LIMA.- Tres héroes. Un año atrás, la historia rubricada con letras de molde fue construida por tres arquitectos convertidos en leyenda. La final de todos los tiempos inmortalizó a un zurdo irreverente, un zurdo exquisito y un tractor de los metros finales. River estaba tendido en la Bombonera y, de pronto, inmediatamente, Lucas Pratto abrió la llave del gol, la del fugaz 1-1.
Tiempo después, River estaba confundido en el Santiago Bernabéu y, de pronto, el número 9, que jugaba de 8 o lo que la formación demandara, definió una joya colectiva, el 1-1. Esa misma noche, el 9 de diciembre, en Madrid, Juan Fernando Quintero ingresó con la clase -tantas veces contenida, aletargada- que solo tienen los fuera de serie. La clavó en un ángulo. La historia es conocida, repetida: la corrida triunfal de Pity Martínez, sin arquero, de frente a los hinchas de Boca, con Izquierdoz metros atrás, con la lengua afuera.
Tres héroes fueron indispensables para alcanzar la cuarta Copa Libertadores de la historia millonaria, la segunda del extraordinario ciclo de Marcelo Gallardo, luego de la de 2015, la noche de la intensa lluvia frente a Tigres, de México. La misma lluvia que regó la mística de las otras dos, en 1986 y 1996. Uno, ya no está: Pity Martínez, un especialista en los duelos con Boca, decisivo e inconsciente en los choques enormes, tira gambetas con melancolía en Atlanta United. Los otros dos siguen en casa. Pero no son los mismos: las desventuras de los físicos los aplacaron, los desnudaron. Ni Pratto derriba redes, ni Quintero frota la lámpara. Las malditas lesiones los corrieron de la escena.
EL COMPROMISO DE HOY
Tres héroes precisa River hoy, ahora mismo, cuando escribe el prólogo de otro libro de autor. Se cita con Flamengo esta tarde, desde las 17 de nuestro país, para definir la Copa Libertadores 2019, la primera vez a partido único, en la plácida Lima, en el estadio Monumental, una mole para algo más de 80.000 personas. Si no hay un ganador en los 90 minutos, habrá alargue: dos tiempos de 15. Si persiste la igualdad, se resolverá por penales.
Flamengo es el favorito: hace 25 partidos que no pierde un partido. La efervescencia de los hinchas -se estiman en unos 50.000 por las calles-, la prepotencia de los goles y las palabras, las casas de apuestas: todo gira alrededor del gigante de los 40 millones de simpatizantes que solo ganó la Libertadores una vez, en 1981. River nunca jugó una final de Libertadores con un equipo brasileño y es la primera vez que disputa dos finales de ese tipo en serie. Pero tiene mística, tiene experiencia. Y la libreta y el bolígrafo de Marcelo Gallardo -inseparables, en el lobby, en el ensayo de Alianza Lima y en el reconocimiento del estadio de la U-, representan la esperanza principal. El gran estratega contra el fútbol arrollador.
Son 15 finales en poco más de cinco temporadas y media. Dos por jugarse: la otra, será la Copa Argentina frente a Central Córdoba, de Santiago del Estero. Solo perdió tres: ninguna dolió demasiado. Dos locales, frente a Huracán y Lanús. Una internacional, contra el Barcelona de Leo Messi en el Mundial de Clubes. Sabe competir, conoce cómo ganar. Pero ésta, se advierte, es la más compleja de todas. River perdió frescura, sufre el desgaste físico. Hoy debe recuperar la cabeza: la que lo convirtió en el más influyente del continente en los últimos cinco años.
Para eso, precisa de otros tres héroes. Quintero sufrió la rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla izquierda en marzo pasado, cuando brillaba con goles en los clásicos, dispuesto a arroparse con la número 10. Volvió hace poco, con la magia escondida en una galera olvidada. Pratto tuvo una fisura en el sacro con edema óseo en junio pasado, volvió hace un puñado de semanas, sin pretemporada, no arrolla ni desgasta a los rivales. No tiene gol. Indispensables de otro tiempo, aunque con el deseo de volver a ser en una cita estelar.
Tres héroes. Dos palabras que encierra lo que pueden dar Javier Pinola, indispensable en la marca sudorosa contra Gabigol, Enzo Pérez como eje central de la zona media, suerte de gladiador del quite y el primer pase más allá de los dolores en el hombro, y Nacho Fernández, el cerebro del Muñeco en el campo de juego. El zaguero, el número 5 y el enganche disfrazado están en la puerta de la gloria: son ellos los destinados a rubricar otra obra maestra. Defensa, estrategia y audacia: cada uno representa los pilares de un equipo acostumbrado a escalar en las alturas frente a una formación ofensiva, que no descuida la pelota parada.
Enzo Francescoli los espía, los observa. El manager que se inclinó por Marcelo Gallardo, campeón de la Libertadores 1996 y uno de los más grandes ídolos, respira serenidad, como en toda su vida. «Los chicos están preparados, saben jugar este tipo de instancias. Se hizo un gran recorrido para estar aquí otra vez. La presión es diferente a lo que pasó hace un año, con el clásico rival de toda la vida, pero el grupo sabe que llegar a esta instancia de copa un año después de haber logrado lo máximo, es grandioso. Y los jugadores quieren ganarla, saben lo que significan para esa historia», cuenta.
Coincide en los estrategas de la batalla, pero primero se refiere al DT que hizo creer en los imposibles. «Gallardo no se va a apartar de su idea. River es sólido: las finales anteriores las empezó perdiendo y supo sobreponerse. Hay que disfrutar esto: es algo que soñamos y lo conseguimos. River tiene experiencia en ganar finales, pero la clave va a ser en cómo se levanten. En un partido único, es fundamental ese mismo día. Son dos equipos equilibrados, parejos. No veo una gran supremacía. Pero River tiene una gran solidez mental», sostiene Francescoli.
De ayer a hoy, con otra presión, con la misma adrenalina. La quinta está ahí, a un paso. Tres héroes y un equipo, como respaldo, con la mística de la historia reciente.
Por: Ariel Ruya
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