Además, recibió el impacto de frente, por lo que no pudo ver qué pasaba detrás suyo.
Y lo que ocurría era que a un par de metros se encontraba el colombiano Gustavo Cuéllar, listo para recibir el balón y neutralizar el ataque brasileño.
Todo lo que pasó después fue una vorágine impensada que concluyó con el gol de Firmino. Descolocado, sin la información suficiente acerca del escenario completo de la jugada, Pitana se llevó el silbato a la boca para detener el juego. Los tres jugadores colombianos detuvieron también su marcha por esa expresión corporal. Pero algo le pasó al argentino. Dudó un instante, tal vez atrapado en el pelotazo, y gritó: “¡Sigo, sigo!”. La defensa colombiana, desarmada por las posiciones cambiantes del juez, intentó entonces reacomodarse, pero ya era tarde. El mismo Cuéllar no llegó a tiempo para frenar el cabezazo de Firmino.
Esta historia merece una aclaración importante en este punto. El nivel de concentración de un jugador profesional también tiene en cuenta la probable equivocación de un referí. Los colombianos permitieron que se agravara el error ajeno al no seguir el juego con la debida atención.
Pero de regreso al tema principal, Pitana tampoco supo cómo seguir. Un árbitro que suele ser firme en sus fallos (incluso en las equivocaciones, porque de eso se trata la toma de decisiones) ya no quiso tener nada que ver con la jugada. Su elección fue dejar todo en manos del VAR.
Y allí emerge el segundo error. Otro argentino, Mauro Vigliano, estaba a cargo en la cabina para observar las repeticiones. El equipo de VAR lo completaron Facundo Tello (Argentina), como asistente, y Ubaldo Aquino (Paraguay), como asesor. En el video que la Conmebol difundió se escucha una voz (posiblemente la de Tello) que dice con algo de timidez, pero que se escucha claramente: “Iba a recibir un colombiano”.
No es una frase cualquiera. La interpretación de lo que pasó en ese momento no es tan simple ni contundente como lo expresó más tarde la Conmebol en un comunicado que defendió a Pitana y que intentó despejar polémicas. Vigliano no dio lugar a la advertencia. Determinó que había que confirmar el gol.
El único fundamento de la Conmebol para sostener la convalidación del gol es que tras pegar la pelota en el juez no hubo un “ataque prometedor”. El argumento no tiene nunca en cuenta las indecisiones de Pitana y las dudas que él mismo le transmitió a los jugadores colombianos. Pero para refutarlo con facilidad basta con decir que el ataque que se consideró como “no prometedor”, terminó en gol apenas seis segundos después.
Ese “iba a recibir un colombiano” demostró que entre los árbitros hay diferentes modos de ver una misma jugada y que el reglamento tiene zonas abiertas al criterio, los “grises”, que no son fáciles de resolver. Es entendible que así sea. Es la esencia misma del juego.
Por eso es siempre el sentido común el que debe privar por sobre el artículo del reglamento escrito que no es definitivo. Sobre esa regla que permite la apreciación, la observación de atenuantes y de agravantes. Luego, puede ser que el ejemplo sirva para sentar jurisprudencia y hasta podrá incluirse, de ser necesario, el caso específico, como inciso dentro de la misma norma.
Alrededor de este fallo se dibujó un halo de injusticia que es difícil despejar. Pitana sabía que había modificado la conducta de algunos de los defensores colombianos por su error (el de estar parado en un lugar incorrecto). La perplejidad del momento, la rapidez de la acción, no le dio tiempo para corregirlo. Tampoco lo ayudó Vigliano, que sí tuvo el tiempo para evaluarlo, y lo descartó. El reglamento no es lo suficientemente claro como para afirmar que estuvo bien convalidar el gol. El sentido común debería haberlo evitado.
Todo esto, ni siquiera tiene en cuenta que en una situación dividida el beneficio cayó en favor del equipo local, el país que permitió organizar un torneo que nadie más quería y a dos años de otra Copa en la que el imaginario popular argentino consideró “arreglada” para Brasil. Claro que, además de poco probable -e incomprobable-, no tiene nada que ver eso con el fallo de Pitana. Pero trabaja sobre la imagen de un organismo que tiene antecedentes judiciales cercanos demasiado oscuros. Más allá del error, el contexto tampoco ayudó.
Juan Manuel Trenado