Si no se corrige urgentemente el rumbo del VAR en la Liga nos dirigimos hacia una escándalo estrepitoso, como nunca ha habido en el fútbol argentino.
Una cosa es lo que el VAR puede advertir para darle legitimidad a una jugada, y otra muy distinta es la búsqueda desesperada de la foto que demuestre o justifique el llamado del VAR al árbitro. Tal deformación que se ha puesto de manifiesto en las primeras tres semanas que lleva en Liga argentina termina confundiendo a todos: público, protagonistas, jugadores y entrenadores.
El fútbol no se creó para gritar un gol tres minutos después de haberse convertido. La razón del fútbol es disfrutar abrazando a un desconocido en el momento en que la explosión del grito unifica la euforia de las tribunas. Esto es todo lo contrario, por ejemplo, a lo que le ocurrió a José Sand, ilustre goleador del fútbol argentino. Él se enteró en el banco que su gol frente a Boca Juniors fue convalidado cuatro minutos después de haberlo hecho. Y algo ridículo, tuvo que festejarlo dándole la mano al árbitro Facundo Tello, único compañero del espectáculo que se cruzó en su camino en el momento de conocerse la decisión del VAR.
En ese caso los árbitros Diego Abal (VAR) y Diego Verlotta (asistente VAR) le informaron a Tello que debía convalidar el tanto. Habían pasado casi cuatro minutos desde el momento en que la pelota traspasó la línea de gol hasta que el interminable goleador de Lanús pudiera “festejarlo”. Obviamente, tras estos cuatro minutos sus compañeros ya estaban en sus posiciones para reiniciar el juego.
Más allá de perjudicar la naturaleza del fútbol, cosa que también ocurre en otras latitudes, en la Argentina se suma el protagonismo excesivo de aquellos árbitros que manejan el VAR desde el predio de Ezeiza.
Podemos recordar otro caso escandaloso: el penal cobrado contra Banfield hace una semana cuando recibió a River Plate. Este despropósito se vio agravado por el posterior acto de sinceramiento del jefe de los árbitros, Federico Beligoy, que “reconoció el error”.
En el transcurso de ese encuentro entre Banfield y River, Darío Herrera, que estaba a cargo del VAR, llamó al juez de campo Pablo Echavarría por una presunta mano de Franco Quinteros, que en primera instancia no se había advertido. Tras el llamado del VAR, Echavarría sancionó el penal, cometiendo un grave error de interpretación.
Días después fue vox populi en la AFA que Pablo Echevarría se vio fuertemente presionado por Darío Herrera, referí a cargo del VAR, para que aquel sancionara el penal a favor de River. Mientras Echavarría dudaba, Herrera –que es árbitro internacional– lo conminó enfáticamente a sancionar la falta que podría cambiar el destino final de los playoffs para Banfield.
¿Qué pasa con el VAR en Argentina? ¿Por qué está fracasando? Aquello que ocurrió en el encuentro entre Banfield y River nos da una pauta: si el árbitro del VAR es de una categoría superior al árbitro de campo, su influencia en la interpretación será mayor. Es impensable que esto le ocurra a árbitros de la jerarquía de Néstor Pitana o Patricio Loustau. Pero hay otros referís que están jerárquicamente supeditados a aquel que está a cargo del VAR.
El VAR es un asistente del juez, no es ni cámara de apelaciones, ni mucho menos una cámara de casación. La decisión final siempre será del juez, más allá de las jerarquías que ostenten unos y otros.
Pero no debemos quedarnos solo en esa equivocación. Puesto que en cualquier comunidad si se producen violaciones reiteradas o delitos, claramente quien debe renunciar es el jefe de policía, pues se trata del responsable objetivo final de los hechos.
Cuando algo falla no existen más alternativas que la de reemplazar a la máxima autoridad. Federico Beligoy ha fracasado. Queda claro que no supo adiestrar a sus colegas para esta instancia. Y además no los ha representado con dignidad al declarar: “Le pedimos disculpas a los hinchas de Banfield, no fue penal”.
