Sudáfrica grita campeón mundial con orgullo, los All Blacks levantan la cabeza y el rugby agradece una obra maestra
En París, se impuso a los All Blacks por 12-11 tras una final intensísima y agiganta sus vitrinas
Por: Jorge Búsico
PARÍS, Francia.- Sin merecerlo y con un jugador más desde los 28 minutos, los Springboks le ganaron una final colosal a los All Blacks y alcanzaron el bicampeonato mundial y el cuarto título, lo que los ubica en lo más alto del rugby. Por la mínima diferencia como en los cuartos de final y en la semifinal, los sudafricanos vencieron por 12-11 un partido que quedará en la historia por la emoción y la batalla física que libraron los dos equipos. No fue una final vistosa, pero desde el punto de vista del rugby union significó un test memorable.
Los All Blacks, que hicieron todo para ganar pero les faltó mayor precisión o puntería (Jordie Barrett no acertó un penal desde muy lejos a 7 minutos del final) en los momentos clave, hicieron un trabajo fantástico con un hombre menos, cuando a los 28 minutos recibió una tarjeta roja su capitán, Sam Cane. Pero el rugby es un deporte en el que siempre ganan los Springboks. Con ayuda de los árbitros, como en los cuartos de final con Francia y la semifinal con Inglaterra, o, como es habitual, contando con la inteligencia y el orgullo de su fortaleza física para definir los partidos cuando se deben definir.
La decepción de los All Blacks, luego de haber dado todo por el triunfo
La decepción de los All Blacks, luego de haber dado todo por el triunfoPavel Golovkin – AP
En este caso la diferencia la hicieron en el primer tiempo, cuando anotaron los 12 puntos, todos por penales de Handré Pollard, el goleador del título mundial de 2019 que fue convocado en medio del torneo por la lesión del hooker Malcoln Marx. Pollard fue el que definió el test con Inglaterra y, otra vez en el Stade de France, fue el hombre de la victoria.
Pero los Boks tuvieron un titán que jugó los 80 minutos: Pieter du Toit. El 7 bravo sudafricano tuvo un partido alucinante y un Mundial espectacular. En la noche de París asestó 28 tackles y siempre estuvo encima de la pelota. Fue una fiera en los rucks, como todos sus compañeros, y ya es uno de los que levantaron dos veces la William Webb Ellis. Otro jugador decisivo, recuperando pelotas imposibles, fue uno de los que entró desde el banco del squad bomb, Kwagga Smith. Otro león resultó Faf de Klerk, siempre atento y molesto para los rivales.
Los Boks fueron visitantes en un estadio colmado por 80.065 personas, con la mayoría de los franceses –todavía dolidos y enojados por la derrota en los cuartos de final- silbando y abucheándolos durante todo el encuentro. Sin embargo, eso ni molestó a los sudafricanos, que en el primer tiempo dieron una clase maestra de lo que es la presión en el rugby. Demolieron a los All Blacks en el contacto y jugaron cada ruck con locura extrema. En el fragor, los neozelandeses primero tuvieron una amarilla a Frizell por tackle alto y luego la roja –decisiva- a Sam Cane por impactar con su hombro contra la cabeza de Kriel.
Tocados en su orgullo, los All Blacks salieron a buscar el partido en el segundo tiempo. Hicieron todo para llevarse el partido. Sus forwards fueron fieras yendo para adelante, con Ardie Savea a la cabeza, y robando pelotas en los lines. Pero afuera les faltó más precisión para sortear la asfixiante defensa sudafricana.
En un Mundial tan largo, que empezó con una guerra y terminó con dos, más amenazas de atentados en varios lugares de París; que arrancó con temperaturas superiores a los 40 grados y concluyó con frío y lluvia y que en el medio tuvo las visitas del Papa Francisco y del rey Carlos III al país organizador, Sudáfrica es el campeón menos vistoso, pero el más efectivo. El orgullo con el que juegan al rugby pone a los Boks en lo más alto en la tabla de títulos, pese a haber jugado dos Mundiales menos.
El legado de Nelson Mandela se hizo presente en Francia como en 2007. Ese día, en la final contra Inglaterra en este mismo estadio, Siya Kolisi vio el partido en un bar sudafricano. Ese día se propuso levantar la Copa del Mundo como lo había hecho John Smit. Todavía no estaba avanzada como se debía la integración racial en los Boks. Por eso Sudáfrica perdió la sede de 2023 con Francia.
Kolisi ya alzó dos veces la William Web Ellis. Y aunque no haya jugado un buen torneo y haya recibido una tarjeta amarilla en la final, es uno de los símbolos de la integración y de lo que sienten los sudafricanos por su seleccionado. Cuatro meses atrás parecía fuera del Mundial por una lesión en la rodilla. Milagrosamente llegó para estar aquí liderando a su equipo.
Otra vez el plan del cerebro de Rassie Erasmus dio resultado. Su discutida fórmula de poner en el banco siete forwards y un solo back le volvió a rendir frutos. El ahora director general de los Springboks ha sido el hombre que supo tocar el orgullo de los jugadores por la camiseta verde. Y eso se trasladó a la gente. Toda Sudáfrica, la plobación negra y la blanca, estuvo pendiente de esta final. Ganarle a los All Blacks y desnivelar la historia con sus grandes rivales era una cuestión de sangre.
Los Springboks perdieron en la primera rueda con Irlanda en otro de los partidos memorables que tuvo este Mundial. El Stade de France también fue testigo esa noche. Aquí, en París, se vio lo mejor de este torneo que se va con críticas a los arbitrajes, con grandes desniveles en el juego en la primera ronda, con unos cuartos de final inolvidables y con una pelea política en la World Rugby que tendrá otro capítulo una vez que finalicen también aquí, en París, los Juegos Olímpicos de 2024.
Con Roger Federer (su madre es sudafricana) y Nole Djokovic (mañana arranca París Bercy) en las tribunas, el rugby tuvo una noche de su juego en su más puro estado. Se despide el Mundial de 20 equipos. Dentro de cuatro años, Australia recibirá a 24. Los Springboks volverán a ser candidatos. Han sido campeones en su país, en Europa (dos veces) y en Asia. Les falta Oceanía. Rassie ya debe estar planeando esa conquista.
Los All Blacks se pueden ir con la frente alta. Jugaron el mejor rugby del Mundial. Su ADN es la contracara del sudafricano. Su juego elusivo, dinámico, también con orgullo, no pudo nuevamente, como en el 95, con los Boks. Al menos fueron los únicos que les pudieron marcar un try en una final.
El Mundial se definió por una centésima de juego. Sudáfrica tiene cuatro títulos en cuatro finales. Desde esta noche habrá fiesta en todas las calles del país. El sueño de Mandela sigue vivo en el rugby.
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