación desperdiciada, los de Kudelka aprovecharon el error de Peña en la salida y Echeverría, ante una desafensa que quedó desacomoda, apareció sólo en el área para ajusticiar de cabeza a un indefenso Armani.
Con menos de una semana de trabajo, está claro que es difícil imponer una idea. Pero ni siquiera lo que significa ver a Gallardo dando indicaciones y su enorme figura pudo contagiar a un 11 que volvió a deprimirse ante la adversidad. Huracán, que no se sale nunca de su libreto, aprovechó para recuperar terreno, para agigantar la figura de su mediocampo chileno y Mazzantti contó con varias contras para ganarlo, además de la tapada de Armani a Cabral.
Entendiendo que el déficit estaba en la creación de juego, y otro poco pensando en la T, salió Echeverri en el entretiempo -llegó esta semana sin descanso de los JJ.00-, se metió Lanzini y luego ajustó con Kranevitter y Nacho Fernández por el doble cinco. Pero la gestación no cambió. River siguió impreciso, Simón no fue más punzante que un Solari que sigue bajo y Mastantuono, al margen de su cañazo a Alarcón y de volver a ser el líder del equipo con sólo 16 años, sólo no puede…
Mientras Huracán se fue hasta con un sabor agridulce de que lo pudo ganar a pesar de ser único líder y de que por segundo partido al hilo se llevó algo del Monumental, la gente de River se fue pidiendo por la Copa y Gallardo tomó nota, con varios jugadores que siguen sin dar la talla y Pezzella con quizá como la mejor noticia. El Muñeco está de nuevo en casa, pero su equipo fue como el de Demichelis…
Por
Hector Salerno