En vez de hacer declaraciones que mal predisponen a todos, hubiese requerido otras actitudes de Beligoy respecto de Herrera, Echavarría y los demás Herreras y Echavarrías que han cambiado el destino de diferentes partidos organizados por la Liga del Fútbol Argentino.
Además, estamos propiciando la suspicacia y la corrupción en el fútbol. Se sabe que los principales sponsors en el deporte son las casas de apuestas online. ¿No es demasiado peligroso que un solo árbitro –el que maneja el VAR– pueda ser susceptible de ser corrompido porque de él dependen no sólo los resultados de un partido? En el mundo de las apuestas, no se juega solo por un resultado, también se puede apostar por instancias impensable del encuentro, como por caso minutos de descuento, tarjetas amarillas, cambios, etc.
Hay muchos más ejemplos. Si tuviéramos que aplicar el VAR a los goles más famosos del fútbol argentino, muchos de ellos hubieron sido invalidados porque los grandes arqueros siempre aprovecharon la mayor superficie para ir a sacar hasta la raya del área para poner el balón en movimiento. Haber detectado con minuciosa precisión un paso fuera del área del arquero de Huracán, Marcos Díaz, para anularle el gol con el cual pasaba a ganarle a Barracas Central, es otra muestra de la falta de criterio e interpretación del fútbol juegos. ¿Cuántos goles hubiéramos anulados tras saque de Chilavert, Navarro Montoya, Abbondanzieri? ¿Hasta qué momento es válido retroceder en el juego cuando ni siquiera ha habido reclamos entre los jugadores?
Los que determinaron que existiera el VAR lo hicieron pensando en un efecto contrario al que se está logrando, porque cuando esto explote también ellos serán indicados como responsables. En realidad no es así… Estoy convencido de que la AFA intentará revertir esta situación. Y más ahora, que va camino a unificar el fútbol argentino cuando por fin desaparezca la innecesaria Liga. Pero inevitablemente deberá cambiar al Director Nacional de Arbitraje y apelar a una comisión asesora que ayude a evitar estos graves pasos en falso.
Recuerdo siempre que Julio Grondona decía que el éxito de AFA dependía de tres pilares:
1) El arbitraje
2) El tribunal de Disciplina
3) La selección argentina.
Y el mismo Grondona reconoció que el único sector que no pudo hacer funcionar en 35 años de presidencia fue el de los árbitros, al que él llamaba “los pitos”
Bajo la presidencia de Claudio Tapia, la selección argentina al mando de Lionel Scaloni ganó la Copa América, clasificó con holgura para el Mundial y recuperó su rol de potencia futbolística. El Tribunal de Disciplina presidido por Fernando Mitjans sigue siendo un ejemplo en el mundo, pero al igual que en la época de Grondona, el arbitraje sigue siendo el talón de Aquiles de la gestión.
Y esto no resulta justo pues desde hace tres años la AFA puso todos los recursos a disposición de una mayor justicia en el fútbol. Invirtió para conectar con fibra óptica todos los estadios con el centro VAR en Ezeiza y también para capacitar a los árbitros. Demasiado tiempo (tres años) y dinero para que hoy unos cuestionados arbitrajes cambien el resultado de los partidos. Cuando ocurre una cosa así, es el momento de revertir el fracaso. Y la AFA está a tiempo de retomar el rumbo perdido
El fútbol no necesita una justicia infalible. Antes bien requiere de una justicia razonable. Y lo más importante es, finalmente, si el balón ingresó completamente o no tras la raya de gol. Este punto lo soluciona la tecnología con el DAG (detector automático de goles). Y la autoridad final es el juez del campo, el VAR solo es un asistente que no determina la última sanción. En teoría, asiste, ayuda, muestra….
Finalmente, el fútbol nació para ser bellamente imperfecto, pues esa imperfección forma parte del juego. Hoy el VAR comienza a mostrar debilidades. Claramente no es ni el sistema, ni la tecnología; sigue siendo el hombre quien lo decide. Por eso, aun con influencia de tecnología sobre el juego, el fútbol deberá continuar su camino imperfecto y bello como el gol de Diego Maradona a los ingleses.
Cherquis Bialo